—¡Nooooooo, papá, por favor, al purgatorio no, por favor, por favor, nooooooo!
Lidia llora. Yo me tiro al suelo, pataleo y aporreo con los puños.
Cuando nos peleamos, papá coge nuestros juguetes favoritos y los pone arriba del frigo.
—¡Si no os portáis bien van del purgatorio a la basura!
El purgatorio dura tres días, si somos buenos. Si somos malos papá nos agarra de la mano y vamos al contenedor del parque. Abre la tapa y nos dice que los tiremos.
No quiero que Matt, mi geyperman Comando Secreto 7077, acabe en la basura como Joe, mi geyperman paracaidista, o Arnold, mi geyperman explorador polar, o Nick, ni geyperman motorista, o Tony, mi geyperman comandante de tanques, o Ron, mi geyperman piloto.
Me levanto del suelo y miro con odio a papá por su lado malo. Papá está ciego de un ojo. Lidia para de llorar. Está pensando en Clarita, su barbie superstar.
Matt y Clarita están ya en el purgatorio.
Nuestro dormitorio queda al lado de la cocina. Por la noche oímos golpes, chillidos y risas en lo alto del frigo. Lidia se tapa la cabeza con la sábana. Yo intento no moverme.
—¿Tú crees que a Clarita le duele?
—No. Duérmete.
—¿Y tú crees que papá va a tirarlos a la basura?
—No.
—¿Y tú crees que cuando salga del purgatorio va a querer probarse sus vestidos y peinarse y conducir su coche rosa y volverse a casar con Kent?
—A lo mejor. Duérmete.
Pasados tres días estamos jugando en nuestro cuarto. Papá nos llama a la cocina. Sonríe y baja a Matt y a Clarita del purgatorio.
—Id a jugar —dice papá.
Clarita tiene tatuajes. Matt no quiere pelear más.
Siento a Matt en la estantería junto a Brian, Albert, Clint, Jeff y Will.
—¡Venga! —grita Steve, mi geyperman karateca.
Giro la cabeza.
Steve es mi nuevo favorito.