La Charca Literaria

La casa de mi abuela estaba llena de mujeres que vestían de negro. Mi madre vestía de negro también.

De repente, la distrajo ese «clin» tan disruptivo de messenger.

Es, simplemente, que se vive desafinado. Es, solamente, que se baila sin coreografía.

Mis descosidos son todos esos que parecen personas normales.

Sus manos entre el café y el aguardiente y su corazón lleno de cachos hirientes de Carmela.

Cuando no sabes quién eres, te puedes permitir el peligroso despilfarro de ser quien quieras.

Cuatro años de vida y sin saber qué hacer para engancharme a ella. Eso era todo lo que había en mí.

Esta mañana me levanté con ganas de desempolvar a aquella mujer perdida en el recuento. La imprudente, la de tanto reír y tanto llorar.