Al pasar junto al perchero, acarició el abrigo que él jamás volvería a ponerse.
Costumbre pandémica
Carmen CuencaZoom impertinenteEl contacto físico, los abrazos, los besos empiezan a pertenecer a otro mundo al que, como un dispositivo técnico obsoleto, hemos arrumbado en un armario.
Aplausos, cinco minutos de aliento
Carmen CuencaZoom impertinenteMiró el reloj. El último artilugio que había desinfectado antes de colocárselo. Llegaría a tiempo, se dijo, emitiendo un largo suspiro, inmerso en sus reflexiones.
El caritativo
Carmen CuencaZoom impertinenteNo sabía si lo impulsaba la curiosidad o la compasión.
La hora de los aplausos
Carmen CuencaZoom impertinenteDentro de las casas, cada día se asemejaba a una montaña de arena que había que atravesar. Al atardecer, por el rabillo del ojo se espiaba el reloj sin abandonar los juegos de mesa, las series de televisión, las tareas inventadas, esperando.
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía…
Carmen CuencaZoom impertinenteLa lista de acosadores es interminable. Los hay pobres y ricos, de todos los niveles culturales, de todas las clases sociales, de todos los países.
Temblad, temblad, machistas
Carmen CuencaZoom impertinenteLo siento por “vosotros”, pero el feminismo ha venido para quedarse.
El dinero desvaloriza lo que toca
Carmen CuencaZoom impertinenteUn personaje al parecer etéreo, sin ojos, sin boca, sin corazón, cuya avaricia es un pozo sin fondo. El Mercado.
Crónica de una carrera
Carmen CuencaZoom impertinenteLa doctora se sienta, le brillan los ojos, sabe cómo he luchado, cómo entrené para llegar hasta aquí. Sobre la mesa tiene el informe de los resultados. Me lo entrega.