Siempre juzgarán tus apariencias, pero jamás lo que realmente tramas. Eres lo que crees, maldito miserable.
El don de lenguas y la noche de Reyes
José Martín CuestaSolo, por favorFue la primera vez que supe de mi nuevo poder: me había vuelto bilingüe.
Gachas a media mañana
José Martín CuestaSolo, por favorNo hay nada más que lo que les acabo de narrar.
Rictus interruptus
José Martín CuestaSolo, por favorA mí me pilló en pleno acto sexual. Mi pareja no sintió nada, o, más bien, dejó de sentirme, pues el fallo cardíaco afectó a la circulación sanguínea; ninguna parte del cuerpo se libró de la falta de flujo y todo se relajó.
Previsible
José Martín CuestaSolo, por favorSi no fuera también por tu aliento, en cada beso y en cada texto, me inundaría la soledad más de lo deseable.
Se busca consejero no matrimonial
José Martín CuestaSolo, por favorLlevo mal lo del miedo. Me asusta. Es espeluznante el terror que le tengo al miedo. Sé que no es viril y podéis tacharme de gallina capitán de las sardinas. No me importa; no sabéis lo que es el miedo.
Del «buenismo»
José Martín CuestaSolo, por favorAquí estoy yo y a quien no le guste que se joda. Con valentía. Sin maldad, eso sí.
Viene en el currículum
José Martín CuestaSolo, por favorPor si no lo saben, se lo digo: las relaciones, aparte de dinámicas, rara vez son simétricas.
Sin prolegómenos
José Martín CuestaSolo, por favorArduamente, traté de ponderar nuestra felicidad. Junté tu fuego con tu belleza, con tu don de gentes, con tus pantalones ajustados, con el tintineo del caderín al son de tu vientre la primera noche que me amaste. Olvidamos que estabas casada, ¡qué desastre!