La Charca Literaria

Los tres últimos. Que no se diga. Incluimos también el del rezagadillo.

Y los tres últimos para cerrar la Semana de Difuntos.

Arrimado siempre al poder que más calienta, sea el del Ejército o el de la Iglesia, Carlos Borges vivió a su aire, de manera atrabiliaria, entre el púlpito y el escándalo.

Y tres más, para seguir sufriendo.

Al fenecer, los difuntos cambian del estado sólido a otro, no tanto gaseoso, como imperceptible.

Tres relatos de ochenta palabras. Tres escalofríos con los que celebrar la Semana de Difuntos.

Que los ataúdes no se abren desde dentro se descubre demasiado tarde.

Dicen que en el testamento dejó escrito que no fuera nadie a su funeral, absolutamente nadie.

Estaba claro que el asesino se merecía el peor de los castigos, la pena máxima. No habría compasión para él. Así que decidí cargármelo y santas pascuas.