Un ciclón, por Teo Serna
Recibe golpe tras golpe: en la cabeza, en el hígado, en los riñones… “El Ciclón de Bilbao” aguanta impasible la lluvia de golpes sonriendo. Y su sonrisa se dibuja entre los moratones, el sudor y la sangre, como una sonrisa artificial, algo muerta, tan impasible como él. “El Ciclón de Bilbao” no llora, ni se queja, ni protesta, ni tira la toalla, ni se tambalea, ni cae. “El Ciclón de Bilbao” es puro dolor en pie, pura miseria a quien la vida mató hace años. Nadie podrá ya rematar a este muerto que sonríe.
Aullidos en el bosque, por Andrea Nusán
Las imágenes de los cuerpos despedazados de mis amigos me retuercen el alma. De haber sabido lo que sé hoy, jamás les hubiese convencido para entrar en el bosque, pero no lo sabía.
La luna brillaba sobre los pinos. La hoguera formaba extrañas sombras. Un aullido cortó las risas. Rasgué mi ropa y mi piel desapareció bajo un manto peludo. Recordé el mordisco de aquel animal tan extraño, la semana anterior.
El sabor de sus corazones sació mi apetito.
Mi demonio, por Raúl Fernández Barredo
Cuando me hicieron el exorcismo, yo creía que los dioses eran una maquinación de la mente. Una creación. Sí. De la imaginación. Y ya no lo creo. Ahora sé la verdad. Los dioses existen. Por desgracia, los hilos los mueven manos reales.
Al expulsarlo, sentí el aliento divino calentándome el cogote. Lo supe todo. Solo ese instante que recuerdo difuso, como un sueño.
Lo tengo en un tarro. Adiabático. Parece contento. Siempre sonríe. A veces hablamos. Y me cuenta cosas.