Señoras y señores, se lo ruego, por billonésima vez y por un viaje al Caribe, ¿qué hay dentro de la caja? —preguntó con voz agónica Paco Barrameda a los espectadores. En las manos portaba su famosa caja de zapatos color gris.
Llevaba cincuenta y cinco años presentando el programa concurso La caja de Paco en la televisión local. Hasta la fecha nadie había ganado el viaje.
Paco Barrameda estaba flaco y estaba viejo.
Los teléfonos ardían.
—Canicas.
—Que entre la siguiente llamada.
—Una croqueta de jamón.
—No.
—Un barco velero de juguete.
—Les suplico. Por lo que más quieran.
Como siempre, agitó su caja. No sonaba a nada.
—Un cascabel.
—¡Por favor!
—Canicas.
—¿Otra vez? Imploro a alguien, quien sea, que llame y me diga qué puede haber en una simple caja de zapatos. ¿No se dan cuenta de que es una simple caja de zapatos?
—Denos una pista —dijo un televidente.
—No puedo. ¡Qué más quisiera yo!
—Un par de zapatos.
A los cincuenta y ocho minutos del programa, dos minutos antes de que finalizara, el presentador miró a cámara y dijo «Así no se puede vivir». Dejó despacio la caja en el suelo, sacó una cuchilla del bolsillo, y se dio un tajo profundo en las venas de las muñecas.
Mientras la audiencia se sobrecogía, el productor corrió al plató, abrió la caja y extrajo las vendas.