La terremoto

Oscuro, casi negro

Por el barrio, la tormenta de agosto agita las calles. Bajo los contenedores, ratas grises devoran restos de comida china. Llego al bar Monteluna, Conchi está sola en la barra con el gintonic de copa de balón de siempre y el pelo de gitana recién tintado ala de cuervo. Pasará de noventa kilos, pero se mueve como una bailaora de Sacromonte con su ropa de mercadillo y sus pañuelos de colores. Tiene una voz ronca y es guapa de cara, con labios pintados rojo pasión. Bailaba en un grupo flamenco, en La Bulería, una sala aquí en el mismo barrio de La Plata. Tiene un aire a Carmen Amaya. Habla con Lee, la china que atiende la barra y la terraza. Muebles de Mahou rojos y sombrillas blancas dan cierta simetría a la escena.

Conchi siempre me saluda, soy nuevo y raro entre la clientela, un tipo mayor que habla mucho y lleva un Kindle además del móvil. Nos sentamos en las sillas rojas, pido dos copas de lo mismo y me cuenta:

—¿Tú te crees, la Lola? le dejo cien euros y ahora no me los devuelve. ¡Que a mí me cuestan doce horas limpiando pisos y escaleras! ¡Madre mía!… Ahora la llamo otra vez —oigo una conversación tensa en la que entiendo algo sobre la venta fallida de un perro y no tener ni un duro. Vamos, que la Lola no le va a pagar hasta que venda al perro. Conchi cuelga y se indigna. Me dice: «Pues ella cobra la pensión el día veinticinco; a las ocho estoy en su casa y vamos directas al cajero. ¡Faltaría más!»

De pie, un gitano prestamista de tirados al que he visto hacer bajar en bata a la madre de algún medio anormal que le debía dinero para que le pagara, esboza media sonrisa bajo su bigote recortado. Le pido a Lee otros dos gintonics, el mío en vaso de tubo por favor, y le cuento tonterías a Conchi que me mira con los ojos brillantes y ni me hace caso. Y Conchi, ya con ginebra en vena 2.1 gramos por litro en sangre, dice que ya vale, que ahora mismo va a casa de Lola y o le paga o mata al puto perro.

—¡Madre mía! ¡Y tanto que sí! —se marcha dejando un vacío de carmín y alcohol y se aleja bailando por bulerías.


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