Un buen día decides adoptar una gatita, la llamas Kitty y deseas lo mejor para ella. Ante todo quieres que tenga muchos amigos, que salga, se divierta, sea feliz, e incluso que, llegado el momento, se eche un novio y forme una familia.
Le abres una cuenta en Facebook y pides amistad a todos los animales del barrio que, rápidamente, confirman que quieren ser amigos de Kitty. Subes fotos de ella y los mantienes al tanto de las actividades de Kitty, con actualizaciones importantes: Kitty bebiendo leche, Kitty asomada a la ventana, Kitty sobre el frigorífico, Kitty de pie, sentada, dormitando, viendo su programa favorito en la tele, Kitty vestida de princesa soplando las velas de su primer cumplemes contigo.
Por las tardes la llevas al parque vecinal de mascotas para que confraternice. Enseguida, Kitty se pone a corretear con Hugo, un doberman gigante de ojos sinceros. A Kitty también le gusta mucho darle vueltas con su patita a la noria de juguete, sobre todo si Cuy Cuy, una preciosa hámster rusa de color gris azulado, y su hijito, Cuy Cuy 2, deciden subirse. Kitty, además, muestra gran interés en cavar hoyos junto a Orejones, un conejo enano de pelo muy suave.
Las madres y los padres, sentados en bancos de piedra, no les quitan ojo. Esta tarde el sol luce cálido. Los pájaros cantan.
Cuando de pronto los pájaros dejan de cantar y ves como tu Kitty le arrea tal zarpazo a Orejones que lo decapita de un golpe, mientras Hugo se abalanza sobre Kitty, dispuesto a hincarle los colmillos en el lomo. Por el rabillo del ojo te das cuenta de que Cuy Cuy está mordiendo con saña el cuerpo inerme y blando de Cuy Cuy 2.
Te levantas, entre aturdida y desesperada, para buscar un palo, matar a Hugo y liberar a Kitty, apresada bajo el gigantesco cuerpo de su enemigo. Gritas:
— ¡Hay que avisar a la policía!
Una mujer te agarra del brazo
—Tranquila. ¿Usted es primeriza?
—Sí.
—No hay Facebook porque hemos perdido la cobertura del móvil. Tan pronto como pasen las nubes, serán amigos otra vez.