Alégrame el día

Tecnologías de los perdidos

El domingo por la tarde se sientan a ver una película de violencia gráfica extrema, sexo explícito, corrupción, desigualdad, vicio, drogas, cigarrillos, asesinato, mutilación y lenguaje adulto. No han acabado los títulos de crédito del principio, cuando el hombre presiona el botón de su sillón reclinable para enderezarse.

—¿Dónde vas?
—¿Dónde crees?

A la vuelta del baño reanudan la película por unos minutos. En el móvil de la mujer suena un ping.

—Espera —Coge el teléfono de la mesita a su izquierda. Lee el mensaje—. Nada. Sigue.

La película continúa un poco más.

—Tengo hambre.

Él se levanta a la cocina y prepara unos taquitos de queso.

—¿Quieres algo?
—No.

Continúan el visionado hasta que ella necesita la crema de manos, él unos biscotes, ella unas toallitas húmedas para la grasa de los dedos, él una cerveza. A ella ahora le apetece un vino. Otro ping.

—¿Hay chocolate?
—En la caja de las galletas —dice ella.
—¿Quieres algo?
—No.

Él se sienta y le da al play. En ese momento uno de los personajes, con rapidez inmensa, esconde el brazo derecho tras la espalda, saca una Magnum 44, encañona al hombre y clavándole la mirada increpa:

—¡Venga, alégrame el día!

Él mira a su mujer. Ella lo mira.

¿Un último pis?


Más artículos de Pascual Nieves

Ver todos los artículos de