Son los malos o la muerte

Isla Naufragio


Testimonio

Son las cinco de la mañana de un domingo de pandemia y desde la cama oigo una sirena de policía o de ambulancia. Son los malos o la muerte los que sin duda actúan en esta Barcelona confinada y con toque de queda. Los malos o la muerte son los que por su insistencia han hecho que esa sirena se ponga en marcha y cuesta que deje de oírse en la lejanía camino de la comisaría o el hospital.

En Nápoles la mafia ha prohibido a las ambulancias que pongan la sirena porque ahuyentan a sus clientes y les confunden a ellos; es por la economía, dicen, tienen muchos clientes, vivos de momento, que antes de morir precisan de sustancias que la sociedad prohíbe, pero que ahora, con la muerte en todas partes, parece que ese previsible veneno ha cedido su importancia a un virus hasta ayer desconocido.

Porque no olvidemos que hay una ley eterna que todos respetan: ganar dinero, incluso en estos tiempos, o más aún en estos tiempos podríamos decir, en que el dinero es el rey del mambo de una danza macabra y traicionera.

La Historia es una recopilación de recuerdos y olvidos, y todos sabemos que quedará para esa Historia la enorme cantidad de dinero que se perdió, o no se ganó, o que ganaron otros, y se olvidará la enorme cantidad de historias de soledad y desamparo. Y de muertes, que de eso hablamos. Miles de ataúdes amontonados en grandes almacenes o diseminados en campos de fútbol o aparcamientos. Apartamientos, resumiendo. En todos los pueblos, en todas las ciudades, en todos los países, en todo el mundo.

Llega un momento en tu vida en que te llega la certeza de la extinción, uno menos, te dices, pero es que ahora ese uno menos eres tú. Tú, que lees esto y tú que no lo leerás nunca, aunque esa ignorancia leve no te salvará de tu destino cierto.

«Quisiera encontrar una cruz de plata que me señale el camino». No es una canción, pero podría serlo, tarareo. Ya son las seis de la mañana. Hoy es domingo, día de descanso. Para algunos, descanso eterno.

Almudena Rosas, médica de asistencia primaria