Micky Temblores – Haciendo cola

Penúltima escena

FUNCIONARIO. —  ¡Número trece!

MICKY.   «No lo tiene nadie; a quien le tocó, lo tiró y cogió el catorce. Estoy seguro, la gente es muy supersticiosa».

FUNCIONARIO. —  ¡Número trece!

MICKY.                     «¡Que no lo tiene nadie! Sigamos adelante, por favor».

CARMEN. —            ¡Señor! ¡Yo tengo el quince!

FUNCIONARIO. —  Pues espérese, señora, vamos por el trece.

MICKY.                     «¿Dónde estará el catorce?».

CARMEN. —            ¡Número trece!

FUNCIONARIO. —  ¡Señora! ¡Sí, usted, la del quince! Haga el favor de no hacer mi trabajo. Los números los canto yo.

CARMEN. —            Es que tengo prisa.

FUNCIONARIO. —  Señora, después de hoy viene mañana y luego pasado mañana, o sea, usted. Por favor, espere su turno.

MICKY.                     «Qué hombre tan amable el funcionario este, así da gusto tramitar papeles…».

FUNCIONARIO. —  ¡Número trece!

CARMEN. —            ¡Trece!

MICKY.                     “Esta mujer no había venido antes aquí, no sabe cómo funcionan estas cosas».

FUNCIONARIO. —  ¡Señora! ¿¡Qué pasa con usted!?

CARMEN. —            Nada, a mí no me pasa nada.

FUNCIONARIO. —  Ha dicho trece.

CARMEN. —            He dicho trece, no número trece. ¿Qué tiene de malo?

FUNCIONARIO. —  Es lo mismo.

CARMEN. —            No es lo mismo. Yo solo estoy pensando en voz alta.

FUNCIONARIO. —  Pues piense para usted misma y respete el lugar.

CARMEN. —            Pienso.

FUNCIONARIO. —  ¿Qué ha dicho?

CARMEN. —            Pienso, he dicho que pienso.

FUNCIONARIO. —  ¡A mí no me parafrasee!

CARMEN. —            No le entiendo.

FUNCIONARIO. —  ¡Que no repita lo que digo!

CARMEN. —            No.

MICKY.                     «Este hombre se las sabe todas y como no aparezca el trece ha encontrado el filón para no trabajar durante un rato».

FUNCIONARIO. —  ¡Número trece!

CARMEN. —            ¡Catorce!

FUNCIONARIO. —  ¡Señora!

CARMEN. —             He dicho catorce, no estoy repitiendo nada de lo que usted dice. Quiero saber si al menos el catorce está presente.

MICKY. —                Yo ya me había preguntado por el catorce hace unos minutos.

CARMEN. —            ¿Y usted quién es?

MICKY. —                El dieciséis. Micky Temblores, para servirle.

CARMEN. —            Mucho gusto, yo soy la quince, Carmen.

MICKY. —                Mucho gusto. ¿Tiene mucha prisa?

CARMEN. —             Tengo que recoger a mi hija en la escuela y estoy tan acelerada que ahora no recuerdo si apagué la olla del caldo.

MICKY.                     «¿Qué habrá cocinado? Tiene cara de potaje de lentejas».

FUNCIONARIO. —  ¡Número trece!

CARMEN. —            ¡No está! ¿No se da cuenta?

FUNCIONARIO. —  Señora, conseguirá usted que le ordene abandonar el recinto.

MICKY.                     «Ahora voy yo».

MICKY. —                ¡Catorce!

FUNCIONARIO. —  ¡Usted cállese también!

MICKY. —                Es que se le va a quemar la comida.

FUNCIONARIO. —  ¿Qué comida?

MICKY. —                La de la quince.

FUNCIONARIO. —  ¿Ustedes vienen juntos? ¿Se conocen?

CARMEN. —            No, venimos por separado.

MICKY. —                Sí.

FUNCIONARIO. —  ¿¡Sí o no!?

MICKY. —                 Que sí que nos conocemos, ella es Carmen, la de la comida, pero venimos por trámites distintos.

FUNCIONARIO. —  Hagan el favor de quedarse callados.

CARMEN. —            Este hombre es un maleducado.

FUNCIONARIO. —  ¿Qué ha dicho?

MICKY. —                La quince ha dicho que está usted muy atareado.

FUNCIONARIO. —  Sí, y ustedes no me dejan trabajar en paz. ¡Número trece! Última llamada.

MICKY. —                Parece que aceleramos, Carmen. ¿Qué comerá hoy?

CARMEN. —            Si sigo así, carbón.

MICKY. —                ¿Se le quema a menudo?

CARMEN. —            Últimamente sí.

MICKY. —                Ha de estar enamorada.

CARMEN. —            ¿Yo? A estas alturas no me mira nadie ni veo a nadie.

MICKY. —                ¡Mujer, no diga eso! Su marido debe mirarla todo el tiempo.

CARMEN. —            Estoy divorciada.

MICKY. —                ¿Sabe por qué?

CARMEN. —            ¿Por qué?

MICKY. —                 Porque los hombres a veces somos ciegos y no sabemos ver lo que tenemos enfrente.

«No se lo voy a decir, pero las mujeres también son ciegas».

FUNCIONARIO. —  ¡Número catorce!

MICKY.                     «Necesito un café».

CARMEN. —            ¿Qué ha dicho?

MICKY. —                Catorce.

CARMEN. —            No, preguntaba qué ha dicho usted.

MICKY. —                Ya no me acuerdo.

CARMEN. —            ¿Le falla la memoria?

MICKY. —                Todo el tiempo.

CARMEN. —            ¿También se deja cosas en el fuego?

MICKY. —                Se me olvidan los aniversarios.

CARMEN. —            Yo eso no podría perdonarlo.

MICKY. —                ¿Cuándo es su cumpleaños?

CARMEN. —            ¿Por qué?

MICKY. —                Para felicitarla si la vuelvo a ver.

CARMEN. —            El 7 de julio, pero usted los olvida.

MICKY. —                El suyo trataré de no olvidarlo.

MICKY.                     «Un café y un cigarrillo».

FUNCIONARIO. —  ¡Número catorce!

CARMEN. —            Me voy, ya no puedo perder más tiempo, tengo que recoger a mi hija.

MICKY. —                 ¿Está segura? Lleva más de una hora esperando y ya solo le falta el catorce.

CARMEN. —             Y me falta otra hora en lo que llego a la escuela de mi hija. Me voy porque si no, no llego.

MICKY. —                La acompaño hasta la puerta.

CARMEN. —            ¿Y eso?

MICKY. —                Por ser amable.

CARMEN. —            ¿Y si pierde su tanda?

MICKY. —                No creo, faltan varios intentos.

CARMEN. —            Parece que usted es un experto en trámites.

MICKY. —                Experto en trámites, desafortunado en amores.

CARMEN. —            Se dice “afortunado en el juego, desafortunado en amores”.

MICKY. —                Los dos son válidos.

CARMEN. —            Es usted muy peculiar.

MICKY. —                La invito a un café.

CARMEN. —            ¿Y eso? ¿Es usted un don Juan?

MICKY. —                Don Juan era una mala persona y yo soy un buen tipo.

CARMEN. —            Disculpe, pero ya sabe lo que quiero decir.

MICKY. —                ¿Quiere un café? ¿Sí o no?

CARMEN. —            ¿Y usted? ¿Qué quiere?

MICKY. —                 Tomarme un café e invitarla para no tomármelo solo y hacerle el día más amable.

CARMEN. —            ¿Y perder su tanda?

MICKY. —                No, todavía estará llamando al catorce y luego faltará el quince, usted.

«Podría haber dicho: “Nos tomaremos un café, nos diremos adiós y yo regresaré al mismo lugar en que la conocí”».

CARMEN. —            ¿Está seguro?

MICKY. —                Completamente.

CARMEN. —            Bueno, invíteme a un café.

MICKY. —                Vamos.

CARMEN. —            Que conste que no me fio.

MICKY. —                Entonces no.

CARMEN. —            No se lo tome a mal, pero es normal que desconfíe.

MICKY. —                ¿De qué?

CARMEN. —            ¿Usted va invitando a cafés a todo el mundo?

MICKY. —                Usted no es todo el mundo, usted es Carmen, la del 7 de julio.

CARMEN. —            Ahora todavía me fio menos.

MICKY. —                Entonces invíteme usted.

«Qué mujer tan difícil, ahora se lo piensa… Hubiera quedado mejor decir “Nos tomaremos un café, nos diremos adiós, yo regresaré al mismo lugar en que te conocí y si te he visto, no me acuerdo”».

CARMEN. —            Vale, invito yo.

MICKY. —                No me fio. ¿Por qué me invita? ¿Qué quiere?

CARMEN. —            ¡Ja, ja, ja! Es usted muy divertido.

MICKY. —                ¿Vamos?

CARMEN. —            Dígame la verdad. ¿Es usted mujeriego?

MICKY. —                No, soy cafetero.

CARMEN. —            Está bien, vamos. Y me deberá un café.

MICKY. —                Claro, la invitaré el 7 de julio, si me da su teléfono.

CARMEN. —            Ni en broma.

MICKY. —                Como usted quiera.

                                    «¿Un don Juan, yo? Pobre de mí. Lo que quiero es un café y prefiero tomármelo con ella a tomármelo solo. Y si pudiera escoger, me lo tomaría con Lola, con ella me tomaría mil».

(continuará)