¿Alguien puede imaginar y ser dueño de un amor inmenso?

Isla Naufragio


Esto es mentira. Lo del amor inmenso. Y no es mentira porque no haya babaus que se imaginen esto y lo de más allá, sino porque es imposible que nadie encuentre un amor así, tan inmenso, y por tanto es de tontos querer imaginarlo. Y en el improbable caso de que alguien lo encontrara, por favor, que pase a la segunda parte de la oración que dice que nadie puede ser dueño de tanto. Una oración gramatical es una unidad de información en su conjunto y hay que leer la oración completa y no quedarse con una parte de su significado.

Conociendo ya de por sí lo que acabamos de decir, te animamos a buscar un amor pequeñito, un amor de andar por casa, anodino, triste a veces, porque así es la vida, práctico y útil, que te sirva para acompañar con un poco de dulce las ásperas rutinas de la vida. Un amor que cumpla con tus necesidades de compañía, alimento y sexo, y que te aleje de malas intenciones y malos pensamientos.

Y aunque esto podría parecer cosa sabida, la realidad nos dice que no es así. Hay muchos y muchas que queriendo encontrar eso del amor inmenso desprecian lo que tienen más a mano y que pueden encontrar fácilmente en el ascensor de su escalera, en el trabajo o en el bar de su barrio. Un chico o una chica pasable, con una pizca de picardía en la mirada y una sonrisa que cuando está en sazón (ocasión, tiempo oportuno o coyuntura, dice el diccionario), puede hacer muy apetecible lo que se nos pone a mano con solo poner un poco de interés de nuestra parte.

Sueños que no existen dan lugar a pesadillas cuando se quieren poner en práctica. El boxeador golpea, es su trabajo. La carne silenciosa tiende a atropellarse cuando es estimulada y desencadena un cúmulo de acciones que la sociedad no desea. La divisa de la ciudad es el pecado, está escrito en grandes letras de piedra a la entrada de toda ciudad que se precie, y también debería estar grabado en tu mente. No el pecado como algo abstracto relacionado con una iglesia en decadencia, no, sino el pecado como descalabro del orden y de la tranquilidad más deseada.

Si has llegado hasta aquí, quiero que sepas que en este momento se están diciendo y escribiendo millones de millones de palabras como estas que a nada sirven y que no sirven para nada. Y aunque eso podría resaltar la futilidad de lo que aquí te digo, que también, es una muestra más del esfuerzo inútil por vencer y convencer que empuja al ser humano a realizar proezas intrascendentes e inmensas, como esa del amor con la que he empezado.

Francisco Cordován, psicólogo de sueños y de masas