Sobre héroes

El asombro del tritón

 

No es fácil decir lo siento, ni siquiera cuando uno es el culpable. Y, claro, no es lo mismo pisar un juanete que apretar a fondo el pedal de un coche. Y el pedal equivocado, para más inri. Pues eso.

Jugamos a ser mayores, pero a menudo no nos ganamos el título, pese a la fecha que ponga en nuestro carné de identidad.

Pero no quiero irme por las ramas. La verdad es que siempre he sido torpe. Me lío con facilidad, y conste que no lo digo por eludir responsabilidades, pero es totalmente cierto. El fiscal no lo ha entendido así; el juez, menos. Ni siquiera mi madre se atreve a mirarme a los ojos. Creo que si pudiera, renegaría de su maternidad, y yo me convertiría en el hijo de un “arrepentimiento”.

Ahora que han dictado sentencia y me llevan esposado a mi celda, solo lamento que aquella baliza fuera tan blanda, que no estuviera bien anclada al suelo, como era su obligación. De lo contrario, habría resistido el golpe de mi parachoques trasero y otro gallo le hubiera cantado al pobre… No la habría palmado por aplastamiento.

Faltó algún héroe que lo rescatara en el último momento, como en las pelis. Eso es. A mí, la heroína que me asistía, no me bastó para esquivar el maldito pilón.


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