Bailar, escribir y dibujar: entrevista a Ramón Colomina «Tornasol»

Colección maravillas

 

 

Ramón Colomina (Tremp, 1951) es director de teatro, coreógrafo, actor, bailarín,  dibujante y también guionista, trabajos profesionales todos ellos ejercidos en determinados momentos de su vida. Con Silvia Genovés crearon, produjeron e interpretaron El gusano impasible (1er. Festival de Tardor, 1992 y producido por Mario Gas), Rodolfo y Margarita (2n. Festival de Tardor, 1993, también producido por Mario Gas), El hombre que decidió ser tonto (Mercat de les Flors, 1994), La línea de baba (Mercat de les Flors, 1995) y Pingüenstein (Espai Brossa, 2004). Fue el título de su primera obra, El gusano impasible, su marca artística que perduró hasta encontrar su propio espacio: “Riereta 13”, homenajeando así una calle del Raval barcelonés que lleva ese mismo nombre. “Riereta 13” es hoy su factoría artística, un espacio donde familia y amigos afines desarrollan un trabajo artístico, abierto y evolutivo, de creación teatral original y lleno de fantasía y humor, inteligentemente apto a todos los públicos y edades. Allí (y siempre por el sistema de taquilla inversa) han estrenado: Desmontando el hombrecito (2016), StarSinSer (2017) y Las nubes entre las rocas (2018). Sólo o con su compañía ha realizado ─ en un tiempo que Ramón llama “ la época de la tele” en que se aparcó provisionalmente lo relativo al teatro─ algunas perfomances en distintos centros: Fundació Miró, Metrònom, Museo Español de Arte Contemporáneo, Arts Santamònica, Fizz Barcelona, Macba (Trucotis para conseguir la felicidad, 2015), Filmoteca de Catalunya, Heliogábal (Severla, 2015), La Caldera (Colomina Colomé: Aire, Amor y Nada, 2015). También ha trabajado en el mundo audiovisual: El consultorio del doctor Feo (Paramount Comedy, 2000), para Canal Plus (como actor), para betevé con sketches para el cierre del programa Saló de lectura (a partir de 2003) y para TV3 en el programa L’hora del lector (desde su inicio en 2007 y hasta 2010), donde se ha contabilizado la increíble cifra de 200 sketches, uno por cada miércoles de la semana. Por última vez, y dentro de los espectáculos programados por el Ayuntamiento de Barcelona para La Mercè 2019, ha presentado y actuado la obra Concordance Colomina-Colomé

Se le conoce en el mundo del cómic por su trabajo en la revista El Víbora como guionista del dibujante Roger y firmando como “Tornasol”. Ilustró los artículos de Javier Pérez Andújar para El País y otros para La Vanguardia Mujer. Con la venida de las redes sociales Ramón Colomina da los buenos días en su muro de Facebook con su hombrecito, siempre enredando entre escogidas imágenes de mitos y pasiones.  

El escritor y amigo Javier Pérez Andújar ha dicho de él: “…Ramón es el individualismo hasta la audacia y es a la vez un sentido vital de la familia. Su prehistoria es la de una familia modesta en un barrio alto de la ciudad. Seis hermanos con un padre comunista en los años de la dictadura, que se ganaba la vida con un camión. A Ramón, lo que le ha quedado de la filosofía (y quizá lo que le llevó a la filosofía), es la fascinación por la pregunta, por preguntarse. Las preguntas brotan en los textos de todas sus obras. Nunca ha renunciado a la filosofía, y esto se ve, además de en su gusto por la pregunta, en su sugestión ante el logos, la palabra entendida como razonamiento. Ramón es un intelectual que baila, que ha preferido los pies a la cabeza, y todo eso está en su teatro, y en su teatralidad.”

PREGUNTA.: He descubierto que tienes una bonita ficha en la Imdb (Internet Movie Database). Vamos a citar alguna película en la que has actuado: Un parell d’ous (Francesc Bellmunt, 1985), El niño de la luna (Agustí Villaronga, 1989), En brazos de la mujer madura (Manuel Lombardero, 1997), Todas hieren (Pablo Llorca, 1998) y Ahora o nunca (María Ripoll, 2015).

RESPUESTA.: Son todo casualidades. Yo no me considero actor. Yo solamente soy capaz de interpretar lo mío, de la misma manera que solo sé bailar lo que coreografío. Si es de otra persona, me siento con un traje con el que estoy incómodo. Siempre que me han llamado ha sido para intervenciones muy cortas, casi todas las he hecho mal (risas): pensar que estoy diciendo palabras que no son las mías me es inconcebible porque cuando hago teatro son palabras escritas por mí. Además, no tengo una formación como actor pero sí como bailarín. No he ido a clases de actuación en la vida, y tampoco nunca he buscado trabajo de actor; sin embargo, sí que he hecho, en una etapa de mi vida, de modelo publicitario de anuncios: para La Casera, para El País, para nata President… Durante un montón de años estuve viviendo de eso. Eso sí que sabía hacerlo porque son sketches cómicos, muy cortos y súper bien pagados, no como en el cine que pagan peor porque son papeles muy pequeños y te hacen esperar muchísimo… Fue maravilloso eso de la publicidad. Entre 1998 y hasta el 2000 y pico estuve trabajando para una productora de Madrid muy buena (Agencia) que tenía grandes clientes, muy potentes. El productor Juan Gordillo me vio en una perfomance de Ouka Leele cuando ésta hizo su primera exposición en Madrid para la Galería Moriarty. Yo entonces todavía no trabajaba con Silvia, sino que lo hacía con Lola Puentes, nos vió y me fichó. Me llamaba un par de veces al año y le salía a cuenta porque yo no era de ninguna agencia y el trato era directo. 

P.: ¿Qué nos puedes contar de estas experiencias cinematográficas?  

R.: Una anécdota graciosa a raíz de mi papel en Ahora o nunca: Dani Rovira tenía que hacer su primera gala en el Goya y tenía que bailar claqué, me ofrecí a enseñarle y sí, vino a Riereta 13 a que le diera una clase. Lo que tiene más mérito, que se acordara de ello. Y es tan mono y tan agradecido que me enchufó en la película  Ocho apellidos catalanes… 

P.: Ah, pero en esa no te vimos… 

R.: Porque cortaron la escena; la debí hacer fatal… (risas) Yo la hice porque lo pagaban bien y Dani me lo había ofrecido; pero en general nunca repiten, soy malísimo (risas)

P.: ¿Y el baile? Fue lo primero, ¿verdad? 

R.: Yo hacía Filosofía, pero a mí me hubiera gustado ser dibujante porque se hacía en casa y no tenías que ver a nadie. Me parecía un trabajo superindependiente. Además, yo de pequeño dibujaba muy bien. Pero cuando quise ser dibujante me di cuenta de que no era mi fuerte. Por eso me matriculé en Filosofía, no en La Massana ni en Bellas Artes, pero como era muy amante de Fred Astaire… ¡Todas esas películas suyas en la tele! Me encantaba por aquello de que parecía que flotara, que no pesaba y eso me fascinaba y como Ana Maleras organizaba en Mallorca stages de danza y organizó uno de claqué, me matriculé y allí me quedé. Luego me fui a Londres a estudiar en el “London Dance Center” y cuando volví me puse a dar clases… Yo siempre digo: pasé de la cabeza a los pies.

P.: Pero la danza la empezaste con Montse Colomé… 

R.: Bueno sí, porque ella era alumna en el stage de Mallorca, éramos compañeros de clase. Pero Montse había hecho la carrera en el Institut del Teatre de Barcelona y había empezado a bailar ya desde los diez años en los esbarts de Gràcia y era una profesional de tomo y lomo. Me adapté, sin embargo, muy bien a lo de la danza, al ambiente, a crear en seguida, a hacer espectáculos… ¿Sabes lo que pasó? Es como en el momento adecuado, cuando haces las cosas y que todo te coincide socialmente… ¿Recuerdas los años ochenta que hubo un boom en Barcelona con Fama, la película? Se abrieron un montón de academias de danza y a muchísima gente le dio por bailar. En Cataluña la danza siempre ha tenido tradición, recuerda que la única academia que Isadora Duncan abrió en España fue en Cataluña. Pues en los años ochenta cuando yo empecé había un clima propicio en Barcelona para dar clases y enseguida me pude ganar la vida enseñando; había muchas oportunidades para hacer espectáculos, ir a festivales…

P.: Esa foto que te hizo Ouka Leele (Escuela de romanos, 1980) que hoy podemos ver en la exposición de “Fotocolectania” (La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988) donde representas a un hombre leyendo el periódico, mientras una pierna femenina se posa en tu cabeza y que se ha convertido en un icono de toda un época… ¿Qué significó en tu vida artística ese momento? ¿Vivías entonces en Madrid?

R.: No, era ella la que estaba entonces en Barcelona. Es más, todas sus fotografías más reconocidas, las primeras, las hizo en Barcelona. Eso viene del mundo del cómic. En los ochenta no sólo es el boom de la danza sino que también es el boom del cómic. Es el momento de El Víbora, de Cairo y yo también estaba ligado a este mundo, ya te he contado que yo trabajaba con Roger; su mujer era Isa Barraquer, pues la pierna en esa foto de Ouka Leele es la de Isa. Ella tenía muchos amigos del mundo del cómic. Creo que la foto la hicimos precisamente en la casa de Roger Subirachs que estaba en la carretera de l’Arrabassada y que había sido de su padre, el escultor. Ouka Leele lo organizó todo: “Quiero hacerte una foto: ponte a leer el periódico…” e hizo que Isa me pasara la pierna por encima. Y hace dos años le propuse que hiciéramos esa foto, pero al revés, a ver si me generaba algo… Porque verás, yo siempre he estado supeditado al mundo de las mujeres… Y como esa foto le dio fama, fui a Madrid y le propuse hacer esa foto a la inversa, para ver si así me venía la fortuna a mí.  “¡Ah, vale!”, me dijo, y la fotografié; la puse a leer y le puse mi pierna por encima… Y creo que sí, que sí ha sucedido; esa foto de hace dos años me ha traído suerte. 

P.: ¿Te hizo alguna foto más?

R.: No, fue la única, pero se convirtió en una de sus fotos más emblemáticas. Fue una foto que tuvo mucho éxito. Tuve mucha afinidad con ella. Me encanta como es. A ella le gusta mucho también el trabajo que hacemos…

  P.: ¿Tu alias “Tornasol” es un homenaje al profesor Tornasol de Tintín? 

R.: Eso también tiene que ver con Isa. Eso es porque los de El Rrollo Enmascardado (las primeras revistas underground que se hicieron de cómic con Nazario, Mariscal, Montesol, Roger…) hicieron una exposición en el “Magic” que era un bar en el Paseo Picasso y yo presenté allí una máquina que se llamaba “el ecoscopio” que era para que los sordomudos pudieran tener noción de lo que es el eco y porque mi hermano se había hecho novia de una chica cuyos padres eran sordomudos. Y le dije: “Voy a hacer una máquina para tus padres para que tengan noción de lo que es el eco”. Hice la máquina y la presenté allí. Hizo mucha gracia y entonces, Isa, dijo: “¡Ay, llámate “Tornasol”!”, por lo del científico loco, no porque me pareciera a él ─porque yo me parezco más a Néstor, el mayordomo, ¿no? (risas)─, sino por lo de la máquina,  como un artefacto del profesor Tornasol. Además yo no firmo “Profesor Tornasol”, sino simplemente “Tornasol”. A mi me gustó el nombre, pero identificándome más con él como fenómeno, por lo que tiene de camaleónico; porque yo me considero camaleónico.

P.: Marcos Ordóñez escribió que tienes tantos alias como veces te has reencarnado. Eso de la reencarnación debe ser algo como el reinventarse uno. ¿Por necesidad o por arte de magia?

R.: Yo creo que siempre hago lo mismo y eso son nombres concretos que me he puesto en momentos determinados y, ocasionalmente, algún disfraz. Para un anuncio de El País me pusieron unos dientes largos, me los regalaron y a veces los utilizo. Otra vez me llamaron desde Marbella para hacer de Drácula en Helados Miko y me hicieron unos colmillos preciosos, pero no los pedí y siempre me he arrepentido de no tenerlos porque ahora los podría utilizar, ¡con el partido que le he sacado yo a los dientes!, qué rabia, sí… (risas)

P.: “El hombrecito” es genial: amoroso, reposado, desacomplejado, está en paz consigo mismo y con el mundo. ¿Es el filósofo que te va dictando cómo enfocar el día? Viste como tú cuando estás en escena… ¿Tiene biografía? 

R.: Sí, viste igual que yo. Es un personaje que uso para dibujar. Yo uso ese monigote para identificarme, como mi caricatura. Una vez lo puse en pequeño en Facebook y alguien lo llamó “hombrecito” y me gustó. Desde entonces, lo hago pequeño y lo utilizo como mi autocaricatura.

P.: Saul Steinberg (1914-1999), el dibujante… El trazo viene de ahí, ¿verdad? El creó el vacío en el dibujo, tu ─al igual que Cesc Gelabert─ lo dibujas en el aire con tus piruetas…

R.: Steinberg es, simplemente, el dibujante que más me gusta. 

P.: Te defines como un hombre parco en palabras…

R.: Yo tengo una tendencia: cuando voy al médico, acaban hablando ellos; me preguntan ellos y acabo preguntando yo. 

P.: Eso debe ser por el pánico…

R.: Lo hago así por regla general.

P.: El gesto es tu herramienta expresiva. ¿Qué es en esencia el gesto?

R.: El gesto no sólo es un instrumento para comunicar algo, sino que es en sí mismo un conjunto de signos que crean una estética, un vocabulario. Sí, yo creo que hago coreografía gestual. Porque, por ejemplo, para expresar un beso trazo unos planos en el aire que es algo puramente estético, en sí no quiere decir nada, pero cómo llegas a ello hay un camino… Eso, un movimiento gestual con el brazo, es danza, es coreografía… Cuando hago un espectáculo, la danza es un componente pero siempre utilizo un texto. La danza sólo como lenguaje coreográfico abstracto me cansa mucho. A la que veo subir, bajar, bajar, subir… me pierdo, me agoto; necesito siempre meterlo como una emoción que se expresa dentro de un contexto, de una narrativa, como Bob Fosse que siempre utiliza la coreografía pero dentro de un contexto. No es tanto danza contemporánea, sino danza dentro de una narración…  

P.: Eres un hombre esencialmente de teatro. Actúas sin máscara ni disfraz (pantalón negro, camisa blanca y pajarita negra), aunque algunas veces te acicalas  como mujer: vestidos largos, pelucas de colores… ¿Qué tiene de programático todo ello?

R.: En general siempre hago ése. Pero una vez, para el Mercat de les Flors, hice un personaje femenino que se llamaba “Cleo”, con una peluca rubia, dura… Eran unos sketches que me quedaron muy bien: “Odio ser rubia” y “Odio limpiar”. Como me gustó mucho como quedó (la hizo Silvia), pues a veces la uso. En otras ocasiones, con mi hija por ejemplo para hacer broma, me pongo otras pelucas, pero a esta de Cleo le tengo mucho cariño, me quedaba súper bien y por eso de vez en cuando la saco. 

P.: Habiéndote rodeado de tantos artistas para llevar a cabo tu trabajo, me gustaría que pudieras definir sucintamente quién es quién y qué hace exactamente.

R.: Verás: Silvia Genovés es mi pareja artística, con la que siempre trabajo, y la madre de mi hija. Además de ser la parte plástica del espectáculo, hace escenas, imagina e inventa sus propias historias dentro de la obra. Paloma Unzeta es intérprete estable de la compañía. Lu Colomina es mi hija e intérprete estable y ahora empieza a ser creadora. Nahui Domínguez es intérprete estable de la compañía. Este es el núcleo. También podemos incluir como intérprete ocasional a Marcos Nacar (Zoe Nak, en La Mercé 2019), a Pepino Pascual, colaborador ocasional y una persona a la que adoramos. Y claro, a Montse Colomé que es mi pareja estable de baile (he tenido otras). Yo siempre digo que Colomina Colomé es otro negociado que tengo.

P.: Porque lo de Montse Colomé viene de lejos…

R.: A ver, imagínate, yo me llamo Ramón Colomina, me matriculo por primera vez en un stage de baile (en Mallorca) y la alumna más lista y que mejor lo hacía se llama Montse Colomé. Pues claro, dije: “¡Colomina-Colomé, bailarines de claqué!”. Yo era el más torpe: el primer día de clase ya me caí y estuve todo el curso con un brazo fracturado. Ella ya era una bailarina buena, pero yo soy muy tenaz y la conquisté (risas) y aun la tengo; pero la tengo bien contenta, sí (risas). Montse es una coreógrafa muy reputada, ahora mismo ha hecho las coreografías para los musicales La familia Adams y El Jovencito Frankenstein.  

P.: Tus trabajos han sido presentados en diferentes formatos: sólo en el escenario, bailando con otros artistas, en compañía de jóvenes promesas. ¿Tu obra es fruto de la experimentación o es un proyecto global que se desarrolla en distintos formatos? 

R.: Es las dos cosas. Por ejemplo, en los sketches que hacía para la tele, llegó un momento en que hacía todo lo que sabía hacer, que era: empezaba hablando, tenía que decir un texto, ese texto derivaba bailando y al final había una animación dibujada (eso en los dos últimos años del programa). Y entonces pensé: ahora estoy haciendo las tres cosas que más me gusta hacer: escribir, bailar y dibujar. Y después uno tiene más pericia en unas cosas que en otras y se le da mejor una cosa mejor que otra y a la gente le gusta más… A mi madre le encantaba que bailara, era lo que más le gustaba.

P.: La vida del artista es dura, siempre esperando que te llamen o… 

R.: No, la mía no ha sido nunca dura y yo nunca he esperado a que me llamaran. A mi hija le digo: “Mejor cabeza de ratón que cola de león. Y nunca esperes que te llamen. Tu haz tus propios proyectos y lánzalos”. Si te llaman, perfecto; pero no puedes estar sentado, como se supone que están los actores. Es una profesión ingrata y con el poco trabajo que hay y si encima vas a estar en casa, esperando a que te llamen… Y además, no por insistir te llaman más. Es muy complicado. Ni ellos mismos lo entienden. En España hay una leyenda que dice que cuando te dan un premio, después dejan de llamarte. Esto lo contaba siempre Terele Pávez que le dieron el premio por Los santos inocentes y resultó una maldición: estuvo dos años sin trabajar. 

P.: ¿Y por qué pasa eso? ¿Porqué los directores y productores creen que repercute en el caché?

R.: Puede, o bien porque te cogen manía o envidia o todo un compendio. Duras unos años y luego no se acuerda nadie de ti. Mira a Ariadna Gil, ¿cuántas películas ha hecho? Lo poco que le ha durado. Desaparece del mapa con treinta y pico años… 

P.: Debe ser porque le tienen envidia por tener de pareja a Viggo Mortensen… (risas)

R.: Seguro. Eso es mucha suerte y eso se paga, sí… (risas) Bueno, Ariadna Gil sigue haciendo teatro y alguna peli de vez en cuando pero es como si a partir de los cuarenta te descatalogaran.

P.: ¿Se puede vivir del teatro? 

R.: Nunca he pensado que pudiera vivir del arte que yo hacía. De hecho, siempre ha sido apuntalado. Cuando dejé la casa de mis padres y la carrera la dejé en el último curso porque ya vi que no quería ser profesor y que no me iba a poner a escribir, decidí que o bien sería dibujante o cuando empecé lo del baile, pues ya me fui para allí y fue todo muy seguido. Siempre fui modelo publicitario, luego director artístico para una agencia de publicidad durante bastantes años para marcas de tejanos, como Liberto, GLOBE… Fui director artístico de catálogos, organicé desfiles y castings de modelos, y con esto vivía pero no dejaba de hacer espectáculos. Y siempre ─como me ha pasado con este último espectáculo de La Mercè que ha gustado muchísimo─ me preguntaban: “¿Haréis bolos?” Soy incapaz de repetir. Puedo hacer los espectáculos de “Riereta 13” cada viernes durante dos meses; pero yo lo de los bolos lo hice de joven, ni los busco, porque no me gustan…

P.: Pero ahora sí que te dedicas solamente a eso.

R.: Claro, porque ahora estoy jubilado y cobro mi pensión. “Riereta 13” nos da para una cena en compañía. Nunca lo he hecho por dinero. Siempre me ha dado un poco, pero he tenido trabajos alternativos. Y en la tele me pagaban bien y allí me pasó una cosa: fue la primera vez que todas las casillas principales de mi vida se llenaron, que eran la casilla del trabajo (de la creación), la del dinero y la del sexo… En la tele me pagaban muy bien y hacía lo que quería, tenía toda la libertad para hacer lo que me gustaba. Durante unos años todo eso me coincidió, pero, en general, durante toda mi vida las he tenido pero desaparejadas. Siempre he vivido con muy poco dinero pero para mí eso no ha sido nunca ningún problema. 

P.: Esos videos caseros que cuelgas en internet ¿son obra? Recuerdo el último: una simpática crítica a los voceros magnificando la culpabilidad de alcaldesa Ada Colau por los robos en las viviendas en Barcelona. ¿Te consideras un activista?  

R.: Sí son obra, sí. No para nada, qué va, no me considero un activista. Ese video es de Silvia; ella sí que lo es. A ella le interesa mucho más la política; yo soy un soñador nato que siempre está en la luna.

P.: Buster Keaton decía: «¿El humor? No sé lo que es el humor. En realidad cualquier cosa graciosa, por ejemplo, una tragedia. Da igual». ¿Estás de acuerdo? ¿Cuáles serían tus referentes?

R.: Sí, y sí, yo también soy un poco impávido… A nivel teatral me influyó mucho Pina Bausch. Fue una experiencia iniciática. Yo ya hacía espectáculos, ya hacía algo que estaba dentro de esta tendencia y, claro, estar directamente con alguien que era un maestro en eso fue como si hubiera ido a clases con Steinberg, con alguien que es lo que a ti te hubiera gustado ser. 

P.: Tus referentes parecen provenir de ámbitos multidisciplinares pero también atemporales… ¿A dónde vuelves, una y otra vez? ¿Persigues un proyecto global que los contemple? 

R.: A los artistas que me gustan… 

P.: ¿Cómo Fred Astaire?

R.: Sí, aunque yo he dejado mucho el claqué, pero sí esa sensación de la ligereza, de no ser pesado. Si te fijas, los espectáculos que hacemos siempre son fragmentarios, todo tiende a durar poco, me gusta que sean sintéticos, para que no pesen, que no tengan gravedad… 

P.: Después de tantos años de trabajo, ¿crees que este puede adscribirse a una corriente artística? ¿Tu trabajo es inclasificable? Leyendo por aquí y por allá, me he encontrado un par de veces tu trabajo asociado con el underground y con lo contracultural, pero yo no creo que estés en eso actualmente… 

R.: ¿Cómo lo llaman, cómo lo llamarían? A ver, por ejemplo, la gente dice “Ramón y Silvia hacen un trabajo muy original. No se parece a lo que hace la otra gente”, pero tampoco veo que todo el mundo haga lo mismo, ¿no? Yo soy uno más de ese panorama. Y la gente del mundo del teatro que le gusta el teatro y lo sigue y se limitan a decir que es un teatro muy personal… 

P.: ¿Vas al teatro? Dicen por ahí, por ejemplo, que los escritores no leen… 

R.: No. No voy al teatro. No voy nunca al teatro ni a la danza… Fíjate, ni tampoco me gusta el teatro bueno. No me gusta ni como género. 

P.: ¿Por qué?

R.: Porque me aburro. Me gusta hacerlo, no verlo. Lo hago por comodidad porque es lo más barato. No me quita nada. Para “Riereta 13” yo me llevo un bafle y un ordenador; además el espacio de Riereta es nuestro, ponemos unas sillas, no tenemos iluminación, todo es muy simple…. Pero a la vez, claro, muy elaborado.

P.: Por supuesto, lo sencillo necesita mucha elaboración. 

R.: Para hacer algo de “Riereta 13” Silvia y yo nos pasamos todo un año creando material, pensando, escribiendo, madurando, ensayando con uno, ensayando con otro… Una semana estás muy inspirado y te sale y otra no… 

P.: ¿Cuál ha sido tu momento de plenitud artística? 

R.: Yo creo que siempre es el último, siempre digo lo mismo. Mira lo que me pasó el otro día. Me quedo en casa y quiero escribir y no me sale nada. Estuve dos horas y media sentado como en babia y lo poco que escribí fue: “Dejar que pase el tiempo sin pedirle nada a cambio”. Y es lo que he hecho. Hablé con un sobrino que es un crack informático y trabaja en Irlanda pero que de hecho es músico y me contó que tenía un bloqueo creativo, que estaba fatal. Y entonces yo pensé que quizás me pasaba lo mismo: ¡la sequedad que me temía!, justo ahora que me han pedido tantas cosas y me he comprometido a hacerlas todas: La Mercè otra vez, una “Riereta 13” para abril de 2020, un festival de danza con Montse, una cosa que me ha propuesto una biblioteca…  Pero ayer, me pongo y ¡chof!, ¡como un grifo! Me salió todo: Para Paloma, para Nahuí, para mí, para Montse… Ahora mismo tengo un momento muy potente, buenísimo y a lo mejor piensas que es el último porque tienes toda la experiencia y entonces te preguntas ¿Cuándo llegará la repetición? Woody Allen, por ejemplo: quien tuvo retuvo, pero no hay nada nuevo. Por eso me pregunto cuándo me llegará a mí y por eso también digo que el mejor momento siempre es el último. De todas maneras, considero que de todos los espectáculos que he hecho en “Riereta 13” ha sido el último el más compacto, el mejor… Las nubes entre las rocas, sí.

P.: ¿Cuál es tu mayor ambición? ¿Qué te gustaría poder hacer?

R.: No tengo ninguna ambición, pero me gustaría hacer un libro de chistes.

P.: ¿A qué no renunciarías por nada del mundo?

R.: A la libertad. 

P.: ¿Alguna afición que no sepamos? 

R.: Como vivo de mis aficiones y creo que son públicas todas…

P.: ¿Alguna cosa que no hayamos mencionado? 

R.: Una de las cosas que más me maravillan de mi vida es mi pareja con Silvia que siempre está en crisis pero que nunca se acaba. Es una cosa que siempre me maravilla. Silvia es como si el primer día que te ponen en el parvulario y te preguntas con quién juegas y dices que con aquella que parece muy divertida y es Silvia. Es la pareja con la que siempre me voy a divertir y sin embargo con la que siempre voy a estar en crisis. Nos reímos muchísimo.

 P.: Nos gustan las maravillas. ¿Te apetece acabar esta entrevista trasladándonos ni que sea con la palabra a algún lugar maravilloso? 

R.: De todo lo que he escrito, siempre recuerdo este texto; aunque lo hacía con un gesto: “Se van sumando los minutos, mientras se borran los segundos. Se vive, la vida que se pierde”. Me encanta.