«La escritura de Empar Fernández remueve los demonios que todos llevamos en nuestro interior», destacó Javier Hernández Velázquez, escritor y comisario-director de TFN 2017, en serle otorgado a la escritora el III Premio Ciudad de Santa Cruz convocado por el Festival Atlántico de Género Negro, por Maldita verdad (Versátil, 2016).
Empar Fernández (Barcelona, 1962) es licenciada en Historia Contemporánea y en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Novelista y profesora, ha colaborado también como articulista en prensa y como guionista en el cine documental (La ciutat foradada, 1998). Su producción literaria es extensa, tanto si contamos lo que ha publicado a nivel individual, como en esa peculiar relación “a cuatro manos” que mantiene con otros autores e historiadores con los que ha publicado otro singular número de obras: con Judith Pujadó, Planeta ESO (Premio Pere Quart de Humor y Sátira, 2002, adaptada y llevada a escena en la sala barcelonesa Versus Teatre en 2011), así como también 30, 40, l’edat amarganta (2004) y con Pablo Bonell (desde 2004, con Cienfuegos, 17 agosto) la celebrada serie de novela negra protagonizada por el subinspector Santiago Escalona: Las cosas de la muerte (2006), Mala sangre (2007), Un mal día para morir (2009) y la novísima Líbranos del mal (2020), además de Hombre muerto corre (2012) y de la novela histórica La mirada infinita (2014).
Premiada numerosas veces, su obra personal empezó ya premiada: Horacio en la memoria (XXV Premio Cáceres 2000) y le siguieron: El loco de las muñecas (finalista del IX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones, 2000), Para que nunca amanezca (Meteora, 2001), Hijos de la derrota (Meteora, 2008), La cicatriz (Multiversa, 2009), Mentiras capitales (Alianza, 2010), Sin causa aparente (Plataforma editorial, 2011), La mujer que no bajó del avión (Versátil, 2014), La última llamada (Versátil, 2015, Premio Tenerife Negro 2015), Maldita verdad (Versátil, 2016, Premio Ciudad de Santa Cruz de novela negra y del Festival Atlántico del Género Negro Tenerife Noir, edición de 2017), Hotel Lutecia (Suma de Letras, 2017), Irina (Versátil, 2018) y La epidemia de la primavera (Suma de Letras, 2019), entre otros.
P.: Si cogemos el grueso de tu obra (unas 23 novelas) entendemos que tu centro de interés es doble; quiero decir que por un lado tenemos la producción de novela negra ambientada siempre en Barcelona y la que aún siendo ficción se basa en temas históricos y que nos trasladan, además, a otras geografías. ¿Qué ha pesado más, tus intereses o los de las editoriales? ¿Qué te ha dado más reconocimiento o más lectores, lo policial o lo histórico?
R.: Lo que siempre ha pesado más, han sido mis intereses. No soy todavía una novelista a la que una editorial le pida una obra en concreto. Siempre hago lo que he tenido ganas de escribir… Siempre hago novela histórica contemporánea, no antigua ni moderna, porque es la parte que más conozco y me gusta y aunque quizás es lo histórico lo que da más prestigio, la novela negra tiene el plus que es una comunidad muy fiel: la gente te conoce muy pronto, te sigue; en ese sentido soy más conocida, por eso, para mí, la novela negra siempre ha sido más agradecida.
P.: Empezaste a escribir como historiadora para pasar más tarde a la ficción y seguir combinando ambas cosas. ¿Qué te gusta más, investigar para un tema o elucubrar una ficción criminal?
R.: Son cosas diferentes. Cuando encuentras el episodio histórico que quieres ficcionar es apasionante investigar; es una pasada, porque has de llegar al detalle, tienes que saber si en las trincheras, por ejemplo para La epidemia de la primavera, había luz de bombillas o no había luz; necesitas llegar a ese punto de concreción. Eso pasa cuando tienes el episodio y cuando sabes cómo van a ir, más o menos, los tiros de tu novela histórica. En cambio, en la novela negra sabes cómo funcionan las cosas, porque vives en ese momento contemporáneo, pero falta ese detalle para que tu novela tenga interés… Ambos procesos son fascinantes, pero completamente diferentes. La novela negra no necesita tanta documentación, pero tampoco es del todo irreal. Una vez escribí que los coches de alta gama tenían llantas de aluminio: pues no, los coches de alta gama no las tienen. Uno piensa que lo sabe todo y, sin embargo, uno se puede engañar.
P.: ¿Tu método de trabajo difiere según el tipo de novela que estés escribiendo?
R.: Siempre trabajo en una butaca, con el ordenador pequeño, en silencio y siempre por las mañanas, justo antes de ir trabajar o al llegar, porque trabajo en un instituto a media jornada… Siempre es así el método, trabaje en lo que trabaje.
P.: Con la serie del subinspector Escalona ya lleváis cuatro libros. ¿Habrá más entregas? Todas están ambientadas en Nou Barris, ¿por qué allí?
R.: En esta novela, Escalona hace sólo una aparición, casi cariñosa, para recodarle; no es el protagonista de la historia, no es el protagonista de Líbranos del mal. Quizás sí habrá más entregas. Pablo y yo hemos escrito desde siempre esta serie para divertirnos. Y está ambientada en Nou Barris porque yo nací allí y Pablo trabaja en un instituto de Nou Barris. Por eso dejé el Baix Llobregat, porque yo siempre estoy en el Baix Llobregat (risas) y por eso decidimos ir para allá.
P.: No te pregunto por eso de escribir a cuatro manos porqué sé que ya os lo han preguntado muchas veces. Sin embargo, sí que me gustaría preguntar, a raíz de vuestra última entrega, la novísima Líbranos del mal (2020), si lo que el personaje cuenta está escrito por el mismo autor que responde a su propio nombre. Para quien no la haya leído, Empar y Pablo, son dos profesores de un instituto donde hay una serie de asesinatos. ¿Cada uno ha escrito lo perteneciente a su personaje? Háblanos un poco de este proceso de escritura ya que aquí se ha renovado la estructura narrativa (muy interesante). Hacer esta pregunta me parece ineludible (risas).
R.: No, no, cada uno no escribe su parte. Pablo y yo siempre trabajamos de la misma manera. Generalmente él alumbra una idea, me la explica, la hacemos crecer un poco… Hacemos casi como si uno hiciera la escaleta de un guion y el otro lo escribe. Pablo es el que da la idea, conforma las escenas, programa. Él tiene el cerebro muy ordenado; yo no funciono así, de esa manera… (risas). Pablo indica cómo ha de ir todo, yo lo escribo y después lo desmenuzamos, lo acribillamos, lo cambiamos y lo analizamos entre los dos hasta conseguir la versión definitiva.
P.: Con Líbranos del mal (2020) has podido unir el mundo de le enseñanza con el del crimen… Qué atrevimiento, ¿no? Aunque en Maldita verdad (2016) ya había un suicidio de un adolescente por bullying en el instituto…
R.: Líbranos del mal surge una forma diferente. Pablo un día me llama y me dice: «¿Tú, yo, qué es lo que sabemos hacer? ¿Qué conocemos más a fondo? Somos profes, sabemos hacer de profes, ¿por qué no hacemos una novela hablando del instituto, haciendo nosotros de profes…?» Me costó mucho imaginar la estructura, pero tenía razón. Y de ahí, el libro.
P.: Es que la estructura está muy bien…
R.: Está muy bien, sí, pero hasta que no entendí lo que él quería hacer, me costó: Protagonista, novelista de novela negra dentro de la historia e investigadora dentro de ella… Son tres papeles…
P.: Se vive tan bien la vida en el instituto…
R.: Era la intención, estar dentro. Siento que Líbranos del mal haya visto la luz con mala pata. Ha tenido muy mala suerte, ha salido en muy mal momento, en plena pandemia: aparecía cuando cerraban las librerías. No tendrá mucha trayectoria porque se la van a solapar, en el momento que abran con las otras novedades; merecería un poco más de suerte.
P.: Todo lo relativo al mundo de la enseñanza, siempre que has podido lo has insertado en tus libros, ¿por conocimiento o por militancia? ¿Qué piensas de cómo se ha llevado el tema de cerrar las escuelas por la pandemia? ¿El derecho de los estudiantes se ha vulnerado? Los profesores no han tenido nada qué decir, no se les ha consultado nada de nada…
R.: La verdad es que un poco lo hago por militancia: yo milito en la escuela pública, defiendo que la escuela pública es digna, que la gente puede llevar a sus hijos tranquilamente, al menos espero que sea así… Con respecto a la pandemia, como las cosas fueron como fueron, se cerró de un día para otro; nos quedamos todos completamente estupefactos… Creo que se ha llevado peor lo de abrirlas. Se ha programado para a abrir en una semana… Me consta que no todos los centros han recibido las normas de seguridad. Se ha volcado la responsabilidad en los directores de los centros sin que tengan los recursos necesarios. Quizás se han tomado medidas precipitadas, lo cual ha llevado a decir a veces blanco, a veces negro. Creo que fue oportuno cerrarlas, pero se tendría que haber manejado mejor la reapertura.
P.: Tu obra negro-criminal en solitario: El loco de las muñecas, Sin causa aparente, La mujer que no bajó del avión, La última llamada, Maldita verdad… Por ejemplo, en Maldita verdad (2016) hay una historia de crecimiento personal, pareces reflexionar sobre nuestras contradicciones. Creo que toda tu obra destila siempre mucha empatía hacia los personajes… ¿Hay algo que lo ciña todo?
R.: Lo que sí que se encontraría en casi todas las novelas negras que llevo escritas es que generalmente siempre se plantea un dilema. En Maldita verdad: ¿quiero saber? ¿pero me conviene saber? La verdad es que a los protagonistas no les convenía saber; en La mujer que no bajó del avión tampoco convenía saber la verdad, era un caso de crimen por omisión de ayuda. A veces tenemos el crimen como algo malvado, perverso… pero a menudo es mucho más complejo, ¿qué nos lleva a cometer un crimen, o a presenciarlo y, en cambio, no hacer nada por evitarlo? Me interesa el dilema; a veces es un dilema moral, en otras, un dilema ético, o incluso es poner una balanza para saber qué me conviene más, una cosa u la otra.
P.: Tu obra con base histórica: Horacio en la memoria, Hijos de la derrota, Mentiras capitales, Hotel Lutecia, Irina, La epidemia de la primavera, éste, para mí, tu libro más importante… ¿De qué habla Horacio en la memoria? En los siguientes libros encontramos los temas: la postguerra española, la Europa de entreguerras, los niños de la guerra, la primera guerra mundial… Siempre la guerra… ¿Cuáles son tus razones?
R.: Primero te explico Horacio en la memoria. No es el Horacio clásico; este vive en la edad contemporánea, no pertenece al género histórico. La idea nace de dos líneas en el Periódico de Catalunya que relataba que en Can Tunis, en la ladera de Montjuïc, había muerto un anciano quemado, accidentalmente, en su chabola y que durante sus últimos años se había dedicado a cuidar unas muñecas: vestirlas, lavarles la ropa, peinarlas… A partir de aquí, la novela consistió en imaginar una historia que diese pie a explicar su locura: la de un hombre que pierde a su hija… Todo eso hay que construirlo hasta llegar al momento en que pierde verdaderamente la memoria y se convierte en esa persona completamente enloquecida que cuida de las muñecas.
Y sí, soy historiadora; a los meteorólogos les gustan las tormentas, a los historiadores nos van las guerras (risas). Los hechos que adquieren una dimensión, una proyección internacional o nacional, son los que más nos llaman la atención, por eso hay tantas películas de guerra…
P.: Con La epidemia de la primavera hiciste un gran trabajo de investigación. Ha resultado ser un libro muy importante, además del propio relato, para argumentar el porqué y el cómo de la mal llamada “gripe española” durante la primera guerra mundial. ¿Este actual virus, el covid-19, te ha hecho pensar en alguna concordancia o coincidencia en tu novela?
R.: La verdad es que lo recuerda mucho. Sobre todo, en lo que más se parecen, es que cuando la oleada, cuando la terrible y mal llamada gripe española, llega en Barcelona, la ciudad se vuelve un caos: no hay ataúdes suficientes, no hay carros para llevarse los cadáveres, no se encuentran curas para oficiar ni para las extremaunciones… Fue un gran caos el que se vivió en Barcelona durante los primeros días. La gente que tenía dinero se encerró en sus casas, no tenía por qué salir… Algunos médicos, algunos sacerdotes, sí lo hicieron; a nosotros nos confinaron un poco por obligación, pero también era lo que tocaba hacer. Pero, sí el desconcierto que se apodera de la ciudad y de la ciudadanía esos primeros días recuerda muchísimo lo que acabamos de vivir…
P.: Sé que una de las cosas que más te interesan a nivel literario son los diálogos. Te gusta especialmente encontrarlos en algunas películas. ¿Son los diálogos lo que más te gusta trabajar en tus libros? ¿Eso quizás es lo que te llevó a hacer de guionista una vez? ¿Te gustaría repetir?
R.: Me interesan los diálogos precisamente por la dificultad que entrañan… Es difícil escribir diálogos y lograr que no resulten impostados. No es lo mismo lo que hablamos que lo que escribimos. Un diálogo ha de ser como hablamos, por eso los voy repitiendo en voz baja mientras los estoy escribiendo (risas): la naturalidad del diálogo me preocupa mucho. Lo que más me gusta hacer son las descripciones. Yo soy una novelista descriptiva: cómo es una ciudad, cómo es una habitación al entrar en ella… Los diálogos me preocupan y me esmero por conseguir la naturalidad, pero soy mucho más de descripciones que de acción.
P.: ¿Tienes algún referente muy especial en eso, algún autor que te entusiasme?
R.: Si tuviera que decir quién me gustaba como dialoguista, te diría que Simenon; los diálogos de Maigret son fluidísimos, nunca hay nada que sobre. Él no pregunta nada más de lo que quiere saber; quizás los interpelados se explayan, pero él siempre va a la concreción; nunca pone una palabra de más.
P.: Ese interés por trabajar los diálogos quizás te llevó a hacer esa incursión como guionista en La ciutat foradada (1998)…
R.: No, porque ese guion no tenía apenas diálogos. Era sobre los bombardeos en Barcelona y los refugios que la gente se construyó para protegerse de ellos.
P.: De todas maneras, ¿te gustaría repetir la experiencia?
R.: Si, sí, claro. Me encantaría repetir de guionista, pero nos costó tanto: levantarlo, filmarlo; tanto esfuerzo, tanto dinero, tanta dedicación… Quedamos un poco exhaustos; en esas condiciones no, pero en otras, mejores, claro que sí…
P.: Has hecho de historiadora para Cornellà de Llobregat, tu ciudad: Vostres i de la causa. Cornellanenques del 36 (2006), La jornada interminable. Vida y trabajo de las mujeres andaluzas en Cornellà de Llobregat (2008). Éste último es un trabajo conjunto con tu hija, Júlia Tardà… ¿Una familia de historiadores?
R.: He hecho libros de difusión histórica, cosas que puede leer todo el mundo sobre su propia historia. En La jornada interminable… las protagonistas de la historia eran las mujeres andaluzas, establecidas en el barrio de Sant Ildefons, en Cornellà de Llobregat, que trabajaban fuera de casa, y también dentro de ella cuando volvían del propio trabajo, cuidando por ejemplo de los hijos de una vecina: una jornada que no se acababa nunca; de ahí el título. Fue un libro muy bonito de hacer. Ella, Júlia, hacía las entrevistas y yo el contexto.
P.: Casi un libro por año; más de uno, de hecho. ¿Cuál ha sido el más vendido? Has ido cambiando de editores. Quien más te ha publicado ha sido Versátil; has estado en Suma de Letras y ahora mismo has publicado en Almuzara… ¿Escoges o te escogen?
R.: El libro más vendido ha sido Planeta ESO; sin duda. Yo no escojo editorial. Tengo agente literario y es quien mueve la novela, siempre buscando el mejor postor… Cada libro tiene su historia.
P.: Imma Muñoz, que te entrevistó para El Periódico en 2015, escribió: “Le falta un premio importante, uno de esos que te ponen en el mapa», dicen en Versátil. Últimamente se ha quedado a las puertas de dos premios internacionales de novela negra, el Medellín Negro (en el 2013) y el Ciudad de Carmona (en el 2014), y en el 2007 fue finalista del Premio de Novela Fernando Quiñones, que convoca la Fundación Unicaja y supone la publicación del libro en Alianza Editorial, una de las grandes…” ¿Tienes lo que deseas o realmente te falta algo importante?
R.: Sí, tengo lo más importante porque puedo seguir escribiendo y seguir publicando. Necesitaría más ventas para que cada publicación no fuera una nueva lucha, sin ese volver arrancar, sin ese tener que luchar por cada novela para colocarla; sin ese desgaste, en definitiva.
P.: ¿Puede ser una razón el hecho de no tener un blog donde reunir a seguidores y lectores? Es bastante raro hoy en día que una escritora no tenga un blog personal…
R.: No tengo tiempo; no me interesan las redes sociales. Las uso como puedo para mis libros, pero creo que lo que yo piense no interesa a nadie, más allá de mi casa y de mis amigos… No, no…
P.: ¿De qué libro te sientes más satisfecha, más representada, como autora? ¿Por qué?
R.: Quizás de La epidemia de la primavera, sí. Generalmente siempre decimos que el último, pero ése me gustó mucho hacerlo y como quedó; aunque su título original no era ése, se titulaba Influenza.
P.: ¿Has quemado algún original?
R.: No los he quemado, pero hay muchos sepultados en el fondo de un cajón; tengo unas seis novelas escritas sin publicar… (risas)
P.: ¿Qué libro te hubiera gustado haber escrito? ¿Cuáles son tus escritores de referencia?
R.: Sin haber pasado por su historia cruel y dramática, me hubiera gustado escribir Suite francesa, de Irène Némirovsky. Me gustó mucho y además lo escribió muy joven. Impresiona por cómo ella se maneja, por cómo enfoca: tiene una visión amplísima sobre la realidad, no intenta juzgar en un momento histórico en que todo es juzgado.
P.: ¿Con qué te distraes cuando ni escribes ni trabajas?
R.: Durante este confinamiento las series han sido mi evasión. Me gusta mucho el cine, me gusta mucho ir sola al cine, me gusta leer, me gusta caminar… La verdad es que me faltan horas en el día…
P.: Háblanos de los festivales: ¿Son verdaderamente espacios de encuentro? ¿Hay mucha competencia y egos sueltos? ¿Cómo es ese mundo?
R.: Es un mundo muy endogámico (risas). Lo de los festivales, a veces, cuando tu novela destaca un poco, se convierte en un tour. Funcionan si tienes una novedad, pero lo que es muy agradecido es encontrarte con los lectores que acuden, que te escuchan, que se interesan. Y además haces amigos con los otros escritores: con Toni Hill nos hemos encontrado hasta diez veces en diferentes festivales, por toda la geografía, y con Nieves Abarca, con Graziella Moreno… Y claro, tenemos cosas en común. En ese sentido, los festivales están bien, pero no creo que los festivales aporten mucho a la teoría de la novela negra, es difícil innovar de un festival al siguiente. Hacen comunidad y eso está muy bien, es bueno.
P.: ¿Crees que en el colectivo se ha superado eso del género, ese umbral donde el rol mediático lo ejercen sólo los hombres escritores? ¿En qué momento crees que se hizo realidad, que ya no se practicó más la diferencia de género?
R.: Yo no creo que se haya superado en ningún momento, en ningún momento. Continúo pensando que los autores de novela negra siguen leyendo solo a autores. Las escritoras estamos siempre como en segunda división. Durante años, en muchísimas mesas redondas solo había hombres. Hará cinco o seis años, un poco por decencia, se empezó a incorporar a alguna mujer, pero no siempre se hace. Me consta que los autores leen prioritariamente solo a escritores; las autoras, en cambio leemos todo: a hombres y a mujeres. No entiendo por qué, ya que yo puedo escribir con tanta truculencia como un hombre… Nos limitan. Es cierto, no se ha superado de ninguna manera. Es como en las tertulias de futbol, que ponen a una mujer; pues a veces, nosotras nos sentimos así…
P.: Y si es mona mejor, ¿no? (risas)
R.: Sí, si es guapa mejor, sí (risas) y para decir que no nos ignoran, pero nada más.
P.: ¿Qué otros proyectos tienes?
R.: La última novela que he acabado es una novela histórica que explica la historia de una mujer que se exilia, que va a parar al campo de Saint-Cyprien, que después irá a México y más tarde vuelve. Es una impostora y vivirá en Marsella justo cuando los nazis la ocupan. Es una novela muy emotiva. La he acabado hace poco. Tengo también dos novelas infantiles que no encuentran editorial quizá porque mi estilo es un poco intimista, no predomina la acción tanto como se acostumbra. Me haría ilusión publicarlas…