De profesión, sus detectives: Entrevista a Rosa Ribas

Colección maravillas

 

 

Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963), doctora en Filología Hispánica, se trasladó a vivir a Berlín en 1991 y, en 1993, a Fráncfort, donde fue lectora de español en el Instituto de Románicas de la Johann-Wolfgang-Goethe Universität y profesora titular en la Universidad de Heilbronn. Entre 2008 y 2011 desarrolló para la editorial alemana Klett “Con gusto”, un método de español para alemanes. Como escritora se dio conocer al gran público con la serie de novela negra protagonizada por la comisaria Cornelia Weber-Tejedor: Entre dos aguas (2007), Con anuncio (2009), En caída libre (2011) y Si no, lo matamos (2016), donde la ciudad de Fráncfort es geografía principal. Barcelona también lo ha sido, explicando otra  época y escrita a cuatro manos ─junto a Sabine Hofmann─: Don de lenguas (2013),  El gran frío (2014) y Azul marino  (2016), la trilogía de los años oscuros protagonizada por la joven periodista Ana Martí. Cuenta en su haber mucha más obra; entre ella destacamos: La detective miope (2010), Pensión Leonardo (2015), Miss Fifty (2015), La luna en las minas (2017) y Un asunto demasiado familiar (2019), que es su última obra publicada. Además, desde 2017, es columnista habitual en la sección Opinión de El Periódico de Catalunya

Fernando Pérez Ávila escribió en el Diario de Sevilla a raíz de su último libro, Un asunto demasiado familiar: «A Ribas los corsés del género, si es que de verdad los hay, no parecen apretarle sino todo lo contrario. Su literatura vuela alto, muy por encima de la trama. La construcción de los personajes y sus relaciones entre ellos es quizás lo mejor de un libro que se termina y deja las ganas de que a la autora le dé por continuar por ese camino y hacer una serie con esta peculiar agencia de detectives. Como ya lo hizo con la trilogía de los años oscuros, en los que una periodista investigaba crímenes en la Barcelona de los años 50, a lo largo de tres libros».

P.: ¿Tu protagonista Cornelia Weber-Tejedor pertenece al pasado o sigue presente en tu imaginario? 

R.: Cornelia, actualmente, es el pasado. Es el pasado porque ahora estoy viviendo con otra gente en mi cabeza que es la familia Hernández. Cornelia me ocupó mucho, me gustó mucho y es mi primer personaje importante, pero creo que ya llegó el momento de poner punto final. Dije que quería escribir quizás cinco, pero en la cuarta creo que el cierre era ya lo bastante bueno para poder decir: aquí lo podemos dejar. Y aunque tenía un final muy bonito para Cornelia, ahora no se notaría energía en estas novelas porque no hay un reto… Cuando escribo una novela tengo que hacer algo que sea nuevo y fresco para mí, tengo que estar enfrentándome tanto a temas de contenido, como a cuestiones técnicas, que sea algo nuevo. Aunque al personaje lo sigo queriendo muchísimo y tengo que decir que la echo de menos, pero creo que está bien donde está.

P.: ¿Lo mismo pasaría con tu otra protagonista Ana Martí? 

R.: Sí. Ana Martí sí que está cerrada completamente porque era una trilogía. Dijimos que serían tres novelas sobre los años cincuenta y las escribimos. Aquí sí que dejamos muy claro que ya no habría continuación, a pesar de que nos pedían más porque es un personaje que gustó mucho, la época es muy atractiva, ella iba creciendo… Creo que hicimos bien. Hay que dejar a los personajes en el momento en que están todavía vivos y enteros y con ganas. Si quieres a un personaje no puedes maltratarlo, no puedes convertirlo en fórmulas como sí han hecho tantos. Porque se nota el cansancio. Notas que el autor ya no tiene ganas, lo hace porque el público lo demanda. Eso no es justo. Si los quieres, no les puedes hacer eso. Así que Ana Martí está bien. Dijimos que era una trilogía sobre los años cincuenta y la última novela termina a finales de  noviembre de 1959, así que son los cincuenta. No se podía hacer más. Ya está. 

P.: Cornelia y Ana son tus personajes de más rendimiento. Hay otros que han sido cosas en el camino. Ahora, por lo que parece, tu nuevo libro Un asunto demasiado familiar, se está convirtiendo en tu nuevo proyecto. ¿Cómo nació? ¿Qué idea tenías? 

R.: Todas las novelas nacen también de las anteriores. En las novelas de Cornelia aparecía ya el tema de la familia. Recuerdo que en la Universidad de Barcelona me invitaron a unas jornadas sobre novela policial, análisis de diferentes  tradiciones [«La Famiglia»: gènere(s) i postcolonialisme en la novel·la negra, 2016]. En este congreso se hablaba de la presencia o no de las familias en la novela negra. Se habló, por ejemplo, de su inexistencia en los clásicos norteamericanos, de personajes que parecían haber salido de la nada: la mayoría tenían quizás exparejas o hijos en algunos casos, pero no tenían  padres, no tenía tíos, no tenían primos… y fue muy interesante constatar que solamente en las novelas sobre la mafia se hablaba de la gran familia… (risas) La mayoría no trataban el tema familiar. Pero cada vez, en la novela negra, los personajes se van humanizando más. A mí me invitaron precisamente porque en las novelas de Cornelia la presencia de los padres era muy importante: la madre gallega, el padre alemán, se hacían mayores… Cornelia se preocupa por todo ello. Me invitaron porque justamente representaba una nueva corriente dentro de la novela negra. En ese momento, curiosamente lo que yo quería escribir era una novela sobre la familia… Lo iba pensando, tenía muchas ganas… Es un tema que me interesa; está en todas mis novelas. Fue como un encadenamiento al revés. Empecé con el tema familiar y de ahí pasé a esas características constantes: los silencios y los secretos (todas la tienen),  y dada la proximidad natural que tengo a la novela negra, pasé a una familia que debe descubrir secretos pero que tienen uno en casa sin resolver y allí salió la idea de los detectives Hernández… Poco a poco fui creando esta constelación; quería que fueran dos generaciones de detectives, por eso Mateo tenía que tener los cincuenta y muchos, tener hijos rondando la treintena porque ya podían ser profesionales pero no tanto como él. 

P.: Esto ya lo sitúas en la actualidad…

R.: Está situado, más o menos, sobre el año 2015-2016… Me di cuenta de que era paradójico que yo escribiera sobre la Alemania contemporánea y sobre la Barcelona del pasado. Y me dije: vamos a hacer ahora la Barcelona del presente. Hay un cierto punto de nostalgia en esto… Pronto llevaré casi treinta años fuera. 

P.: Ahora estás escribiendo desde Barcelona…

R.: Estoy en Barcelona escribiendo sobre Barcelona…

P.: ¿Es lo mismo que hacías en Fráncfort sobre la serie de Cornelia?

R.: Sí, pero la sensación es diferente. La serie sobre Cornelia fue vivir la ciudad de Fráncfort muy intensamente, de una manera muy inusual. Sin embargo, estar en Fráncfort escribiendo sobre Barcelona era estar volviendo a Barcelona, como me pasó con la serie sobre Ana Martí y con esta primera novela sobre los detectives Hernández… Ahora sí, es la primera vez que estoy en Barcelona escribiendo sobre la ciudad, para la segunda parte. Ahora mismo estoy en inmersión: caminas por la ciudad de los personajes, ves los escenarios, me gusta captar detalles; los estoy viendo en la calle. 

P.: Una novela negra en un barrio de Barcelona, no tiene nada de glamuroso. El barrio de Sant Andreu que siempre se ha considerado un pueblo…

R.: Yo también soy de un pueblo grande, que se llama ciudad, El Prat de Llobregat. Yo buscaba un lugar donde encontrar relaciones sociales similares. Barcelona es una gran ciudad, pero cuando vas a una ciudad pequeña como es el Prat o a un barrio como Sant Andreu la gente sabe cosas de todos. Buscaba personajes poco glamurosos y un detective muy de calle, como es el padre, Mateo, que saca su información de la calle. No quería un detective tópico. Quería un detective más cotidiano y que hace lo mismo, tiene sus informantes, pero son del barrio, son gente que conoce, lleva la antena puesta, va captando información…

P.: ¿No te parece eso un riesgo? Cuando alguien vive en un barrio no pasa desapercibido, sus seguimientos pueden quedar al descubierto por ser demasiado conocido.

R.: No, no. Él sabe mucho porque vive en ese barrio, pero la agencia no vive solo del barrio puro y duro y le llegan encargos de fuera. Es una agencia de bajo presupuesto, no es una agencia carísima. Él obtiene mucha información de eso y le va bien para asuntos como falsas bajas, absentismo escolar o laboral… Él no trabaja solo, tiene a sus hijos. Además Sant Andreu no es un barrio tan pequeño. 

P.: Eso te lo decía porque escuché razonar recientemente a un escritor de novela negra la imposibilidad de pasar desapercibido en una ciudad pequeña… 

R.: Justamente es eso lo que me gusta: todo se sabe pero no se dice; es muy de pueblo, los secretos casi nunca se le dicen directamente al afectado… Él sabe que cuando entra en bar Versalles todo el mundo se queda un poco tenso porque saben que él es detective, pero como es vecino, poco a poco, la gente se relaja y hay un momento en que le sueltan una perla y eso es lo que lo hace especial…

P.: El personaje de la madre me ha parecido también muy fuerte: es alcohólica, aunque allí no hay sordidez. En la novela no se ve como algo que se quiera amagar…

R.: Ellos sí la esconden, no quieren que la madre salga a la calle. Lola,  tiene un problema, sufre un trastorno psíquico, su adicción sólo es un síntoma de eso… Es una mujer que destacó en todo intelectualmente, es la más inteligente de todos, pero que apuntaba ya eso y en un momento dado su mente se quebró, fue entonces cuando el alcohol entró en su vida… Para el padre es una ocultación constante: si no sale de casa, todo el mundo está más relajado. En casa, su alcoholismo, se acepta como normal, para los hijos es la normalidad; rarezas, esas enfermedades que se aceptan en todas las familias… 

P.: Todo de puertas adentro, claro… 

R.: En los pueblos se dice todo de manera indirecta, aquí los vecinos saben, comentan, que las mujeres de la familia Obiols son un poco raritas… En la primera escena, cuando la vemos en el entierro, Mateo la saca como puede de la iglesia, para que no la vean… Son conscientes de que no hay que dejar que la vean; la protegen. 

P.: No es que teman que eso sea malo para el negocio…

R.: No, no; la protegen y la necesitan. Todos giran alrededor ella. Es como un sol alrededor del cual todos giran como planetas, pero es un sol negro. Ella tiene una visión absolutamente negativa del mundo y del humano, y como dice su hija, por eso Lola siempre acierta, porque entiende los motivos mezquinos que tiene la gente.

P.: Lola es como un faro que está ahí para que no anden a ciegas…

R.: Sí, es un faro, pero loco, que se enciende cuando le da la gana pero que también los puede hacer naufragar… Ella es el centro de la novela, de la constelación familiar. Te puede mandar un destello pero tienes que entenderlo… Si lo entiendes, la aciertas y si no, te equivocas… Mateo no puede pasar sin ella. Sólo con saber que ella está allí, Mateo lo tiene todo más claro.

P.: Te has inspirado en alguien al ponerles esa edad…

R.: Lola, tiene mi edad, nació en 1963 y Mateo es dos años mayor. Esto también me permite que tengan unos hijos y unos abuelos; que pueda haber tres generaciones. Esto te permite tener la historia de toda una familia. Los casos son disparadores para la historia, necesarios para que interactúen entre ellos: pasan cosas, se pelean, se ponen de acuerdo a veces; los ves evolucionar.

P.: Más no podemos contar. Hay que leerse el libro. Tus personajes están muy trabajados, sobre todo a nivel psicológico…

R.: Es lo que más me interesa, lo que piensan, lo que hacen. Cuando sé cómo son, sé cómo será la historia. Un personaje no funciona sólo con adjetivaciones, tiene que tener personalidad y sobretodo hay que cuidar muchos los secundarios…

P.: Como Ayala, el ayudante… Esos personajes que no están en el núcleo familiar pero que siempre está ahí, de esos que reconoces enseguida, que dan sosiego…

R.: Sí, sí. Ayala… Estos personajes yo los disfruto mucho. Como el padre de Mateo, los viejos que juegan en el bar Versalles, la esteticista que además echa las cartas… Esos personajes son les que le dan vida a la historia. Interactúan y te los crees. 

P.: Siempre hay un caso que resolver… Aquí un posible secuestro. Eso es lo que definiría que tu novela es novela negra.

R.: Yo no la considero novela negra…

P.: Pero estás etiquetada así…

R.: Bueno, sí, qué le voy a hacer… (risas). Sabía que me la jugaba. A mí me gustaba la idea de que fuera una familia de detectives. La historia principal es la desaparición de la hija mayor… Ése es el verdadero secreto, y ése es el gran disparador, los pone a todos en marcha… Es novela negra por lo que investigan, pero yo digo que si es negra es porque habla de una familia (complejas y oscuras siempre), pero no es una novela negra al uso.

P.: La novela se cierra bien, con un misterio resuelto y con una tendencia a una posible armonía. Sabemos que de aquí pueden arrancar muchas más cosas. Podría haber quedado aquí y punto; parece concluyente.

R.: El caso principal sí es lo es. Cierro el caso más importante pero dejo hilos abiertos, cabos sueltos que ya dejé preparados para la continuación. No quiero tener un lector cautivo, sólo que se quede con algunas dudas. (risas). 

P.: ¿Cuándo saldrá publicada la segunda entrega?

R.: A principios de 2021. Lo más atractivo es eso que has dicho tú: hay un final armónico pero hay que llegar al día después, después de las letras del fin: ¿Qué   pasa al día siguiente?

P.: Con este libro cambiaste de editorial…

R.: Quería dar un paso más y estoy muy contenta.

P.: Estás codeándote bien con grandes escritores… 

R.: Me han hecho sentir como en casa, formar parte de una gran familia, desde el primer momento…

P.: ¿Tienes algunos autores que sean referentes para ti en el sello Tusquets? 

R.: Uno de mis favoritos y que no es de novela negra, por ejemplo, es John Irving. Creo que no hay ninguno de sus libros que no haya leído. Me maravilla. Es uno de mis autores de referencia y está en Tusquets.

P.: Hablemos de lecturas pues…

R.: Leo de todo y de autores que hacen cosas muy diferentes a las que hago yo. Me encanta Fred Vargas, una de mis autoras favoritas, y también Patricia Highsmith. Me gusta mucho también Ruth Rendell, pero a veces me gusta algo más tranquilo, tipo P.D. James. Cuando le dieron a P.D. James el Premio Carvalho (2008) me tocó hablar a mí;  me gusta eso de que ella tiene siempre un misterio, una imagen inquietante inicial, como los zapatos…

P.: Estamos hablando de literatura escritas por mujeres. ¿Diferencia algo a un escritor y una escritora? 

R.: Yo creo en la personalidad de los autores y de las autoras. Con las autoras compartimos eso de ser mujeres. Hay muchísimas mujeres, sin embargo, que no me gustan nada…

P.: A veces hemos leído libros que sabemos que no recomendaríamos a un chico; en cambio leemos otros, como Philip Kerr, per ejemplo, y sabemos, perfectamente, que lo podemos hacer sin precaución alguna.

R.: Hay temas que están muy bien pero que no nos interesan; las mujeres nos acercamos a ellos por curiosidad. Las mujeres están más dispuestas a interesarse por el mundo masculino, cosa que en general no se produce al revés. Si lees un libro o película etiquetada para hombres, no vamos a tener ningún problema con él porque allí su masculinidad no está cuestionada. Lo que se ve como propio para mujeres está socialmente peor visto: una revista de mujeres está siempre por debajo, en apreciación, que las de hombres. 

P.: ¿Y esto pasa tanto en Alemania como en España?

R.: Por supuesto. Esto es universal.

P.: Hablemos de tu colaboración con El Periódico de Cataluña ¿Te lo piden o tú lo propones?  Creo contar hasta 48 artículos… 

R.: Cada mes me preguntan sobre qué voy a escribir. Yo hago una propuesta, les propongo un tema, y entonces deciden si será tribuna o columna. A partir de ahí, lo hago de una manera o de otra para que se adapte a la estructura acordada.  

P.: Desde 2017, ¿verdad?

R.: Sí, ya llevo 51 artículos. Me hace mucha ilusión porque es otra forma de texto que te permite una reflexión breve sobre un tema que te importa. Cuando vas escribiendo vas pensando… Tengo listados de temas que a veces son de actualidad pero a veces son más atemporales… A veces tienes que ver con el lenguaje, con la comunicación.

P.: ¿Alguno significativo?

R.: Uno que fue muy importante y que le  puse el título de esa canción de los Beatles “With a little help from my friends” [27/09/2017] lo escribí en un momento de mucha presión con el procés. Me posicioné políticamente y escribí que no creía que mis amigos me dirían nunca “facha” por no ser independentista. Pensé: mis amigos saben cómo soy, nunca me van a llamar así; nunca los voy a perder. Recibí montones de correos de lectores y de amigos de todas las posiciones políticas, preciosos. Otro, que me agrada recordar, fue con ocasión del tema de los másteres falsos. Pensé en todo lo que me había costado a mí formarme y a todo lo que había renunciado para que luego a otros se lo regalaran por la cara: ¡me salió una lista enorme! (risas) 

P.: ¿Tienes algún proyecto a largo plazo con el que soñar? 

R.: Yo quiero ser escritora siempre. Era lo que quería. Sin embargo, la presión es enorme y por ello pensé en hacer algo que pudiera hacer mal y que no pasara nada (risas)… y empecé a tocar el violín, por gusto. Ahora mismo estoy torturando a mis vecinos (risas)… 

Fotografía de Klaus Reichenberger