Fotografía de Óscar Astromujoff
Montse Serrano (Barcelona, 1955) es librera y licenciada en Ciencias de la Información. Recién acabados sus estudios no dejó la oportunidad de quedarse con el traspaso de la librería Bernat, situada en su mismo barrio. Gestionar la librería de la calle Buenos Aires, número 6, de Barcelona, se convirtió, desde 1978 y hasta la fecha, en su profesión. En 2010 la librería se amplió, sumando al original el local vecino, donde hasta ese momento había una sex-shop, circunstancia que ha provocado, ocasionalmente, historias extraliterarias e, inclusive, literarias. Desde entonces su sede es Buenos Aires, 6-8, y el nombre de la librería es +Bernat, con lo que se subraya el nuevo enfoque del establecimiento: + libros, + metros, + clientes, + socios, + café.
En 2011 Montse Serrano recibió el premio “Millor iniciativa Comercial en Innovació”, otorgado por la Generalitat de Catalunya y el FIDEM, como Mujer Emprendedora en 2013. Es coautora, junto a Isabel de Villalonga, de la publicación Barcelona en silla de ruedas: Una guía accesible de la ciudad (Alba Editorial, 2005). Toda una vida entre libros, autores y lectores hizo que Montse Serrano emprendiera en 2013 otro reto: fundar un sello editorial propio. Uno de los muchos libros publicados es Todo pasa en la calle Buenos Aires (2019): sus memorias como librera tras cuarenta años de profesión. Todo lo que pasó, todo lo que se leyó, todo lo que escuchó, todo lo que se vivió, todo lo que se rió, e incluso todo lo que se lloró en esos cuarenta años, está allí contado: excelente y amena materia literaria en sus manos. Ese mundo sirvió también a Enrique Vila Matas, escritor barcelonés y afincado por ese entonces en el mismo barrio, para reinventar al personaje de Montse y hacerlo inmortal:
“… A Montse no era la primera vez que yo la veía. En otra ocasión había entrado ya en su librería de barrio y le había comprado Brooklyn, la novela de Colm Tóibín. Aparte de lo guapa que era, tenía una sonrisa única, muy bella. No parecía que se hubiera contaminado de las ruindades que continuamente asaltan nuestra vida cotidiana. Iba a cumplir pronto los cincuenta años y nunca había sido fácil verla de mal humor. Desde su silla de ruedas había desplegado siempre una importante energía y contagiaba un ánimo que personas con más suerte en la vida no querían o no sabían transmitir: espíritu de ir hacia delante y una forma muy sabia de saber estar en la vida. Quizás en parte por esto, Montse era el corazón del barrio, el centro por donde tenía que pasar toda historia que ocurriera en él.” (Aire de Dylan, Enrique Vila Matas, Seix Barral, 2012).
PREGUNTA.: Vila-Matas no se queda ahí, no… En su brillante novela, plagada de personajes extraordinarios, para nada comunes, tienes un papel que te retrata magistralmente: buena anfitriona de tu librería, pero incisiva como pocos. Te da carácter. Se nota que te ha mirado y escuchado bien. ¿Te sientes plenamente identificada, o en todo caso, gratamente ficcionada?
RESPUESTA.: El otro día hablábamos de esto con él. Siempre nos enorgullece la mención de un escritor, pero que Vila-Matas lo hiciera tomándote como personaje real, se agradece emocional y materialmente. Gracias a sus palabras vino mucha gente de otras partes del mundo, porque su libro está traducido; los periodistas venían a visitarme porque resulta sorprendente encontrar en la realidad a un personaje de novela. No es usual encontrar a los personajes de un libro a pie de calle, en una librería, y que resultara tan fácil conocerlo. Eso era algo maravilloso. Incluso hubo gente que quería que yo les firmase el libro. Y yo no quería, claro. Fue un juego que nos sirvió a los dos, a él como escritor y a mí como personaje. No era solo mi persona sino la librería: mi librería estaba detrás de esa historia.
P.: ¿Te empujó, de alguna manera, el leerte allí, como personaje, para llevar también a un libro tu vida y tu experiencia como librera de +Bernat?
R.: No, no. Lo de escribir un libro fue totalmente improvisado. Durante mucho tiempo, cuando participaba en cenas con amigos, les contaba anécdotas de mi vida como librera y se reían muchísimo. Tanto es así que me decían: “Ay, por favor, escríbelo; por favor, escríbelo”, pero nunca se me había pasado por la imaginación hacerlo. Entonces, un verano súper caluroso, tanto que no te podías mover, pensé que cumplía cuarenta años de librería y que me podría poner a escribir y a ver qué pasaba… Y al principio, como lo cuento en el libro, lo deseché, pero más tarde reflexioné que no tenía que ponerme a la altura de un gran escritor. Lo tomé como un ejercicio, y decidí hacerlo de manera que llegase a cualquier lector, sin arrogancia alguna. Eso de escribir es un oficio…
P.: Tu libro hace historia de la ciudad de Barcelona. La calle Buenos Aires se convierte en un mapa de lo que ha sido la ciudad desde que te instalas en ella: ahí está la vida de todas las tiendas, el recorrido vital de todas las actividades que florecieron hasta que se apagaron, de todos los vecinos y de todos los transeúntes. ¿Queda poco ya de lo que hubo? ¿Qué es lo que echas más en falta y qué es lo que más aprecias?
R.: Mira, me da pena, no sólo la calle Buenos Aires, sino la ciudad de Barcelona… Hay sitios, lugares, ciudades en toda Europa que han sabido conservar sus negocios, conservando con ayuda pública ciertas librerías, pastelerías, restaurantes…Y aquí, por desgracia, no hemos sabido hacerlo. Y eso da mucha pena. Cuando paseo por Barcelona me sorprende la desaparición de algunos establecimientos que deberían estar ahí. Me da mucha pena, por lo bonitos que eran… Recuerdo, por ejemplo, la librería del Paseo de Gracia, la Argos Vergara, que era una maravilla, todo era de madera. Hoy sería impensable hacerlo, por lo caro que resultaría y duele darte cuenta de que ha desaparecido…
P.: ¿Crees que hemos mejorado en algo?
R.: No, yo creo que es la sociedad lo que nos lleva a esos cambios. Si alguien me lee, o me escucha, pensará que, si tiene un local alquilado, al cambiar de negocio, se triplicará el precio del alquiler de su local; y eso le parecerá bien, claro. Es el sistema en el que estamos metidos…
Pero una cosa sí te voy a decir del barrio. Cuando hice el índice de cómo iba a ser el libro —que además fue un consejo de Vila-Matas que me dijo: “Haz primero un índice y a partir de ahí empieza a escribir”— pensaba que no tendría tantas anécdotas para escribir un libro sobre mis cuarenta años de profesión. Fue por eso por lo que, a cada año, le puse el título de un libro[1]. Durante este tiempo el barrio iba cambiando, de la misma manera que ha cambiado la librería. Y esa era la perspectiva que yo le quería dar. Sin embargo, me di cuenta más tarde de que podría haber contado más sobre la vida del barrio; que podría haber indagado y contado mucho más, pero siempre tienes la duda de si al lector le hubiera interesado. Lo cierto es que a la gente le interesa, le gusta. Me lo han confirmado después, cuando han leído el libro. Y mira, ahora que está de moda hablar del comercio de proximidad, te diré que yo siempre he trabajado en ese sentido: lo cierto es que se puede fidelizar al cliente.
P.: Lo primero, lo fundacional, en tu profesión fue tu interés por la lectura. En tu libro dices que nunca estás sola si estás con libros, que leer es algo maravilloso, que los libros son mágicos: “El entusiasmo que siento cuando abro un paquete de novedades de libros se puede comprar con el de un niño cuando está desenvolviendo el regalo de Reyes”. Es maravilloso el recuerdo tan preciso que tienes de lo que fue la librería Bernat primitiva:
“… Para mí fue un placer tener una librería justamente delante de mi casa y empecé a frecuentarla. Al frente del negocio estaban Bernat y Núria, su esposa, simpáticos, charlatanes… Era muy distinta de otras librerías de Barcelona. Para empezar, se distinguía por su diseño innovador, en ese momento algo muy infrecuente en el mundo de las librerías. Era obra de una decoradora, lo que actualmente se llamaría diseñadora. Las otras librerías de Barcelona tenían siempre estantes de madera oscura, que servían para clasificar los libros. Además, tenían un mostrador convencional y con eso ya cumplían los requisitos del sector. En la Bernat utilizaron los colores verde y naranja, tanto en el exterior como en el interior, lo que le otorgaba un toque moderno y distinto. Moqueta y techo pintados de verde oscuro y los perfiles de las estanterías de mecano pintados de color naranja. Un mostrador blanco frente a la estantería más larga, próxima a la puerta, y presidiéndolo una máquina registradora que todavía conservo en la actual +Bernat, aunque ya no la usamos…”
R.: Esto también fue un consejo de una amiga mía, Isabel de Villalonga, que me sugirió que primero tenía que hablar de la librería para que el lector entrara poco a poco en ella, tenía que imaginársela… Otra de las cosas que no entiendo es porqué de repente cambié la decoración, porque era una monada. Cosas que en casa también haces… A lo mejor era yo la que quería cambiar… (risas)
P.: Cada vez se está poniendo más imposible leerlo todo. Escribes que actualmente en el mundo se imprime un título nuevo cada medio minuto, o sea que se editan mensualmente 86.400 libros. ¿Cuántos lees tú al año? ¿Qué método utilizas para estar al día, tanto como lectora y como librera?
R.: Nunca he contado los libros que leo al año. Jamás; no tengo ni idea. Leo mucho más que algunas personas, pero también menos que algunos de mis clientes (es impresionante lo que llegan a leer algunos de ellos); pero sí que olfateo mucho. Leo mucha información de prensa, y la sigo bastante dependiendo de quién escriba sobre ello. Puedo hablar aquí de eso del enamoramiento por un libro: cuando abres una caja, ¿por qué te llama uno y no otro? Siempre hay alguno que te llama la atención. Y siempre busco algo que sea nuevo, quiero descubrir algo distinto. Estoy un poco en esta historia. Hay mucho dónde escoger. Por ejemplo, Luz, aquí donde la ves atendiendo, es muy lectora y me comenta, y también lo hacen muchos clientes de los que me fío, las novedades que les ha gustado… De todo eso, yo voy absorbiendo y, además, el cliente agradece tus recomendaciones, porque te pierdes entre tanta publicación…
P.: Tu librería está organizada, desde su inicio, por editoriales. Dices que tu memoria visual es tu localizador. ¿No has tenido nunca la tentación de sucumbir ante sugerencias ajenas de pasar al sistema tradicional?
R.: No, porque es un tema de economía. Verás: si yo tuviera aquí mucho personal, pues… Primero, es que yo estoy muy volcada en las novedades. Cuando llegan por editoriales los coloco así: aquí los de Tusquets, aquí los de Acantilado… Así es fácil colocarlos, para mí y para todos los que trabajamos aquí. Si los tuviera que clasificar para ponerlos por orden alfabético, por novela extranjera, por narrativa castellana, por narrativa catalana… Para eso necesitas una cantidad de personal enorme… Muchas librerías lo hacen a través de becarios… Sí que es verdad que hay gente que me pregunta: “¿Qué orden sigues?; “el mío”, les respondo… Hay una cosa de estas mías que tanto me gustan: eso de perderte en una librería y encontrar un libro de repente, algo inesperado, que te guste, es algo maravilloso… Un poco juego a eso: a encontrar una joya.
P.: En tu librería hay otros espacios muy significativos. Por un lado, los escaparates, siempre importantes y por otro, la trastienda, donde pasa lo más divertido o más íntimo, como las risas cómplices con María Rosa, o donde atendiendo una visita resultó el inicio de una investigación policial camuflada: se te pidió la cesión temporal de un despacho para vigilar lo que finalmente acabó en una redada a un establecimiento donde se prostituían a menores de edad. ¿Cuál es tu espacio o rincón preferido?
R.: Todos…, todos… Me siento a gusto en cualquier sitio. Aquí, mismo donde estamos ahora, es un espacio que utilizo habitualmente tanto para controlar la librería, como para hablar con la gente, como para trabajar… Lo que no me gusta es el desorden. Si esta mesa estuviera ocupada con cosas ajenas, tendría que arreglarlo y dejarlo a mi gusto; no es que lo quitase todo, no; pero necesito mi propio orden.
P.: Has aprendido en base a la experiencia. Comentabas que llevas ejerciendo un oficio sin haber pasado antes por una formación específica y que no basta con leer mucho y tener criterio: hay que aprender a negociar con las editoriales y sus comerciales, con las distribuidoras, con el cálculo del espacio disponible; como bien apuntas hay que rentabilizar la estantería… Seguramente que en 1978 no existía esa formación, pero ahora mismo creo que los futuros libreros y libreras tienen un lugar formativo como, por ejemplo desde 2012, l’Escola de Llibreria. ¿Te han pedido alguna vez dar clases o participar en la formación de los futuros libreros?
R.: Sí, me lo han propuesto. Una que hice, que fue muy divertida coincidió con el momento en que estaba escribiendo el libro, fue en Fòrum Edita Barcelona 2018 y fue la primera vez que me pagaron por una charla; y después me fui con mis amigos a un restaurante: los invité con ese dinero… (risas) También he participado en otros cursos en la Universitat Autònoma y en FIDEM.
P.: Te has construido una especie de decálogo, según leo en tus memorias. La primera regla es que los libros se venden de uno en uno… ¿Seguro?
R.: Segurísimo (risas). Entre los socios que tengo hay muchos empresarios y, acostumbrados como están a llevar negocios mucho más potentes, los hago descender al terreno de la librería y les digo que hay que vender los libros de uno en uno. Me ha costado mucho que lo entendieran. Además, un escritor piensa que vender 1.000 libros es normal. Venderlos es un esfuerzo colectivo, desde la campaña de márquetin al reclamo del periodista para haga una buena reseña… Si tienes suerte, vendrá un lector y te comprará el libro, no se llevan diez; luego, puede que tengas la suerte de que a este que le haya gustado tanto, que venga y que compre otro para regalar, pero nada más.
P.: Es como decir: Una persona, un libro…
R.: Exacto. Además, hay momentos que hay que tener muy presente. Tú, cada día, puedes tomarte un café, aquí o en casa, pero el libro lo tienes que leer y asimilar. Además, después de una feria del libro, como Sant Jordi, las ventas bajan porque tienes la casa llena de libros. Primero hay que leerlos todos antes de volver a comprar otros…
P.: Hay tantas historias personales y tantas anécdotas en tu libro que se hace difícil destacar alguna o algunas en concreto. Hay, por ejemplo, una página en blanco para lo más triste: la muerte de tu madre en 2013…
R.: En ese momento de la escritura, me dije que no podía continuar…
P.: He querido comentarlo, porque me resulta entrañable… Hay, por supuesto, otras muchas anécdotas divertidas que tomo ahora mismo para hablar de esos desajustes que tan a menudo ocurren: tú recomendaste a un cliente La máquina de follar de Bukowski y él te invitó a leer Ulysses de Joyce: “que jamás he podido leer —escribes en tu libro—. Es una espinita clavada en el corazón. A mi entender, aquellos intelectuales eran un poco esnobs. Decían que teníamos que leer la traducción del libro de James Joyce que había hecho José María Valverde. Claramente, yo no estaba a la altura, pero cualquier cosa que me contaran enriquecía mi vida.” ¿Suceden a menudo esas situaciones?
R.: Sí, sí, suceden muy a menudo. Porque piensa que la lectura de un libro es un momento de tu vida… Te puede gustar mucho o no tanto… Aunque normalmente hay que ser prudente si te lo han recomendado. En otras ocasiones sí que soy completamente sincera cuando digo que no me ha gustado…
P.: Hablemos de eso, de las recomendaciones. ¿Recomendar y vender se llevan bien?
R.: Yo soy de lo último que leo, de lo último que me apasiona. Hoy te recomendaría uno y si vienes al cabo de tres meses, te diría otro. Sin embargo, ahí está todo nuestro fondo…
P.: Hagamos un repaso por las múltiples actividades de la librería: el servicio ALQUILEER, una especie de videoclub de libros; la “terraza literaria”; la sala de exposiciones o como lo llamaste tú, el “mercadillo de arte”; el grupo de teatro: el Bernat Group; los desayunos en inglés, el club de lectura… ¿De cuál estás más orgullosa?
R.: De todos. Todos me han gustado. Ahora de lo que me siento más orgullosa es de la “Universidad Clandestina” porque han pasado escritores y profesores de un nivel tan alto, que ha sido maravilloso. Son ciclos, normalmente sobre literatura y la gente está entusiasmada. Puede haber hasta cincuenta personas inscritas. Hemos tratado la novela americana del s. XIX, toda la historia de la novela, el adulterio en la novela, El Quijote, La Divina Comedia… La gente se matricula, paga y eso a mí también me compensa económicamente. Se puede venir a sesiones concretas, y los ciclos duran, más o menos, seis semanas aproximadamente.
P.: Los actos más sonados: La fiesta del 25 aniversario de la librería (25 horas abierta) o las provocadoras presentaciones: la de Lisbet Salander para presentar Los hombres que no amaban las mujeres o la dominatrix con su esclavo o sumiso para presentar Cincuenta sombras de Grey. ¿Qué fue más exitoso o en todo caso divertido?
R.: Como márquetin, el de la dominatrix porque conseguí toda una página en La Vanguardia hablando eso y, durante mucho tiempo, cuando iba a los encuentros con libreros, me identificaban con la presentación de Cincuenta sombras de Grey (risas)… Estoy orgullosa de eso, pero por lo simpático que fue, simplemente.
P.: En tu libro conviertes lectores, escritores, editores en personajes importantes e imprescindibles en tu vida. En 2015 leímos en la prensa que la librería +Bernat pasaba por una crisis económica profunda y quien lo comunicaba era Mercedes Milá. La gente pensó que Milá era la propietaria de la librería… En tu libro dices que la llamaste para que se asociara contigo cuando decidiste ampliar en 2010, pero a raíz de esa nueva difusión por parte de la periodista, a base de entrevistas y a través de su programa en Telecinco: “la librería se convirtió en “la librería de Mercedes Milá”, y nunca nos ha importado que se conozca así, porque con ella al frente de la comunicación conseguiríamos tener + clientes y vender + libros.” ¿Esa crisis se ha superado totalmente?
R.: Fue una noticia que salió en la prensa amarilla y, aunque la librería siempre está en crisis, a raíz de eso, más de una persona quiso comprarla. Yo lo que hice fue asociarlos conmigo. La noticia fue una desproporción… Tirar adelante una librería en un momento en que vendes menos o que un Sant Jordi coincidiera con los días festivos de semana santa (o como ahora con la pandemia), eso te mata… Lo que sí es verdad que eso pasó en el inicio de la nueva librería, poco después de la ampliación; era un momento complicado… A ver, ahora, por ejemplo, dicen que una librería, como los museos o las galerías de arte, tienen que estar a un 30% del aforo: ya me gustaría a mí estar siempre al 30%… Todo ha sido siempre muy complicado. Ahora mismo tengo que cambiar el aire acondicionado: el presupuesto que me han presentado, eso es algo que te impone muchísimo económicamente…
P.: Ya que hemos hablado de la periodista, podemos, y debemos creo, mencionar a su hermano. En tu libro de memorias hablas a menudo de José María Milá, a quien conociste como cliente de tu librería en 1982: “Aquel día apareció un personaje nuevo por la librería. Al principio no sabíamos nada de él, pero era guapo, elegante y simpático. Entre nosotras le llamábamos el Armani.” Dices de él que siempre te documenta acerca de lo más insospechado: Del desastre cósmico aleatorio, por ejemplo; lector y comprador compulsivo de libros: “¡José María, que ya lo tienes!”, le tienes que advertir en más de una ocasión… En el libro hay más personajes entrañables, si quieres mencionar alguno más, ahora y aquí …
R.: Todos, todos (risas). Aquí tienes a uno que sale muchísimo, a Merche (risas) … Sé que me olvidé de alguno, pero claro…
P.: El sello editorial Edicions +Bernat se fundó en 2013, ¿cuántas obras se han publicado desde entonces? El último creo que ha sido Després de Waterloo. Crítica al procés independentista des del catalanisme (2020), de Xavier Muñoz; así descubrí yo +Bernat como editorial y de ahí a tu libro, gracias al acompañamiento de una encantadora dependienta de tu librería…
R.: Mira, este es el último: “Els nous humans” de Francesc Segura Roda…
P.: “Traspasar esta línea con sonrisa”: Así nos recibe, rotulado en el suelo, +Bernat. Esto me lleva a recordar otra anécdota que cuentas en tu libro: “Mamá, voy a comprar a las contentas. A un cliente siempre le debes una sonrisa…” ¿Siempre ha estado ahí esa sugerencia?
R.: No, eso lo pusimos cuando empezó el tema de los vinilos. Un día vino una chica que me dejó un expositor con varios de ellos y lo escogí para ponerlo en la entrada…
P.: ¿Qué pasa ahora con las mascarillas puestas que nos cubren la sonrisa? ¿Has aprendido a leer sonrisas en los ojos? En todo caso debe ser difícil ahora practicar eso tan tuyo del feeling a primera vista…
R.: Lo que realmente cuesta es que hay mucha gente que no vocaliza o habla muy bajo, eso ocurre más con las mascarillas. Pero no lo he pensado esto del feeling. Hemos pasado un año muy triste… No lo sé; la verdad es que ni lo había pensado… Seguro que cuando vayamos sin la mascarilla no vamos a reconocernos sin ella… De todas maneras, lo bueno de la covid ha sido el aumento de la lectura.
P.: Me gustaría preguntarte si todavía proyectas nuevas ilusiones para la librería. ¿Piensas en tu jubilación? ¿Lo mejor está todavía por llegar? ¿Otro libro más?
R.: La ilusión nunca la he perdido; siempre estoy en activo y puede que intente algo nuevo; aunque luego no salga, no importa, iré a por otro proyecto. La gente agradece que la sorprendas con iniciativas nuevas; eso es básico. Y sobre un libro nuevo, no; mi historia quedó allí. Eso es lo que quería contar. Mientras me encuentre bien, aquí estaré.
P.: Y ahora, todo lo que quieras añadir…
R.: Pienso, me gusta pensar que lo bonito de los libros es cómo viajan por el mundo y lo curioso es comprobar cómo van creciendo poco a poco. El libro de papel nunca desparecerá y aquí estaremos para servirlo.
1978: La muchacha de las bragas de oro
1979: La historia interminable
1980: La conjura de los necios
1981: Mi familia y otros animales
1982: La casa de los espíritus
1983: Los autonautas de la cosmopista
1984: La insoportable levedad del ser
1985: El amor en tiempos del cólera
1986: La ciudad de los prodigios
1987: La hoguera de las vanidades
1988: Un viejo que leía novelas de amor
1989: El palacio de la luna
1990: Galíndez
1991: El mundo de Sofía
1992: Corazón tan blanco
1993: La pasión turca
1994: Sostiene Pereira
1995: El lector
1996: Olvidado rey Gudú
1997: Pastoral americana
1998: Los detectives salvajes
1999: Desgracia
2000: La fiesta del chivo
2001: Soldados de Salamina
2002: El mal de Montano
2003: El código Da Vinci
2004: Los girasoles ciegos
2005: Los hombres que no amaban las mujeres
2006: Kafka en la orilla
2007: El corazón helado
2008: La soledad de los números primos
2009: Chesil Beach
2010: Stoner
2011: Jo confesso
2012: Aire de Dylan
2013: La ridícula historia de no volver a verte
2014: La buena reputación
2015: Germà de gel
2016: Patria
2017: El orden del día
2018: Ordesa