“La vida es una fiesta a la que nadie se ha molestado en invitarme”.
Z.S.R.
Me atrae lo acantilado
lo roto, lo otro
dijo mientras absorbía hondo
—casi devoraba— humo blanco
en su regia comisura
oscilaba un cigarrillo de liar.
Movía sus manos sin cesar
como si mariposas eléctricas
—que solo ella podía ver—
le mostraran coreografías aéreas imposibles.
Estaba delgada, tan delgada…
sus ojeras, sublime límite de la vigilia
eran nido de noches infinitas…
“Arriesgarlo todo es el fin y el comienzo de todo”.
Soy una científica del caos, de lo bello bizarro
mi nadir es ser nadie
mi cenit, quién carajo sabe…
Sus ojos verdes apenas abiertos
parecían dos faros abandonados
que señalaban el lugar del naufragio.
Olía a noche, a pachuli, a tristeza y a tabaco.
Este mundo, mi mundo, es un freak show
donde soy la jodida reina del mambo
la fucking queen bitch, baby
y entonces su voz se tornó metálica.
Un puto freak show
sí, un circo de monstruos, alienados, raritos
expulsados a este pútrido paraíso
—encendió otro cigarro
pidió un café doble—
y con la mirada fija en el vacío, susurró:
“La vida es una fiesta a la que nadie se ha molestado en invitarme”.
Ninguna frase
me atraviesa y escuece
a partes iguales
como esa lo hace.
A ella, hace muchos años que no la veo.
Dicen que está bien.