Ayer cae la lluvia,
mañana leopardos.C. Maillard
El viento quiebra
el intestino de las aves.
Ruido de huesos
y cristales en el lomo dorado del ciervo,
viejo dios astado.
Leo Hainuwele
la mesa está puesta
el vino blanco, afrutado,
—como el semen de los ángeles—
serpentea por mi esófago.
La bestia que me habita, descansa.
Hay claveles frescos
retratos de mujeres libertarias
madera y mármol.
Es uno de mis rincones favoritos
de esta ciudad esférica.
Tras la contienda de fieras
busco calma como osa en su cu-eva.
Loba, incisivo afilo
recl-amo la sangre y el barro
en mis abiertas heridas.
Me peino la cicatriz en el espejo.
La bestia que me habita, solloza.
Estos poemas cuelgan
de una epifanía animal
—feérica, bella y descarnada—
como la salvaje sinfonía
del crujido de lo roto
de un amor (casi) imposible, carnal.
El musgo crece en mi pecho
nacen acuáticas
frágiles raíces herbóreas
en mi crin —semilla en desorden—.
Yedra venenosa en la lengua,
escuece.
Me bebo el vino. Pago y me dilu-yo
en el camino de las lombrices.
Es noche ya.
El camino a casa me lo invento
mientras chasqueo
mis pezuñas de potra
contra la piedra.
Silencio (de la bestia que me habita).