Conversaciones de una recién casada y un señor con experiencia

Isla Naufragio

 

Comunicado de Isla Naufragio

Desde poco antes del verano venimos recibiendo en Isla Naufragio una serie de testimonios de procedencia desconocida con el título que encabeza este comunicado: “Conversaciones de una recién casada y un señor con experiencia”.

No sabemos quién, ni desde dónde, ni con qué fin nos envía estos artículos. Generalmente los escritos que nos llegan vienen con una pequeña nota en la que se nos solicita su publicación en La Charca Literaria o en algunos de los varios lugares en los que colaboramos, pero estos vienen huérfanos de tales indicaciones.

Estos testimonios tienen una secuencia temporal y continuada y tratan de cómo un hombre y una mujer se conocen por azar en un tren solitario, casi sin pasajeros, de esos que aún quedan en algunas zonas abandonadas del país, y hablan y hablan de sus vidas con toda la intimidad que un tren deshabitado propicia. El ruido monótono de fondo, el paisaje despoblado que se ve por las ventanillas y la ausencia a su alrededor de otros seres humanos, crean la sensación de no tener que sujetarse a las reglas de la urbanidad y del decoro que la sociedad impone.

Y lo que al principio son tímidas preguntas entre uno y otra para establecer los límites de esa extraña relación se van convirtiendo en preguntas francas que reciben respuestas sinceras con el fin de conocer de manera real, y con derecho a repreguntar, todo lo relacionado con el cuerpo del hombre y la mujer, de sus deseos, de la manera de propiciarlo con éxito… el sexo sin más, en definitiva.

El señor con experiencia actúa con neutralidad en su papel de profesor experimentado, y la recién casada escucha atentamente los deberes que se le proponen para llevarlos a la práctica más tarde con su marido, tan joven e inexperto como ella.

Los artículos son un diálogo erótico solamente interrumpido por acotaciones al paso por un puente conocido o la vista de rebaños de animales o árboles centenarios. Pero en el sexo, como en cualquier otra actividad humana, a veces la palabra no logra explicar el fin propuesto, y recurren a la práctica de la postura no comprendida deteniéndose el tiempo necesario para entenderlo plenamente y luego poder ser ejecutado de forma natural y espontánea.

No hay tema que no se trate. No hay tabúes. En la vida de cada uno de ellos, estos encuentros no pertenecen a la vida misma, son un plus especial que convierten la triste existencia en más especial y deseable. Mira qué braguitas llevo hoy, ¿qué te parece este conjunto?, dice ella mientras él la examina de manera imparcial y apreciativa.

Según ellos mismos comentan, el señor con experiencia tiene 51 años y la recién casada 23. El señor es ejecutivo de una multinacional química a la que acude una vez a la semana y ella vive en una población cercana a esas instalaciones. El primer encuentro fue fortuito porque el ejecutivo tenía el coche en el taller y los demás fueron propiciados por el interés mutuo.

El fin último de este comunicado es proclamar nuestra incapacidad para enviar estos artículos a ningún medio que pueda publicarlos. Primero porque no sabemos si son o no auténticos, y en Isla Naufragio solo publicamos casos reales, y segundo por los posibles daños que se puedan infligir al esposo de la recién casada o a otras personas con la publicación de esta historia.

Así como las Matemáticas tienen límites conocidos y desconocidos, también las relaciones humanas están sujetas a la misma ley. Son señales del viejo mundo y de la vieja conciencia. Sin acto no hay daño. Sin daño no hay falta. Si hay intención ¿qué pasa?

COMITÉ  LITERARIO de ISLA NAUFRAGIO