Vayamos

Oro Ijinle (Palabra de raíz profunda)


Vayamos, cuando la tarde se extienda contra el cielo. Como pacientes anestesiados sobre la mesa de operaciones. Vayamos, a través de las calles medio desiertas, los murmullos retirados de las noches inquietas, caminando sobre el serrín espolvoreado sobre las conchas de las ostras. Calles que siguen un argumento aburrido de intención e intensidad insidiosas, que conducen a una pregunta abrumadora. La niebla amarilla que da la espalda a los cristales de la ventana, el humo que restriega su hocico en los cristales de las ventanas, su lengua en las esquinas de la tarde, todos ellos se demoran, dejando caer sobre su lomo el hollín que traen las chimeneas.

Nos deslizamos por la terraza, dimos un salto repentino y pudimos ver que era una noche suave de octubre. Y de hecho no hubo tiempo para que el humo amarillo se deslizara a lo largo de la calle y frotara su espalda contra los cristales de las ventanas. Habrá tiempo, habrá tiempo para preparar una cara para que nos enfrente a los rostros que ya conocemos. Habrá tiempo para destruir y crear, y tiempo para todos los días y las manos que levantan y abandonan una pregunta en su plato. Tiempo para usted y tiempo para mí, tiempo aún para cien indecisiones, y para cien visiones y revisiones, antes de una decisión. Y de hecho habrá tiempo para pensar.

Es hora de dar la vuelta y bajar por la escalera. ¿Cómo me atrevo a perturbar el universo? En un minuto hay tiempo para decisiones y revisiones, en un solo minuto. Porque yo he conocido las tardes, mañanas, noches, he medido mi vida con cucharillas de café, he sabido morir bajo la música de una habitación. Entonces, ¿de qué presumir? Y he conocido ya los ojos, los ojos que se fijan en una frase formulada, y en la expansión de un alfiler, cuando estoy inmóvil y me retuerzo en la pared. Y he conocido las armas blancas y desnudas bajo la luz de la lámpara. ¿Es el perfume lo que me hace divagar? Armas que se encuentran a lo largo de una mesa, o envueltas alrededor de un chal. ¿Debería presumir? Y ¿cómo debería empezar? He de decir que he ido en la oscuridad a través de calles estrechas y he visto el humo que se levanta de las tuberías y a los hombres solitarios en mangas de camisa, inclinados hacia las ventanas. Debería haber sido como una garra desigual en el hundimiento de los mares silenciosos y por la tarde, por la noche, dormir tranquilamente. Dormido, cansado o enfermo, estirado en el suelo, aquí a su lado estoy yo.

Vayamos, después del té y los pasteles, ¿tendré la fuerza exigida? Porque, aunque he llorado y ayunado, aunque he visto mi cabeza sobre una bandeja, no soy ningún profeta. He visto un momentáneo parpadeo de grandeza. Entre la porcelana, algunos hablan de usted y de mí. ¿Hubiera valido la pena, haber mordido el asunto con una sonrisa, haber exprimido el universo haciéndolo rodar como una pregunta abrumadora? ¿Hubiera valido la pena, después de las puestas de sol y las calles salpicadas, después de las novelas, después de las tazas de té, después del sendero a lo largo del suelo, esto y mucho más?

Es imposible decir lo que quiero decir. Es como si una linterna mágica arrojara los nervios al patrón de la escena. Aconsejar al príncipe: sin duda, una herramienta fácil, deferente y al uso. Político, cauto y meticuloso pero un poco obtuso. A veces, de hecho, casi ridículo. Una locura. He escuchado el canto de las sirenas y me he visto cabalgar hacia el mar sobre las olas, peinando su cabello blanco lanzándolo de vuelta. Cuando el viento sopla el agua se vuelve blanca y negra. Nos hemos demorado en el mar, coronado de algas rojas y marrones. Vayamos, hasta que las voces humanas nos despierten y nos ahoguen.


Collage de Isabel García.


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