TESTIMONIO
Perdonen, lo siento por mí y por los escritores, o mis tragaderas se han estrechado mucho o los escritores no escriben de forma jugosa. Cuando cojo un libro y empiezo a leerlo me resulta árido y áspero. Y aburrido. Me canso. No me entra. No puedo con la mayoría de libros que empiezo a leer. Supongo que será culpa mía y no de los escritores, los best sellers se siguen vendiendo aunque yo no los encuentre atractivos.
Antes de coser la herida hay que limpiar la sangre, eso lo sabe cualquiera. Menos los escritores. Me parece. Antes de ponerse a escribir tendrían que limpiar el escritorio. ¿Qué tiene que ver la sangre con el escritorio? No lo sé. Yo no soy escritor y no sé expresar lo que pienso. Yo pienso y pienso, buummm, buummm, nebulosas que tengo dentro de la cabeza, buummm, buummm, y luego cuando tengo que ponerlo por escrito no sé cómo traducir ese buummm a palabras. Palabras que se entiendan y que den a entender realmente lo que yo pienso.
Es que escribir tiene mérito. Saber explicar con palabras escritas no lo hace cualquiera. Pero a veces, para mí, lo que explican es un mérito estéril. Iba a decir inútil pero no quiero que nadie se ofenda. Es como los malabaristas chinos que lo que hacen es muy difícil pero a mí me aburre y no sé apreciar ese esfuerzo y esa valía.
Decía el poeta que hay que buscar un puñal que se adapte a nuestra herida, a lo mejor por eso es lo de la sangre, y quizás si yo no tengo heridas no necesito puñales, o sea libros. O sí tengo heridas pero no encuentro el puñal que se acomode.
“Dadme mil naves y os entregaré este mundo” dicen en Juego de Tronos, una serie de televisión, lo digo para quien no esté al caso. Con la televisión me pasa lo mismo. Me pongo a mirarla y es como si me entrara arena en los ojos.
La televisión es peor que los libros. No ves venir el golpe. Cuando te quieres dar cuenta la imagen ya te ha golpeado. Es más instantáneo. En el libro ves venir el golpe, lo cierras, el libro, y ya está. En la televisión cuando vas a buscar el mando la zafiedad ya te ha embrutecido.
Si experimentas la belleza, la belleza te legitima. Eso es cierto y desgraciadamente también es cierto su reverso. La fealdad es el barómetro de la inmoralidad, leí en un libro que pude terminar.
Las grandes ideas pesan mucho, la corrupción se adapta a cada país y a cada siglo, el mundo tiene límites, la inocencia no tiene nada que ver con la edad… cosas que oigo o que leo y que no me interesan nada. En mi caso la edad me ha hecho perder la inocencia. Para salvar a alguien tienes que creértelo. Yo no creo en nada y no me puedo salvar ni a mí mismo.
Iba a terminar este testimonio en el párrafo anterior y cuando lo releo me doy cuenta que ha quedado con un final un poco trágico. Y no es así como me siento. Desventajas de no saber expresar lo que se piensa. Ya lo dije. O sea que nada. Que cada vez leo menos porque cada vez me parece más tostón lo que leo. Ahora creo que queda más claro.
Juan Uriarte, lector desengañado