Mi colega Carlo Padial tiene una fantasía recurrente: entrar en una habitación y que todos sus ocupantes, uno a uno, le den la razón. En realidad, este sentimiento, tan bien definido, se puede aplicar a todo el mundo. Nos encanta tener razón, va con la península… junto al fanatismo.
Retrocedamos treinta y tantos años: en mi barrio teníamos razón, lo que pasa es que hasta tres décadas más tarde no nos la darían. Veámoslo:
La rumba molaba mucho.
En aquel momento, en las gasolineras, triunfan Los Chichos, Los Chunguitos, Bordon 4, Los Calis junto a recopilaciones de chistes de Arévalo, Eugenio… Es la música del barrio. La escuchan tanto padres como hijos; en el coche, en los bares, a todas horas. Ejerce de banda sonora del extrarradio, de mi infancia. La rumba te abraza y ya no te deja ir y sin darte cuenta te sabes las canciones sin haberlas aprendido. A veces la escuchamos todos a la vez, cuando al Juanan del segundo se le va la olla y pone su minicadena comprada en la Barceloneta a todo trapo.
Como en cualquier género la demanda genera montones de temas de relleno con arreglos de vergüenza ajena. Pero aun así hay auténticos hits. Letras que hablan de lo que pasa en la calle: hay reyertas, prostitución, drogas, cárcel, problemas económicos… La rumba canalla es nuestro rap, un rap ignorado por los medios, menospreciado por la crítica, que ve a cantantes y seguidores como chonis de barrio con los que es mejor no cruzarse por la noche. Las radio-fórmulas tampoco lo pinchan. Es un circuito paralelo de música popular, con puestos de venta en mercadillos, del que jamás se habla y si se hace, es para mal.
Hace años, cuando me preguntaban qué música me gustaba, y no me apetecía hablar de Bob Dylan, respondía, con sorna, que Los Chichos o Los Chunguitos. Lo hacía un poco por la guasa, un poco para ver la reacción de la gente. Siempre era la peor y se puede resumir así: esa música es una mierda para matados.
No voy a entrar aquí en cómo ese estilo influenció a músicos de otros estilos. Odio la prensa musical. Prefiero centrarme en dos momentos decisivos. Atención, vienen elipsis gordas.
Primera elipsis: Estopa lo peta a lo bestia. En realidad, son los hijos de los Chichos, han mamado su música, son auténticos, pero sin el estigma social ni racial de los grupos originales, ¿quieres saber cómo se vive en Hospitalet o cómo es trabajar en una cadena de montaje? Pon a Estopa y listo. De repente, el de en medio de Los Chichos empieza a molar.
Segunda elipsis tocha: Rosalía lo peta todavía más fuerte. Y genera el mayor consenso social desde la transición. La artista interpreta Me quedo contigo en la gala de los Goya, y resulta que la canción es poesía pura, que las rimas son de una belleza abrumadora.
Si me das a elegir
entre tú y mis ideas
que yo sin ellas
soy un hombre perdido, ay amor…
Me quedo contigo
Pues tengo algo que decir: ¡la canción ya molaba antes! Es decir, nosotros teníamos razón y ellos estaban equivocados.