Monstruo bajo la cama

Rincones oxidados

 

Yo no escogí ser como soy ni lo que soy. No se escoge dar miedo ni mucho menos ser el maestro de ceremonias de los primeros terrores nocturnos ni el portador de su oscura simiente. Nadie escoge su propia naturaleza, la mía transita por el fondo de los armarios o, como ahora, bajo las camas bajas y estrechas de los púberes que solo mojan las sábanas con orines nerviosos. Nadie decide que va a nacer siendo un monstruo, pero ya que estamos, si lo eres, no te queda otra que disfrutarlo. Y yo lo disfruto. Cada cual es el responsable de su propia felicidad, según dicen psicólogos y terapeutas de tres al cuarto. ¡Ya me gustaría a mí que hubierais visto lo felices que eran algunos de estos “couch” de pacotilla que tanto se prodigan en las redes sociales modernas! Antaño, cuando me tenían bajo su cama, se meaban como todos, lloraban y salían corriendo hacia las camas de sus padres como todos y se han hecho mayores olvidándome, como todos.

Como todos, no, como casi todos.

Tampoco te escogí a ti, pero sí escojo entre quedarme un largo tiempo debajo de tu cama o estar de paso. Tu experiencia conmigo puede ser una sola noche de insomnio en la que mees la cama o una infancia terrorífica que marcará tu vida. Tu vida entera. Llevo toda la mía en esto. No me importa tu sexo, tu origen, tu casta… solo quiero que seas joven, muy joven para impresionarte lo suficiente, moldearte desde el mismo corazón del miedo cuando apenas es una semilla, y no me va a doler ni un ápice plantarla. Seré feliz jodiéndote la vida, solo tengo esas dos responsabilidades: ser feliz y joderte lo que pueda. Está en mi naturaleza.

Te has levantado, escucho tus pasos dirigirse al baño. No hay más ruidos en la casa que los que haces tú, estás solo. Cuando vuelvas y pongas tu rodilla sobre el colchón, rozaré rápidamente tu tobillo con el filo de mi uña antes de que te impulses y subas los dos pies a la cama. Zisssss, suave, rápido, quirúrgico…no sabrás si ha sucedido en realidad o si la sensación es producto de tu mente soñolienta pero tu cabeza empezará a trabajar la idea de que hay alguien bajo tu cama. Probablemente sentirás un calambre veloz como el rayo recorrerte la espina dorsal y se clavará como un tridente en tu cerebro. Antes de un segundo, el trueno del terror te retumbará en los oídos. Ya no podrás dormir. Empezará el baile.

Algunos encienden la luz. Tú no y me sorprende. Otros corren hacía la habitación de sus papás, tú estás solo. Algunos se tapan con la sabana hasta la frente, sin embargo, a ti no te oigo moverte. ¿Qué ocurre? ¿Qué falla? ¡Esto sí es una sorpresa, maldita sea! Agudizo mis sentidos para conectar contigo en lo más íntimo. Escucho como tu respiración se calma, ¡No! ¿Qué es esto? Te das media vuelta y te dispones a dormir sobre un costado, oigo como te chupas el dedo, ¡Oye, ya no tenemos edad para eso! Despierta y muérete aterrorizado que yo estoy aquí, bajo tu cama, con mis ojos podridos, mi aliento apestoso, mi cuerpo peludo, mi cola enmarañada, mi vientre hambriento, mi boca terrible… ¡Témeme!

Se escuchan unos pasos en la escalera. Abres un ojo. Alguien da palmotazos en la pared mientras sube pam, pam, pam. Escuchas atento. A alguien se le caen las llaves ante la puerta. Te incorporas. Por fin consigue acertar con la llave que la abre. Tus pies ya cuelgan en la cama, puedo verlos tensos, curvos. ¿Quién es ese que te da más miedo que yo? La puerta rechina y tu piel de nene se eriza “Miguel, jomío, papá ya está en casa”. Saltas de la cama, te arrodillas en la alfombrita. Un cuerpo pesado tropieza con sí mismo por el pasillo. Te agachas y me miras, tus ojos suplicantes tienen ya todo el miedo del mundo, un miedo más viejo que yo. ¡Maldita sea! Yo te digo ven y abro los brazos. Tú te arrastras bajo la cama y te acurrucas contra mi vientre. Vamos a esperar juntos a que se pase el terror, durará sólo un momento, poco más que la peor tormenta.

—Mijeeel, jomío ¿ondeeestaaas? — la puerta de la habitación golpea la pared—Ya te daré lo tuyo cuando te encuentre…—tu cuerpo trémulo se aprieta contra el mío mientras yo te acaricio el pelo y beso tu cabeza. Tu monstruo se va tambaleándose por el pasillo… Intento calmarte susurrándote al oído tshhh ya pasó, ya pasó…Al cabo de un rato, silencio. Nada. No sé qué seremos tu y yo a partir de ahora. Lo decidiremos cuando despiertes. Eso, y tal vez, la naturaleza de algunas cosas.

 


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