Los amantes dormidos son como fábricas de lámparas apagadas
parecen trenes de juguete descarrilados
cachorros desesperados que buscan la ubre de la noche
en otro lado, casi siempre, en otro lado.
Roncan, balbucean, jalan la sábana, se voltean
se apoderan de la almohada…
Los amantes dormidos son como trapecistas sin red
pequeños dragones de cartón-piedra
sombras chinas en una pared desconchada.
Te toman por la espalda
posan sus manos sobre el vientre-pecho-ombligo
te envuelven como raíces hambrientas
te ahogan como pulpo constrictor.
Algunos amantes dormidos duermen bajo la arena
como huevos de tortuga recién posados
respiran hueco como los huesos de una ave
que se estrelló en el primer vuelo.
Detesto a los amantes dormidos
que no saben colarse en mis sueños
ni aguardar quietitos en el zaguán
de una madrugada que se despeña.
Amo a los amantes dormidos
que brincan hacia el otro lado
mientras se ahiedran entre mis piernas
y me rozan con sus pies
como si chapotearan en una alberca
preñada de estrellas.