Siempre que sales de casa yo aprovecho para ventilar.
Es bueno ¿sabes? Siempre lo dicen los médicos y en las revistas de bienestar que a veces me dejas en la bandeja, junto con la comida en el suelo, al ladito de la puerta de mi habitación.
Que el aire se renueve, que circule, que entre aire nuevo con oxigeno recién estrenado, con oxígeno que no haya sido aún consumido por pulmones ajenos, que ese oxígeno puro se filtre en nuestra sangre para estar más lúcidos, que nuestros cerebros lo notan ¿sabes?
Y así, tú y yo podemos pensar mejor, con más claridad.
Sobre todo tú que lo tienes todo ideado para tenerme aquí reclusa, en este cuarto sin ventana, con puerta cerrada y llave echada. Es importante, Paco, como te decía, especialmente para ti que tienes que pensar en cómo me atas a la cama por las noches para que no dé golpes que los vecinos puedan escuchar en la quietud y así tú puedas dormir a pierna suelta en el cuarto de al lado. Es relevante, cariño, para que sepas qué comprar en un solo día de mercado: todo lo que vamos a comer tú y yo en siete días, tú en el comedor con la televisión a tope escuchando las noticias, y yo en mi cuarto cerrado escuchando lo que me llega de ellas.
Por eso cariño, para que todo esto nos salga bien a los dos, tenemos que ventilar y hace tiempo que me di cuenta de que tú no lo hacías.
Por eso lo ventilo yo, cuando tú sales de casa y abro mi cuarto con la llave que no sabes que tengo, la llave que un día te dejaste olvidada en la bandejita que me traes cada dos por tres, y yo guardé y me di cuenta de que esto se acababa en un dos por tres si yo quería porque ya tenía la llave y podía entrar y salir a mis anchas de este cuarto en el que me tienes encerrada y sé que puedo hacerlo pero… lo más importante Paco, lo más relevante es que puedo ventilar mientras decido qué hacemos, qué hago con esta situación que te tiene más preso a ti que a mí porque me tienes aquí dependiente de ti y yo sé que tú me quieres y que me alimentas y que tienes la casa calentita y limpia y que no me engañas con otras, como antes, porque no puedes permitírtelo porque te come la culpa de saber que te estoy esperando aquí, encerradita en mi cuarto.
Al menos, cariño, eso pensaba hasta hace unas horas. De verdad que no sé cómo ha sido que me ha dado por darte este mamporrazo en la cabeza con la bandeja de madera y ahora te tengo aquí entre mis brazos y no sé si estás vivo o si estás muerto.
Pero, dime, Paco ¿nunca notabas al entrar que yo había ventilado la casa?