KO al pensamiento racional o matar a Platón

Chamanita Muskaria

 

Yo no soy inocente. ¿Lo es usted?
La realidad está aquí,
desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
Pero el ansia de repetirnos
instaura las verdades.
T
oda verdad repite lo inefable,
toda idea desmiente lo-que-ocurre.
Pero las construimos
por miedo a contemplar la enorme trama
de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio.
Bien pensado, es posible que Platón
no sea responsable de la historia:
delegamos con gusto, por miedo o por pereza,
lo que más nos importa.


La escritora y filósofa Chantal Maillard en su poemario Matar a Platón[1] recoge en estos versos la idea del gran peso del pensamiento platónico racionalista en Occidente. Cuando tuve el libro en mis manos y leí el título, mi primera asociación fue que el asesinato de Platón tenía que ver con la expulsión de los artistas, y en especial de los poetas, de su República. Cuando me adentré en su lectura, aparecieron nuevas hipótesis, ya que la filósofa narra un acontecimiento desde diferentes perspectivas, pero lo que más llamó mi atención fue que el suceso puede inscribirse en una especie de momento eterno por su crudeza y al mismo tiempo en un flujo cambiante, circular. Entonces el binomio eternidad-mutabilidad se iluminó en luces de neón. Platón, el padre del mundo de las ideas inmutables, fijas, eternas, versus Heráclito, pescador del río mutable, del flujo continuo, efímero, cambiante, instantáneo. Combate de boxeo entre dos pesos pesados del pensamiento filosófico occidental.

toda idea desmiente lo-que-ocurre
Pero las construimos
por miedo a contemplar la enorme trama
de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio.


Tal vez ya sea tiempo de desligarnos del yugo del racionalismo como pensamiento-conocimiento imperante, o al menos de replantearnos quitarle la hegemonía y compartir su monopolio con otras formas de pensamiento como el irracional, mágico, artístico… Y este no es un argumento nuevo, pero por su actualidad, en estos tiempos extraños donde desde muchas atalayas se impela al sentido común y al racionalismo como únicos «salvavidas» para lo que llaman «nueva normalidad», me apetece retomarlo al hilo-ovillo del intrincado telar de Chantal Maillard y de la lúcida crítica de Luis Racionero en sus Filosofías del Underground [2].

Vamos por partes: ¿Por qué escribo este artículo? Bueno, como muchos sabéis, hace años que investigo el pensamiento mágico y sus incursiones en la historia del conocimiento y del comportamiento, tanto teóricas como prácticas. Mi tesis es que la magia es cotidiana, es decir, que se instaura en el territorio del día a día. Lo extraordinario acontece en lo ordinario. Y aunque pueda parecer una paradoja —y tal vez, lo sea— cuando algo inusual rompe el ritmo diario, ¿en qué espacio-tiempo lo hace?

Planteado esto, que cada uno halle sus propias preguntas y respuestas. Bien, ¿por qué Platón se yergue como uno de los padres del pensamiento occidental? ¿Cuándo se inaugura el pensamiento racionalista? ¿Por qué y para qué se crea? Según Racionero, el racionalismo nace en el siglo V a. C. en Grecia. Su teoría es que «contra el mundo en flujo, Platón estableció un estándar de realidad fijo: las ideas eternas e inmutables». Otros filósofos posteriores a Heráclito, autor de la máxima «no podemos bañarnos dos veces en el mismo río», como Sócrates, Aristóteles y el susodicho pater de las ideas eternas «buscaron refugio en un método de pensamiento estático, que opusiera esencias inmutables y conceptos estáticos al cambio imparable de la existencia», ese refugio seguro del que habla Maillard que está en las antípodas de su filosofía poética y en sincronía con la visión del mundo oriental de que la realidad es cambio.

Las consecuencias del «reduccionismo racionalista de estructura binaria» llevó a la cosmovisión europea de la dualidad: bien/mal, moral/inmoral, cuerpo/espíritu, emoción/razón, cambio/eterno… y todas las que se os ocurran que serán muchas pues hemos sido criados en esta visión dual de la realidad.

Yo no soy inocente. ¿Lo es usted?
La realidad está aquí,
desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
Pero el ansia de repetirnos
i
nstaura las verdades.


Llegados a este punto de inflexión: ¿Qué es el racionalismo? Es una forma de pensamiento que se basa en que la experiencia debe interpretarse por la facultad de la razón. Y en consecuencia, el pensamiento consciente racional conduce a la verdad. ¿Qué pasa entonces, con otras formas de pensamiento como el instintivo, corporal, irracional, inconsciente, mágico? Pues lo que lleva pasando casi desde los albores del siglo V a. C. en Grecia, que son denostados, vilipendiados y rechazados como aptos para interpretar y comprender el mundo, casi como pseudo-conocimientos. Con excepciones de algunos movimientos artísticos como el romanticismo, el surrealismo, el dadaísmo y el simbolismo que ofrendaron otras formas de entender y ser en el mundo. ¿Pero, para qué ese interés en coronar al racionalismo? ¿Tal vez, porque se apoya en la moralidad, en la represión de los instintos, en amordazar lo otro, lo múltiple para poder guiar y controlar el comportamiento humano?

Nos insta Racionero: «¿Por qué esta obsesión por ser racional? El mundo y la vida son como son. Los únicos que somos racionales somos nosotros. La actitud mental sana consiste en buscar intensamente la experiencia, vivir las situaciones con la mente abierta. (…) ¿Por qué tanto miedo a lo irracional? Detrás del miedo al cambio está el miedo a la muerte».

Racionero indaga en las filosofías irracionales que no buscan la verdad sino el gozo ante el misterio de la vida, la energía vital, y nombra a William Blake, que decía: «Energía es gozo eterno».

En estos días extraños e inciertos que atravesamos, la historia de la humanidad se pone en jaque y es vital cuestionarse las maneras de leer el mundo, de interpretar la realidad que nos envuelve con múltiples miradas que se alejen de un modelo único basado en el miedo, la coerción o la culpa. Tal vez, las filosofías irracionales, la poesía, el arte-magia, puedan echarnos un cable para transitar este ahora con más gozo, responsabilidad y energía vital. Que conste en acta que no estoy en contra del pensamiento racional per se, sino como pensamiento único, hegemónico. La idea no es eliminarlo, sino cuestionarlo. Quitarle la soberanía y hacerlo confluir con otras formas de conocimiento.

Tal vez este escrito es una lectura interesada, incluso una apología del arte y la magia, ya lo advertí al principio del artículo:

Yo no soy inocente. ¿Lo es usted?

Lo que sí intento es seguir el latido que Muhammad Rumi —el célebre poeta místico del siglo XIII— me recuerda: «Ama lo que haces, y hazlo con amor». Mientras tanto, que la razón y la intuición, el orden y el caos confluyan en danza alquímica.

[1] Chantal Maillard: Matar a Platón. Barcelona, Tusquets (2004).
[2] Luis Racionero: Filosofías del underground. Barcelona, Anagrama (1977).

 


Más artículos de Sal Jade

Ver todos los artículos de