Los charquistas, además de chapotear en aguas turbias, también sabemos regocijarnos. Y ha sido en este cuarto aniversario del nacimiento de La Charca Literaria cuando el Editor Nicanor y sus huestes batracias han puesto su empeño, su ánimo y su talento para que aparezca en papel VIDA SUBACUÁTICA, la antología de textos de la que Ceferino Galán (nuestro náufrago por antonomasia) ha dicho: «nunca tantos escribieron para tan pocos». Lo cual es cierto. Pero no es menos cierto que muchos han sido los participantes en esta cuestación electrónica que, a golpe de verkami, han hecho posible la publicación. Gracias pues a quienes se han rascado la tarjeta de crédito para que esta noble causa se plasme de manera tridimensional.
Somos muchos, y la abuela ha parido un libro de factura impecable y diseño exquisito. De su contenido, cada lector opinará lo que considere oportuno. Los autores, en número de 65, estamos ilusionados por poder mostrar en el papel de lo que somos capaces (sea lo que sea de lo que somos capaces).
Mi colaboración en La Charca Literaria, desde mi Gabinete de Labios Periféricos, ha sido desde un principio la de componer Exhumaciones Poéticas. Y no podía dejar pasar esta ocasión por nada del mundo. De este modo, he compuesto un poema de 67 versos obteniendo un verso de la primera página de cada uno de los autores (incluyendo prólogo y epílogo). El latrocinio no ha tenido piedad y he robado palabras a todos, incluso a mí mismo, siguiendo rigurosamente el orden impuesto por el índice. He titulado el poema, como debe ser, con el título de este magnífico libro que tantos esfuerzos ha costado pero que a todos nos hace sentir un poco más vivos. ¡A croar, que son dos días!
Vida Subacuática
El butano mutó.
Ha tenido un hijo
con el foróptero.
A pocos metros chapoteaba
de puntillas,
soleadas laderas
necesitan sentirse libres
en donde luchan
charcos por todas partes.
Del mismo modo que lo hace la absenta,
muy cerca,
una viuda soltera
proyecta sus figuras.
Aquella
música de garrafón,
un ejemplo para nadie,
anfibio
de fantasmas
sin caricia alguna.
Construir imágenes
escupir fuego
cada amanecer,
conocer nuevos mundos
comentar las esquelas
como un esqueleto
en el metro.
En el suelo salpicado
de las más emocionantes escenas
de sus deseos
un leve aroma
diabólico:
el vértigo
de cicatrices.
Este temor
—la sospecha—
con especial inquina.
Los mares del azar:
aguas matriarcales
de ausencia,
pliegues
como las palabras.
Carne es agua
es el corte
el esplendor de la nube
en los silencios.
La luz escancia
una única certeza:
la cosecha líquida
de nacer en una casa lectora
como aletas salidas de un mar
en la cocina.
Una neblina
en mis entrañas
borrosas,
unas palabras
se conjuran
esta tarde
en el oscuro mundo
en una roulotte
a punto de estallar.
No queda más que andar
las aguas del pozo.
Un poema
de no querer ser nadie
cuando
nadie
nadie nos escucha.