Exhumación poética de “Pequeño mundo ilustrado” (María Negroni)

Gabinete de labios periféricos

 

«La poesía es una epistemolgía del no saber
María Negroni

 

El Raval de Barcelona. Una tarde invernal de miércoles. El cielo ya anochecido. Preliminares, cháchara y libaciones antes de acceder a l’Horinal para asistir a un recital. En este contexto habitual y placentero, la poeta Míriam Cano llama mi atención: “Éste te va a gustar. Seguro”. Y, claro, tenía toda la razón. En sus manos el libro que en esta ocasión será exhumado poéticamente. Desconfiando de mi atolondrada memoria, tomo una foto de la portada. Aquí mi agradecimiento a Míriam por haberme proporcionado el descubrimiento de una obra realmente notable.

El breve y modesto ejemplar de bolsillo de Pequeño mundo ilustrado se ubica en mi gabinete al lado de otras obras que tienen en común ser difícilmente catalogables. La propia María Negroni (argentina, poeta, novelista, traductora, ensayista… qué sé yo) decía en una entrevista de Daniel Gigena: “sé que me salen unos libros raros que no se sabe si son poesía, ensayos, narraciones…”. Sean lo que sean, los libros de Negroni no decepcionan a quienes buscamos en la literatura algo que nos explique el mundo, que nos ayude a reformular todas las preguntas, a sabiendas de que las respuestas tienen siempre la forma más noble del fracaso.

La obra que nos ocupa incluye algunas ilustraciones y un interesante prólogo de Esther Peñas, de título más que significativo: Inventario de asombros. Y eso es lo que encontramos a lo largo de las ochenta piezas que constituyen el libro. Ochenta breves escritos sobre temas aparentemente tan dispares como enciclopedias, juguetes, Citizen Kane, Kraftwerk, mapas, estatuas, cajitas, Luís Buñuel, Robert Walser… Los capítulos están ordenados alfabéticamente, como en una enciclopedia o un diccionario, aumentando con el orden aparente la sensación de heterogeneidad laberíntica que conforma este Pequeño mundo ilustrado.

A medida que vamos avanzando en la lectura es evidente que nos hallamos ante una colección, ante un gabinete de curiosidades que abarca muchas ramas del conocimiento y de la intuición poética. Dice Peñas que la obra propone “una relectura del mundo a partir del placer de la curiosidad”. No podría decirse mejor. El diccionario de la RAE explica que un suceso o cosa extraordinaria que causa admiración define a la maravilla. Deambular por el gabinete que nos describe María Negroni es recibir un inteligente y poético baño de maravillas. La propia autora, en las palabras preliminares, viene a decir lo mismo: “lo bello es una especie dentro de lo raro”. Invito pues a los curiosos a adentrarse en esta rara belleza.

Para exhumar el poema, tomaré como referencia el número 80, que corresponde al número de piezas que componen la obra. El procedimiento es el que sigue: divido el número de páginas a lo largo de las que se extiende la obra (175) por 80. El resultado es 2,1875. Así, a partir de la primera página de la obra (27) sumaré 21 y de cada una de las páginas resultantes elegiré de manera irrevocable un verso del poema (27, 48, 69, 91… 195). Utilizaré los decimales (.1875) para elegir el título del poema. 1+8+7+5=21. Será pues de la primera página del capítulo 21 de donde obtendré el título. Me obligo a elegir el título una vez exhumados los versos. El resultado es el que sigue:

Las  creaciones humanas

Cortejos de imágenes:
un gran pájaro nocturno
y la gangrena obscena del deseo
en la cámara oscura de su mente.

Con un maniquí de escaparate,
con los dioramas de la vida,
gabinetes de curiosidades
abren la puerta a la epifanía.

Todo levemente absurdo y maravilloso.