El Señor cuida de los suyos. ¿Y de los otros?

Isla Naufragio

 

Testimonio

Es importante hacerse esta pregunta muy a menudo porque el Señor no va a cuidar de ti; tú estás entre los otros, y cuanto antes lo sepas antes podrás poner remedio. Si es que lo hay.

¿Hay derrotas honorables? No hay. ¿Se puede vivir en la indigencia? Sí, pero muy mal. ¿Los milagros existen de verdad? Si o no, es igual, no están a tu alcance. ¿Hay una música hostil? Sí, y hasta más de una. Nuestros héroes reclaman para sí la muerte y lo que consiguen es que se mueran, o queden descalabrados los que les acompañan, o sea los otros, o sea tú.

En estos momentos de incerteza que vivimos, ¡átate los machos! y cuida de ti. El Señor sólo cuida de sus elegidos. “La baba, la bomba, la peste, el naufragio, la infección descuidada, la reacción errónea…” Updike dixit, cualquiera de estos será suficiente, solos o en compañía de otros, para acabar contigo o hacértelo pasar muy mal. Y puedes llegar a sufrir. Y puedes llegar a sangrar una especia de sustancia roja que desanima en cuanto la ves. Recuerda, estás solo. Tú nunca serás rey.

No perteneces a ningún pueblo elegido. Y aunque te lo hicieran creer así tú no eres el elegido dentro del pueblo elegido. Y si alguien te elige siempre será para algo malo. Tendría que ser suficiente lo hasta aquí escrito. Desde el primer día que tuviste uso de razón métetelo en el cerebro. Egoísmo, egoísmo. No confíes. En nada. En nadie. La única moneda segura es la que llevas en tu bolsillo. Fue una fornicación urgente, dice Ellroy como excusa, pero es que hasta ni de eso podrás disponer si antes no te has asegurado como es debido.

¿Aún dudas? ¿Aún crees en el maná? Hace un mes que no suspiro apretado entre tus brazos. Tengo sed de aquella fuente que siempre encuentro en tu boca. Canciones, palabras, engaños. Si crees que lo imprevisto no puede llegar estás muy equivocado. Todo llega para mal. Siempre para mal.

CARLOS BONITO, vendedor de seguros