Vivo en un barrio muy popular. Tiene un mercado que han reformado hace poco y ha quedado muy higiénico y también un poco soso. Ya no huele como antes, a cierto tufo a podrido, a mercado en descomposición y grasa de ternera vieja.
Los yayos del barrio echan de menos a las payesas que venían del huerto al mercado con sus delantales y sus botas de agua embarradas y que traían manzanas reales, quiero decir, manzanas pequeñas, medianas, feas, algunas más rojitas y otras más redondas. Porque las manzanas venían al mundo como nosotros, como Dios nos ha creado. Ahora todas son bonitas, jugosas y tienen marca.
También había ratas, sí, y es muy normal que esos animalillos acudieran al olor de la comida a montones, de las basuras demasiado cercanas a la puerta de entrada. Todos estamos aquí para sobrevivir y las ratas también son seres vivos, es normal que tengan que buscarse la vida.
Ahora cerca del mercado hay más vagabundos que ratas. Las ratas no están y eso es mala señal, dice mi abuela. Lo que es mala señal es que haya más vagabundos, le digo yo. Eso sí que da lástima.
Somos más pobres, más desamparados, mendigamos más y hasta las ratas han decidido perderse en lugares más amables que un mercado en de ciudad. Es allí donde van a comprar las muchachas, porque ni siquiera las señoras quieren ir a esos sitios no sea que se manchen el abrigo con una fresa o se les quede pegado el olor a merluza al pasar por las pescaderías.
Las muchachas se creen medio señoras en muchos casos, me dice Juliana, la vendedora de especias del mercado. Señalan la comida con el dedo y no te miran a los ojos al pagar. Otras vienen con las tarjetas de crédito de sus señoras. Se dan aires. Los aires que no respiran las ratas, pero sí los vagabundos.
De vez en cuando la patrulla de mossos que hay en la puerta advierte a los vagabundos, les dice que se vayan, se los lleva discretamente de allí. No pueden estar aquí, les dicen. ¿Por qué? le pregunté yo una vez a un mosso d’esquadra. ¿Por qué qué?, me contestó. Fui muy educada cuando le repetí la pregunta. Quería saber por qué los vagabundos tenían prohibido estar en la puerta de la entrada del mercado si el mercado es de todos. El Mosso d’Esquadra me miró y no me respondió. Sigo sin entender nada, ignoro el motivo que hizo desaparecer a las payesas, quién decidió ponerle marca a las manzanas, dónde están las ratas, por qué los vagabundos no son bienvenidos en las puertas de los mercados y sobre todo por qué el mosso d’esquadra no me contesta.