El juego del ahorcado

Semana de difuntos


Espero, porque aún me queda esperanza, la llamada que me indulte.

La ley, injusta, arbitraria, cree que puede decidir mi destino.

Hoy es el día tan temido, tan oscuro, tan definitivo.

Oigo el sonido del martillo sobre la madera que levantará el cadalso.

De la clemencia dependo, de la fatalidad reniego.

Reconozco haber cometido el crimen, sí, aunque ahora me arrepiento.

Si pudiera, volvería sobre mis pasos y recorrería otro camino.

Perdón, es mi postrera súplica; tal vez no lo merezco.

Cargar con esta culpa me ha transformado en un muerto en vida.

Acepto así el castigo; el patíbulo será el último trazo que dibuje mi condena.



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