Oniria

Repertorio personal para gótikos



De los intereses de la industria farmacéutica se ha desprendido una perla que, pasando por la publicidad y los medios de comunicación, ha ido a parar al imaginario de las inocentes masas consumistas. La premisa siniestra proclama: el ajetreado y cambiante mundo actual produce insomnio, que pone en peligro la salud y la felicidad. Pero —¡Sapristi!— hay un fármaco que puentea al gueto herborista brujeril y sus somníferos, tan naturales como ineficaces. Gracias a los modernos laboratorios, tenemos a nuestro alcance ahora no sólo el ácido hialurónico de la eterna juventud, sino también el remedio definitivo del desvelo: la melatonina. 

La melatonina, o N-acetil-5-metoxipriptamina es una hormona que se sintetiza a partir del neurotransmisor serotonina. Entre otras cosas, controla el ciclo diario del sueño, favoreciéndolo y mejorando su calidad. Según la publicidad del producto, la melatonina mezclada en laboratorio con triptófano, valeriana y pasiflora, o bien pura, dispensada en botes de centenares de pastillas fáciles de tragar y de liberación prolongada, apoya un estilo de vida saludable y feliz. Sus ingredientes son vegetales milenarios y perfectamente veganos. Se vende sin receta, a precios asequibles, y el farmacéutico las dispensa sin el menor gesto de desaprobación ni advertencia sobre sus posibles contraindicaciones.

Los neopaganos tenemos una receta mejor, gratuita, sin efectos secundarios ni necesidad del método tradicional y cargante de contar ovejas o dar vueltas en la cama hasta la extenuación. Se trata del llamado IO (Itinerario Onírico). Consiste en realizar un viaje mental, en principio breve cuando se adquiere cierta práctica. Hay que alcanzar el palacio subterráneo y tenebroso (Érebo) de Hipnos, lograr penetrar en él y entrevistarse con el dios para rogar que nos dispense sus dones.

De hecho, el viaje mismo es tan eficaz que una servidora no ha llegado nunca a traspasar los umbrales de la alcoba donde Hipnos duerme en cama de ébano con cortinas negras, ni siquiera los de la antecámara donde descansan sus tres hijos principales: Morfeo, el violento Iquelo y Fantaso. Normalmente me quedo sopa en los primeros peldaños de la pavorosa gruta.

Llegar hasta el palacio del Érebo es lo difícil y penoso, por lo que, agotados, nos dormimos enseguida. Unos van a pie y otros en caballos negros proporcionados en la última posta de la conciencia a cambio de un óbolo que, misteriosamente, hallamos en nuestra faltriquera.

Yo suelo tomar una yegua azabache llamada Proserpina y me interno por el estrecho camino bordeado de cipreses que lleva hasta la entrada de la caverna. Cuando emprendo el trote, sale a recibirme y acompañarme la divina Cárite de segundo órden, Pasítea, esposa de Hypnos, con la que no cruzo palabra, pues es tan taciturna como hermosa. Un fino velo violeta cubre su cabeza y sus hombros. Viene con ella un perro oscuro, que lame mis estribos. Al llegar, hace que descabalgue y me precede con su antorcha por los escalones descendentes tallados en la roca. Cuando despierto, por lo general antes de que suene el despertador, suelo recordar sólo el esplendor de la deidad desvaneciéndose en los corredores en tinieblas.

En raras y nefastas ocasiones penetro profundamente en la gruta palaciega, pierdo a Pasítea y me hallo en las cuadras de Iquelo, regente de las pesadillas. El dios de tercer orden me tortura con sueños difíciles, pesados como el que atormenta a la durmiente del cuadro de Füssli. Los iniciados en el SL (Sueño Lúcido) tenemos diversas formas de escapar de Iquelo. Una de ellas es hacernos conscientes de que estamos en un sueño y buscar a nuestro animal protector entre sus brumas. El mío es el noble y astuto lagarto, capaz de dormir como una talla en piedra y, sin transición, desaparecer a la menor señal de peligro. Miro mis manos. Si las veo es que me encuentro en un sueño lúcido y entonces puedo combatir a Iquelo con sus mismas armas juntándolas con las mías de modo paradójico.

En fin, lectora insomne o lector desvelado, si optas por la melatonina, ten cuidado con los efectos secundarios, y si te atraen los métodos más espirituales, prepárate a leer mucho, comenzando por mi novela Pánikas, y a estudiar el tomo de Léon d’Hervey de Saint-Denys Les Rêves et les moyens de les diriger (Los sueños y cómo controlarlos), así como a los psicólogos de la Gestalt.


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