Ceferino Galán (Badajoz, 1950) es editor, escritor, poeta y escultor. Editor desde 1989 y hasta la actualidad del fanzine El Naufraguito, que obtuvo en 2003 y 2011 el Premi al Millor Fanzine en el Saló del Còmic de Barcelona. Es autor de diversos poemarios y del libro de poesía visual La verdad no existe (El libro del valor inútil) (1983). Colaboró con la directora de cine Celia Galán en los cortos Cómo dejé de ser un hombre común e Historia del desierto (2003), y con la actriz y directora de teatro Sonia Gómez en su obra Natural 2 (2006). Ha impartido cursos y talleres sobre la construcción de fanzines, y colabora con La Charca Literaria desde sus inicios. Montse Virgili (Culturas, La Vanguardia, 27/07/2005) iluminó al personaje y su obra: “En esas calles, aunque lejanas al mar, es donde un hombre naufraga. Y en lugar de ir a la deriva, intenta encontrar su isla, Isla Naufragio. Ceferino Galán creó una isla que no figura en ningún mapa, pero sí la necesidad de que exista.” Revistas especializadas, como El Víbora, se han hecho eco de sus trabajos: “El Naufraguito número 52 nos ofrece otra sobredosis de poesía visual bien entendida que sin duda arrancará la sonrisa a todo aquel que no rija como la gente normal.” Un lector le escribió: “Cuando veo un naufraguito, se me amotina una sonrisa».
P.: Bueno, empecemos por la parte antipática: los datos y las fechas. ¿De dónde eres? ¿Naciste en Barcelona?
R.: No, nací en el Oeste..,
P.: ¿En el Oeste, dices?
R.: Sí, sí, el Oeste, de España, pero en el Oeste. Pon en el Oeste…
P.: Yo te entiendo, pero…
R.: A mí personalmente me da igual. No tiene mayor importancia. Los datos siempre predisponen y no añaden nada a lo que tú haces.
P.: ¿O sea que Ceferino Galán no tiene fecha de nacimiento?
R.: No es que no tenga, simplemente tú no la pones…
P.: Pero bueno…
R.: Ya te la digo: 1950. Y lo del Oeste, lo dejamos en el Oeste. Es un pueblo de Badajoz. Pon Badajoz. Si lo pones o no lo pones, es tu elección. No tiene mayor importancia…
P.: Yo me fío de la conversación… La entrevista tiene que permitir lo que sea. Esto es una conversación. Ya veremos dónde nos lleva.
R.: Precisamente: esto un divertimento. Nosotros ponemos las reglas, ponemos la historia. No hay un notario, no. Nosotros podemos hacer lo que queramos siempre que el producto final sea curioso para el posible lector.
P.: Lo más interesante es lo que tú cuentes y cómo lo cuentes… A mí lo que me gustaría es presentar a Ceferino Galán y todas las cosas que ha hecho. Sobre tus libros de poesía, por ejemplo. Estos libros que me traes… ¿Cuándo fue esto?
R.: En los años ochenta… Éste es de 1983 y como estudié tipografía, pues hice un libro de poesía normal y otro de poesía visual. Está hecho con la tipografía que teníamos entonces. Ir cogiendo todos los tipos y cuando acababas volvías a poner otra vez los tipos en las cajas correspondientes. Hoy en día no cuesta nada hacerlo, pero en aquella época era un verdadero rollo porque lo tenías que justificar todo y luego ponerlo bien en la minerva para que con el traqueteo no se te soltara ninguna letra; era un poco engorroso. Estuve tentado de comprarme una minerva pequeñita (que sólo servía para hacer esquelas), y fue entonces cuando inventaron el ordenador, y con las impresoras que tenemos ahora, con todos los tipos de las letras disponibles y todos los escalados…
P.: Sobre tus libros de artista…
R.: Estudié cerámica en la escuela Massana y frente a la escuela estaba lo que se llamaba antes la escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos: allí estudié grabado, artes del libro, encuadernación, tipografía… Este es un número de una empresa petrolífera que lo dedica a su Memoria anual y yo lo pinté encima, le puse dibujos, lo costumicé… Lo hice para mí. Este se llama 20 formas de Galán (1992), en total 40 formas. Es el apellido mío, con letras de imprenta y hago formas: “Galancín”, y es un balancín; “Galanico”, y es un icosaedro; “Galantea”, y es un corazón, un corazón que está ardiendo, como una tea; “Galanpante”; “Galanet”, que es un galán que se peina…
P.: ¿Has hecho alguna exposición con todas estas obras?
R.: No, no. Los libros los hacía antes de empezar con El Naufraguito. Este era un libro de mis hijas, antiguo, infantil, y lo pinté. Nunca le he dado demasiada importancia. Lo hacía para entretenerme. Este es otro que son fotografías, confeccionado por mí en 1989. Son unas fotografías mías; este soy yo con bigote. Y luego te he traído lo más pequeñito; está hecho con cosas de muñecas de cuando estaba estudiando. Esto es una cajita hindú que tenía por casa y esta es una caja de grapadoras y le puse una frase que salía en una película: “La palabra más solitaria que conozco es vacío.” Una película en blanco y negro y la protagonista era una mujer blanca pero su madre era negra… Lo hice en 1990. Y después esta, que es una de las colaboraciones que he traído. Es como una cajita para pastillas, un pastillero. Era un número del Naufraguito dedicado a las sirenas. Esto lo llamé El Micronaufraguito. La chica que lo hizo se llama Sandra March y ha hecho muchas cosas, fanzines…. Ella se pone en contacto con gente que hace cosas así y nos encarga a cada uno una historia distinta y nos da el tamaño; otros hacen las cajas con otras historias…
P.: ¡Qué maravillas! Brutal. Cuenta más… ¿Y este barquito?
R.: Pues mira, en algunas escuelas de diseño hacen prácticas y les dan naufraguitos a los alumnos para que trabajen sobre ellos. En la escuela Elisava les dieron el nº 91 que era sobre el arte visual, para que hicieran lo que quisieran. Un chico cogió El Naufraguito, lo editó todo en una sola hoja y con ella hizo este barquito de papel: ¡El nº 91 quedó contenido en un barquito!
P.: Has venido cargadísimo… Bueno, hablemos ahora sobre tu obra más reconocida, El Naufraguito.
R.: En el núm. 5 puse la primera página del relato del primer náufrago. El primer náufrago es un cuaderno que me cayó encima cuando yo hacía el servicio militar en Palma de Mallorca, donde un hombre cuenta su vida. Ves, tienes aquí 26 páginas donde un hombre cuenta su vida. La primera página empieza “yo soy quien soy pero no me cambio por nadie”, le pasan cuarenta mil cosas más, todas malas, es un comienzo que me encantó.
P.: ¿O sea que es verdad, o es pura imaginación?
R.: Sí, sí. Todo es verdad y todo es pura imaginación.
P.: Bueno, bueno.., pero es verdad, ¿no?
R.: Sí, sí. Comienza así “yo soy quien soy pero no me cambio por nadie”; conoce a una tal Paqui y, a pesar de todo lo que le ha pasado, termina igual: “yo soy quien soy pero no me cambio por nadie”; o sea que encuentra la felicidad. Cuando puse esta primera página “yo soy quien soy pero no me cambio per nadie” —el hombre escribe con muchas faltas de ortografía— no pasó nada, pero poco a poco empezaron a llegarme testimonios de más náufragos de todo el mundo y lo que en los primeros números no era nada, poco a poco, se fue enriqueciendo.
P.: ¿Pero es verdad que te llegaron todos los relatos?
R.: Sí, sí, todo es verdad.
P.: ¿Cómo te llegaron? ¿Cómo supieron de ti?
R.: Porque el nº 7 empecé vendiéndolo en la librería Makoki que estaba en la plaza Sant Josep Oriol. Como allí tenían fanzines y una serie de cosas de contracultura y literatura alternativa, yo lo llevé. Hay gente que lo ve, se lo pasa a un amigo y así, un amigo se lo pasa a otro. Fueron llegando con cuentagotas. Estamos hablando de hace treinta años. Ha sido una cosa lenta, progresiva.
P.: Entonces, a partir del nº 7 te empiezan a llegar testimonios de náufragos…
R.: Sí, a lo largo de todos estos años ha habido muchas personas que han querido colaborar, aunque no todas son náufragos. Un náufrago no pregunta si puede colaborar, envía lo que sea y ya no se preocupa más, tiene otros problemas más importantes. Un colaborador normal te preguntará cuándo va a salir su escrito, si le has respetado todo lo que ha dicho…
P.: ¿Eso no es un náufrago?
R.: Un náufrago es un tipo que te lo tira. Yo no sé cómo me llegó el primero, si le cayó de las manos; no lo sé…
P.: ¿Vienen firmados normalmente?
R.: Algunos si, otros no. Y después, últimamente, por Internet te llegan muchísimas cosas. Del primer naufraguito, sí venía firmado, no sé su nombre, pero sí pone que nació en el año 1943 en un barrio de Málaga. Allí te lo explica con pelos y señales. Te lo he traído para que lo veas porque hay tanta gente escéptica que dice que no puede ser; pues mira, puede ser.
P.: Esto es una maravilla, una verdadera maravilla… ¿En los treinta años que lleva funcionando siempre ha sido así el guion, contar la vida de un náufrago? ¿No ha habido necesidad de repensar esa trama, ese hilo conductor? ¿Por qué crees que sigue funcionando esa idea?
R.: Nos llegan artículos de todas partes, testimonios. Yo, como editor, propongo el título. Entre los testimonios de que disponemos, buscamos los que más se adecuan a la idea original y se pulen, se cortan, se editan para que sean breves y se puedan publicar con un algo que los unifique. No son artículos de uno. Sobre un tema determinado algunos dirán blanco, otros negro, pero hay que buscar el barniz que le da el mundo naufraguito. Hay un grupo de gente que tiene todos estos testimonios y entresaca los que van con el tema que yo tengo preparado, con esa idea que yo tengo.
P.: O sea, que hay un trabajo editorial, un grupo de gente encargada de confeccionar cada Naufraguito.
R.: Claro, claro.
P.: ¿Cuántos son?
R.: Unos diez, ocho, o quince…. En unos más, en otros menos…
P.: Hablemos de estos personajes, de esos náufragos. De entre los primeros figuran Antonio Machín, Takao Sakamoto, Santiago Retuerto, Ronald Reagan… (risas) Los hay buenos y los hay de malos, muy malos ¿verdad? ¿Qué es primero: la historia que quieres narrar o es el personaje el que te ayuda a encontrar la historia?
R.: Más o menos lo que he te he dicho antes. No es que yo quiera narrar una historia. Yo tengo un tema y tenemos que hacer 16 artículos, o 20 en algunos naufraguitos, con ese tema y vamos a diferentes testimonios que nos puedan ayudar. No hay un personaje. No. Hay una idea central que cambia en cada número y luego hay una enorme sala, que está llena, como un enorme granero, donde está todo, y tienes que ir allá y coger éste y este otro…
P.: Esto significa que todos los materiales de todos los relatos deben estar clasificados. ¿Habrás hecho un vaciado temático? ¿Lo tienes clasificado por temas?
R.: Lo tengo, lo tenemos todo, más o menos, dentro de la cabeza, aunque sí hay ahí una cierta clasificación porque hay náufragos que te escriben diferentes cosas. Si te das cuenta, todo el mundo que tiene un náufrago es alguien que habla sobre la incapacidad que siente para vivir en sociedad, para vivir con una mujer, es alguien que habla de la soledad, de la muerte… El número que estamos preparando ahora va sobre el perdón. Los náufragos siempre tratan temas así. Hay un número que trata sobre la cobardía y todo el mundo piensa que la cobardía es una cosa mala, cuando nosotros pensamos que, justamente porque hay cobardes, todo el mundo sobrevive; si todos fuéramos valientes nos habríamos asesinado unos a otros. El náufrago tiene una visión distinta de las cosas y lo que a una persona le resulta curioso es leer una opinión diferente de lo que él piensa, lo que un náufrago piensa.
P.: Francesc Cornadó en su blog contó que Ceferino Galán lo hacía todo; que todo en El Naufraguito es fruto de su mente y de sus manos… O sea que en realidad tú te desdoblas…
R.: Esto es una cosa que me dicen muchas personas, incluso hasta un lector que tengo y que puso en un programa, con algoritmos y cosas así, los textos de los naufraguitos y llega a decir que el 80% de los textos estaba escrito por la misma persona. Gente que siente esa curiosidad de indagar. La verdad es que una persona no lo puede hacer sola porque es muy engorroso y además porque una persona normal no lo ha vivido todo. No tengo todo el conocimiento ese. Si esto estuviese escrito por una serie de colaboradores, todo el mundo querría ver su nombre escrito en los naufraguitos: un rollo. La única opción para que sea viable es que sea gente que te escriba y que no haya ningún autor fijo. Siempre una misma persona no puede ser. Si son seis o siete, tampoco puede ser. Nos queda la tercera opción que es gente de todo tipo.
P.: ¿Pero cuando tienes el tema elegido escribes a tus náufragos para que escriban sobre el tema que te interesa?
R.: No. No tenemos correspondencia con nadie. Sería un verdadero rollo.
P.: ¿Aprovechas los materiales que tienes, entonces?
R.: Sí, son materiales que nos han llegado; algunos se publicarán, otros no…
P.: Ahí hay un gran trabajo, ¿eh?
R.: Bueno, sí, sí, pero la redacción se encarga de ello…
P.: O sea que Ceferino Galán no lo hace todo, ¿verdad?
R.: No. Yo sólo soy el editor. Yo explico que trabajo como en las películas americanas: tengo un despacho acristalado y una secretaria fuera con el pelo largo, moreno…
P.: Sobre eso, justamente, te quería preguntar. Creía que lo de la secretaria llamada Helga era un episodio del pasado.
R.: No, no, Helga continúa. Es española, de abuela alemana, y tiene una melena negra, preciosa, muy simpática y es la que contesta todos nuestros correos…
P.: Los temas y los títulos de El Naufraguito son maravillosos: “Los estados del alma”, “El roce hace la llaga”, “Las trampas de la razón”, “El mundo encapsulado”, “La rueda de la Pasión Desbordada”…
R.: “Los estados del alma” es curioso porque hay un centro cultural en Hospitalet, el “TPK. Art i pensament contemporani”, y entonces el que estaba de director les propuso a los pintores que hicieran cada uno una obra sobre uno de los estados del alma. Y cada artista pintó un cuadro con estos temas e hicimos una exposición y todo…
P.: O sea que El Naufraguito viaja…
R.: Despierta curiosidad…
P.: Es como un antievangelio… Y si nos ponemos con el hermano pequeño, El Mininaufraguito, se nota la pura anarquía: «Mujer, no apartes de mí tu cáliz», «Nueve maneras de poner fin a la tontería», “Me llaman el semental”… ¿Sirve El Mininaufraguito para reírse de todo y alejar la amargura?
R.: Sí, porque El Mininaufraguito —que empezamos en el nº 7—, no todos, pero bastantes, están hechos por náufragos a quienes les hace mucha ilusión hacerlos. Es sarcástico. La vida de toda esta gente es poco divertida, pero con el cinismo, la ironía, con la cosa esta que te da haber sufrido, te va volviendo más cáustico.
P.: Hablemos de los materiales. El Naufraguito está siempre lleno de sorpresas tridimensionales (una cinta, una rama, un cordel…) ¿Todos lo tienen? ¿Eso lo distingue quizás de los otros?
R.: Sí, no en todos, pero en bastantes. Nosotros pensamos que un fanzine tiene que ser algo que no sea una revista normal, tiene que llevar un toque, tiene que llevar un pensamiento, tiene que llevar distintas cosas para que no sea una revista industrial propiamente dicha. Tiene que ser algo totalmente artesanal. Lo que nos distingue es ese lado artesanal y queremos que el lector cuando lo mire tenga una pequeña sorpresa. En el nº 8 le pusimos un corazón de plomo y nos da un trabajo tremendo. Siempre procuramos no hablar de este número porque esperamos que no nos lo vuelvan a pedir. Tenemos que hacer el troquel que hay a mano de lo que es el corazón que es de plomo que, con el tiempo, se nos va poniendo negro…
P.: Esto da mucho trabajo en la parte de la edición…
R.: Sí, por eso no puede ser que una persona se entretenga en hacerlo todo. Porque trabajando juntos también se genera una tertulia, el trabajo siempre es más…
P.: ¿Hay colaboradores anónimos?
R.: Sí. Hay gente conocida, pero todos quieren ser anónimos; simplemente quieren colaborar. Como yo, que lo hago por amor al arte, pues ellos también.
P.: ¿Ceferino Galán hace de espigador cuando va por la calle o por el bosque?
R.: No. Mira el nº 114 era uno que iba con un lápiz dentro. Bueno pues este es un colaborador que conocí en un Arts Libris de hace un par de años y que nos dio un lapicerito de esos y hablamos, hablamos: Ah, pues es muy chulo. Pues te puedo hacer los que quieras, me dijo. Él después se puso en contacto conmigo y me dijo: «si quieres te puedo hacer los que necesites para alguna edición». Pues, sí, vale. Vamos a hacer un artículo donde tenga cabida el lapicerito este. Y sí, sí, me dio 250 lapiceros. Así, sentados, como estamos tú y yo, me entregó, contento, todos los lápices. Hay algunos cuantos casos así, que se han ofrecido: un fajo de números de lotería, un taco de entradas del desparecido parque de atracciones de Montjuïc… Los que hacemos esto nunca podremos saber la repercusión que tendrá y por un detalle de lo más nimio. Tú vas dejando cosas, que son como pequeñas bombas que van afectando a distintas vidas.
P.: ¿Qué ha hecho posible su continuidad? No ha habido interrupción alguna por causas ajenas o propias, ¿verdad? Lo que si hubo fue un funeral por allá el mes de de diciembre de 2014. ¿Era real o sólo una provocación? (Bonito exvoto el del brazo y el puñal)
R.: Porque en el nº 100 El Naufraguito se mató, aunque lo quiso hacer sólo por la ceremonia; de la misma manera que uno se casa, por la ceremonia. Él creyó que subiría al cielo en el nº 101, pero se dio cuenta de que no hay paraíso en el cielo. Por eso a partir de entonces se subtitula así. Él quiso hacer su funeral, su fiesta, y se lo hicimos; incluso le grabamos un video.
P.: ¿Cuántos ejemplares haces por número? ¿Se hacen nuevas ediciones si hay demanda? La distribución se hace directamente a través de dejarlos en depósito en las librerías en Barcelona y ¿en dónde más?
R.: Hacemos unos 150 y luego, necesitando más, vamos haciéndolos. Sí, los repartimos en Barcelona y también en Madrid, Palma de Mallorca, Pamplona…
P.: ¿Has invitado a alguien a conocer el espacio donde se hace El Naufraguito? Quizás ha habido alguien que se haya interesado por tu obra en un sentido académico, para estudiarlo en profundidad.
R.: No, no lo he invitado. No, porque las personas que colaboran tampoco quieren. Es como un mundo determinado. Como los rosacruces, tendrías que entrar invitación por invitación; es algo muy particular. Hay bastantes personas que me han entrevistado, interesándose por el mundo de la autoedición, hay estudios sobre él, sí. Luego hay un editor que se ha interesado en hacer como una antología, pero lo veo complicado. Hay tesis, sí, pero sobre El Naufraguito, concretamente, no. Hay una chica que se llama Isabel Pons que cuando salió publicado su trabajo me lo mandó, pero era sobre el mundo de la autoedición, un trabajo en general sobre los fanzines. Hay un chico que se llama Monmagan y que tiene un documental sobre fanzines que se llama “Grapas”, y en ese documental se explica muy bien el mundo de los fanzines. Yo conozco el mundo de la autoedición de Barcelona, de Madrid… Hay aquí, en Barcelona, algunos festivales como el “Gutter Fest”, otro es el “GRAF”… Y hay aquí tiendas, como Fatbottom…
P.: En Barcelona, el mejor escaparate, es quizás ahora mismo Arts Libris. Sin embargo también lo es o lo ha sido el Saló del Còmic, donde El Nafraguito obtuvo el premio al mejor fanzine en 2003 y también en 2011… ¿Hay algo parecido en España, Europa, América? ¿Hasta dónde ha viajado El Naufraguito?
R.: Para mí, sí, el mejor es Arts Libris, pero para otros jóvenes seguro que prefieren el Gutter Fest y también el GRAF, que algún año lo hacen en Madrid, pero generalmente se hace aquí. El Naufraguito ha viajado por el mundo entero. Hay unas cuantas universidades americanas, que yo sepa son tres que los tienen, y hay una, por ejemplo, la de Standford, que concretamente nos tiene catalogados en su espacio de “libros raros”… Pero en Argentina, Perú, Méjico, Colombia hay seguidores que cuando saben de alguien que viene para acá, les hacen sus encargos de naufraguitos.
P.: ¿Cuál es tu credo político? ¿Dónde está El Naufraguito y dónde Ceferino Galán?
R.: El Naufraguito tiende a ir a contracorriente. Tiende a ser rebelde y tiene un punto anarquista. Principalmente lo que sí que es, verdaderamente, es un escéptico. Es un agnóstico total. Ceferino Galán tiene mucho de eso, pero yo me defino concretamente como un espectador. Si hago El Naufraguito es porque dentro de nosotros, los seres humanos, tenemos algo que nos dice: haz algo, haz algo; pero yo, por mí, me quedaría tranquilamente y simplemente a observar.
P.: Me gustaría que habláramos sobre Ceferino Galán como artista multidisciplinar. Por ejemplo, tus textos para La Charca Literaria. Tu sección se llama “Isla Naufragio”.
R.: La Charca Literaria para mí es como una sucursal de El Naufraguito. En el primer relato en La Charca lo explico. Como tenemos tantos testimonios, nos sobran tantos y no todos se pueden publicar en El Naufraguito, pues pueden ir a La Charca. Tiene dos formatos: el de los testimonios y, si en algún número alguien pregunta algo, lo resolvemos en el consultorio.
P.: Creo que también tienes otros intereses artísticos, como la escultura, ¿verdad?
R.: La escultura la hago en verano, cuando voy a un pueblo de Teruel y allí tengo espacio, maquinaria y materiales. Allí se puede trabajar de maravilla; es un sitio que aunque hagas ruido, no molestas a nadie. Yo defiendo el mínimo esfuerzo. Cuando hago escultura tiene que ser en un sitio que me dé todas la facilidades, y cuando hago El Naufraguito tiene que ser también con el mínimo esfuerzo necesario.
P.: Para toda esta actividad se necesita mucho espacio…
R.: Depende de las dimensiones de la obra. Cuando pintaba lo hacía para un sitio concreto, pues con la escultura igual: que hay una hornacina, mido el espacio y hago la escultura que se adapte a este espacio. Solamente trabajo ya con el encargo preparado.
P.: ¿Qué te gustaría hacer que no has hecho todavía?
R.: No tengo ningún sueño pendiente.
P.: ¿Cuáles son tus referentes en la literatura, en el cine, en el arte? ¿Tienes mitos?
R.: No, no tengo. Además, yo cuando leo o escucho música soy ecléctico. En música me puede gustar la salsa, el bolero, el canto gregoriano… En literatura, igual. Lo que sí es cierto es que no me suelen gustar los best-sellers, como La catedral del mar. Pero en cosas que no me gustan especialmente puedo encontrar ideas para un naufraguito, o alguna idea para un título.
P.: Tu mejor obra o tu mejor naufraguito…
R.: Como soy el autor, no puedo decir cuál es mi mejor obra.
P.: Tu peor pesadilla…
R.: No tengo pesadillas yo. No soy un náufrago (y por eso puedo hacer El Naufraguito). No tengo mitos. Soy un hombre común. Soy un hombre corriente. La mejor felicidad solamente la puedes encontrar siendo un hombre gris. Los héroes siempre dan problemas. Los hombres que no pintan nada son los que mantienen el mundo.