Para Odile Suárez, amiga querida
El folclore mexicano es rico en calaveras. La calavera mexicana es una figura simbólica que procede de la costumbre azteca de apilar los cráneos de los guerreros muertos y de las víctimas de los sacrificios en altares de la muerte llamados tzompantlis (“hilera de cráneos”), ensartados mediante un agujero en las sienes. A veces los cráneos de españoles sacrificados y de sus caballos fueron colocados en los tzompantlis como trofeos. Las simpáticas calaveritas de dulce del Día de Muertos son un recuerdo lejano y deformado por la religión cristiana de las antiguas y venerables calaveras sacrificiales.
La calavera mexicana más popular es la Calavera Garbancera. Fue creada por el artista José Guadalupe Posada en 1910 para la prensa satírica. La más antigua está impresa en una hoja de Posada que dice: «Las que hoy son empolvadas garbanceras, pararán en deformes calaveras». Hace alusión a los indígenas o mestizos renegados que se vestían de europeos y renunciaban a las tradiciones de su raza para trepar socialmente, pero en realidad tiene un significado más profundo cuyo calado se nos escapa.
Fue bautizada por Diego Rivera como la Catrina en el mural de 1947 que se titula: “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. “Catrín” o “Catrina” era un apelativo de los pisaverdes y las señoronas sin un duro, pero siempre presumiendo y mandando. En este mural de quince metros y medio, Rivera despliega la historia de México de izquierda a derecha, desde el descubrimiento y la conquista hasta la revolución. En el centro, toma el esqueleto creado por Posada y lo convierte en una suntuosa Catrina vestida como una dama afrancesada con gran pamela, fular de plumas y traje largo blanco. Este imponente fantoche está flanqueado por el propio José Guadalupe Posada y por Rivera niño junto a Frida Kahlo. A la derecha, y bien visible, una figura de nativa vestida de amarillo con el cabello suelto adornado con un clavelón chino, flor de los muertos, se enfrenta a la Catrina para reprocharle la traición a su origen.
Actualmente, la Catrina es el disfraz mexicano más popular de Halloween, así como también lo son las calaveras del Día de Muertos, una variada y colorista pieza de artesanía. Las calaveritas de azúcar se comen con alegría, pues la muerte es dulce y más ese día en el que las almas de los seres queridos pueden visitar a los suyos. En el hermoso video oficial del álbum de Ángela Aguilar Primero soy mexicana (2018), se produce paulatinamente la fusión en sueños de la propia cantora con la Llorona, a quien ve pasar con el huipil azul bordado tapándole el rostro, saliendo del templo. La sigue, convertida en la Catrina carnavalesca, maquillada como cadáver, hasta ser ambas una sola.
La guapa muerte mexicana se metió en mis sueños durante una anestesia general mientras me operaban de un brazo. Me lo rompí en la calle por un traspiés que me hizo agarrarme a una farola para no romperme la crisma. Mientras estaba inconsciente en manos de los doctores soñé con un mundo mexicano compuesto por indígenas muy altos y apuestos, vestidos de negro a la manera romántica, con levitas, chalinas y el largo cabello negro recogido en una coleta. Al fondo se veía un edificio que era al mismo tiempo universidad y templo, con esa mezcolanza absurda pero real de los sueños. Aquellas figuras conversaban de filosofía con gran donaire. Cuando desperté seguían rodeándome hasta algún tiempo después, indiferentes y amables. Y toda aquella noche y la mañana siguiente permanecieron conmigo. Al final desaparecieron con gran pena por mi parte, pero por las paredes blancas de mi habitación en el hospital, estuvieron corriendo páginas y páginas de gruesas letras y grabados de antiguos periódicos mexicanos amarillentos, con la Catrina de Posada y otras calaveras y cruces. Yo lo veía todo con gran claridad, hasta el día siguiente, cuando me dieron de alta y me enviaron a casa con el brazo en cabestrillo. Solo tengo algo que añadir, como el gran Eisenstein: ¡Qué viva México! Y un saludo a la preciosa Odile allá donde esté.