Ayudita

Extravagancias


—Hola, buenos días. ¿Está el Diablo?

—¿De parte de quién?

—De Agustín, un cliente.

—¿Particular o mayorista?

—Particular.

—No cuelgue, por favor.

La telefonista dejó la llamada en espera. Empezó a sonar Friend of the Devil, de los Grateful Dead, con su característica línea de bajo descendente y la suave voz de buen tío de Jerry Garcia (imposible no quererlo) cantando dulcemente aquello de: “Set out runin’ but I take my time / A friend of the Devil is a friend of mine / If I get home before daylight / I just might get some sleep toniiiight”. Entonces se oyó un chasquido, interrumpiéndose el hilo musical.

—Satanás al aparato. ¿Con quién hablo?

—Con Agustín.

—¿Agustín? —repitió Satanás, retorciéndose los pelillos de la barba de chivo —. Agustín, Agustín… Disculpa, chico. Ahora mismo no caigo.

—Agustín, el aprendiz de malo…

—Tengo tantos…

—El hijo de la Toñi, la del colmado de frutas y verduras de la calle Caspe, en Barcelona.

—¡Hombre, claro! ¡Ese Agustín! ¡El nuevo! ¿Cómo estás, chato?

—Bien, bien… Bueno, no. A decir verdad, tirando a mal…

—Cuéntame. ¿Qué te pasa?

—Pues nada, que tengo algunas dudas… Ya sabes, sobre cómo ser malo y tal… ¿Satanás? ¿Sigues ahí?

—Sí, sí, Agustín. Te escucho perfectamente.

—Perdona. Pensaba que se había cortado la línea. En fin, a ver cómo te lo explico. El mal como mal… Me refiero al mal como concepto… Ya sabes, así, en plan teórico…

—Ajá…

—Pues ese lo tengo bastante claro. El problema lo tengo a la hora de ponerlo en práctica. Ahí ya, buff… No sé… Me entran las dudas y… Mmm… ¿Entiendes lo que quiero decir?

—No te comas el tarro, Agustín. Ser malo está chupado. ¿Has leído la Biblia?

—Leer, leer, lo que se dice leer, no… Pero he visto la película. ¿Eso vale?

—Olvidémonos de la Biblia. Pasemos a lo básico. Tú quieres ser malo, ¿verdad?

—Sí, señor, con toda mi alma.

—Bien. Entonces, simplemente, haz lo contrario de lo que está bien. Por ejemplo, ¿matar está bien?

—¡No, por supuesto!

—¡Ves qué fácil! Pues te cargas al primero que pase y ya está: ¡todos contentos!

—Ya, dicho así suena muy fácil. Pero ¿y si me cargo a un malo? ¿Qué sé yo, a un asesino? Eso, indirectamente, sería hacer el bien, ¿no? Es lo que intentaba explicarte… No quisiera meter la pata y cargarme a uno de los nuestros…

—Para el carro, Agustín, que te estás liando. Vamos a dejar lo de matar para más adelante. Empieza por algo más sencillo. ¿Has probado a robar?

—Y si robo a un ladrón, ¿qué? ¡Cien años de perdón! ¿Lo ves? ¡Otra vez estamos igual! Casi mejor mato a alguien, que hay menos asesinos que ladrones. Y así, por estadística…

—¡Y dale con matar! ¡No lo hagas, Agustín! ¡No estás preparado!

—Eso digo yo. Por eso te llamaba. Quería pedirte… No sé si es muy habitual, pero había pensado que… Ahora que somos colegas y tal… Como un favor personal… Supongo que estarás muy ocupado, pero, aun así… Tal vez… Si te va bien, claro…

—¡Suéltalo ya, coño!

—¿Qué? Ah, sí. Había pensado que podría hacer prácticas contigo…

—¿Prácticas?

—Ya sabes, rollo becario. Tampoco sería mucho tiempo. El mínimo para coger confianza y poder volar so…

—Agustín, perdona que te interrumpa. ¿Cuántos años tienes?

—¿Yo? Treinta y dos.

—¿Y te parece normal querer ser becario con treinta y dos palos?

—¿Sí…?

—¿Puedo hacerte una pregunta indiscreta?

—Por supuesto, Satanás. Lo que tú quieras.

—¿Con quién vives?

—Con mi madre…

—Ya decía yo… Y tampoco tienes novia, ¿verdad?

—¿Cómo lo sabes…?

—Empieza por ahí, Agustín. Te lo digo en serio. Lo que tú necesitas es una novia, a poder ser un poco mandona. Alguien que te quiera y al mismo tiempo te sirva de faro y de guía.

—Mamá dice lo mismo…

—¡Ves! Y a las madres siempre hay que hacerles caso.

—¿Y cómo lo hago?

—¿El qué?

—¿Lo de echarme novia?

—¡Pues como se ha hecho toda la vida, Agustín! No pretenderás que ahora yo te lo…

—¿Te importaría? Como se nota que dominas tanto el tema…

—Bueno, vale… Vamos a ver. En cuanto veas a una chica que te guste, te le acercas…

—Me le acerco…

—Te presentas…

—Me presento…

—Le hablas…

—Le ha… Perdona, Satanás. ¿Hablo se escribe con hache o sin hache?

—¡¿Estás tomando apuntes?!

—¿No se puede? Es que tengo muy mala memoria. Pero si lo prefieres, quedamos un día y lo repasamos juntos con más calma. Para sedimentarlo mejor y tal… ¿Conoces la bolera que hay al lado de la Diagonal? Así, ya de paso, echamos unas partidillas a los bolos…

—¡¿A los bolos?!

—¿Eres más de futbolín…?

—Agustín, lo siento muchísimo, pero tengo que dejarte. Me has pillado en plena faena, con unas almas condenadas a medio torturar… El hierro candente se me está enfriando. Después se me quejan…

—Y lo de ser malo, ¿qué?

—Déjalo, Agustín. No está hecho para ti. Sé bueno, hazme caso. Con un pelín de suerte harás el mal sin darte cuenta. A veces pasa…

—¡Es que me hacía muchísima ilusión…!

—Ya, pero no siempre querer es poder…

—¡Soy un desgraciado! ¡No sirvo para nada! ¡Ni siquiera para ser malo!

—No me llores, Agustín…

—¡Y me siento tan solo…!

—Todos lo estamos, Agustín. Todos lo…

—¡Pero yo más, Satanás! ¡Yo, mucho más!

—Sí, Agustín, tú más. Pero, en serio, lo siento, me están esperando y…

—Ya lo he pillado, ya… Bueno, adiós. Feliz Navidad…

—¡Agustín, coño, que estos son los de la competencia!

—¡Perdón! ¿En el Infierno cómo os despedís?

—Aquí nos mandamos a tomar por culo y nos deseamos feliz Apocalipsis.

—Ah, pues eso…

Satanás colgó el teléfono. Cerró los ojos y apoyó la frente en la pared (con cuidado, para no clavarse los cuernos). Las nuevas generaciones lo ponían de los nervios. Antes los pecadores venían con la mili hecha, de modo que podía centrarse en corromperlos. Ahora, en cambio, crecían tan blandengues que tenía que hacerles prácticamente de niñera. Pero, en fin, se recogen los frutos de lo que se siembra…

La punta del hierro candente se había apagado. Satanás sopló hasta que prendieron unas chispitas, recuperando su brillo amarillo pálido, casi blanco, que se reflejó en sus pupilas. Entonces, dio un saltito y volvió al tajo caminando garboso mientras canturreaba: “¡Hoy puede ser un gran día, duro con él!”.

Siempre recurría a esta canción de Serrat cuando se sentía bajo de moral. Y como si fueran vasos comunicantes, la empalmaba directamente con Cantares, que empieza tranquilita, es verdad, pero cuyo final le resultaba aun más euforizante:

—¡Venga, pecadores, hacedme los coros! —rugió Satanás, tan completamente desatado con la parte del subidón que estaba ensartándolos de dos en dos o de tres en tres como un pincho moruno —: ¡GOLPE A GOLPE!

—¡¡¡VERSO A VEERSO!!!

—¡GOLPE A GOLPE!

—¡Argh…!

—¡¡¡VEERSO A VEEERSOO!!!

—¡GOLPE A GOLPE!

—¡¡¡VEEERSOO A VEEEEEEEEEEEEEEEEEEERSOOOOOOOOOO!!!

—¡Qué bueno es Serrat, me cago en diez! —exclamó Satanás, entusiasmado —. A ver si la espicha pronto y el Barbas nos lo manda para que nos alegre la eternidad, que ya estoy hasta los huevos del pesado de Robert Johnson y su guitarrita…

—Pues a mí sus arreglos setenteros, qué quieres que te diga —opinó el alma de un cenizo —, me parece que han quedado un poquitín desfasa… ¡Ay, el ojo! ¡Esa ha sido con mala intención, Satanás!

—¡A mi Serrat ni tocarlo!

—¿Cantamos Fiesta, señor Satanás? —propuso otro condenado (donde haya un jefe siempre habrá el pelota de turno tratando de medrar hasta convertirse en su favorito).

—¿Y los vecinos de arriba? —volvió a las andadas el cenizo.

—¡Que se jodan en el Cielo! —zanjó Satanás —. Y si les molesta, ¡que se tapen los oídos! A la de tres, empezando por el estribillo. ¡Un! ¡Dos! ¡Un, dos, tres y…!

—¡¡¡VAMOS!!! ¡¡¡SUBIENDO LA CUESTA!!! ¡¡¡QUE ARRIBA MI CALLE SE VISTIÓÓÓ…!!! ¡¡¡DE FIEEEEEEEEESTAAAAA!!!

¡Feliz Año Nuevo, gentes de cien mil raleas de la Charca Literaria! Y larga vida a Joan Manuel Serrat (el Infierno puede esperar).


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