Alexia y Alexis

Nadie me conoce


De eso precisamente es de lo que se jacta Alexia. Nadie me conoce, dice. Alexia no es joven; se podría decir que está en esa edad madura que tanto place. Un cuerpo todavía para poder lucirlo, aunque un poco entrado en carnes, unas piernas de lujo que se adivinan bajo las faldas…

Como todo bicho viviente, Alexia se pasea por las redes, pero no encontraréis ni una sola imagen de ella. Utiliza caras de otros y mezcla lo que se le antoja para lucirse a trozos, o cuando le da por ahí cuelga paisajes marinos o de monte, flores silvestres o de cultivo… ¿Quién hay detrás? ¡Que cada cual se imagine lo que le apetezca! Solo los que la conocen en persona podrían describirla.

Puede opinar a favor o en contra de lo mismo según el día y la imagen elegida. Así se hace creíble. Temas, los que queráis: políticos, de guerra, de música, de literatura, de influencers, de la comunidad de vecinos… A veces os sacará de vuestras casillas con afirmaciones que no os esperabais; otras, la coincidencia de opinión os dejará perplejos.

No hay posts de su vida personal en el muro.

Ni que decir tiene que cuelga enlaces con periódicos que estima interesantes y los comenta para que el personal deje su like o exprese su enfado. Tanto le da dar opiniones muy masculinas como de feminismo acérrimo. En fin, nadie la conoce, dice.

Alexis hace lo mismo. Hombre de principios, ¿cuáles? Los que se tercia, según la situación. Muy masculino a veces, muy melifluo otras. Ni de derechas, ni de izquierdas, o, según cómo, más de lo último, sea lo que sea. Al igual que Alexia.

Ambos piensan que, en todo ese ir y venir sobre lo que creen y lo que sienten, quedan disimulados. No se dan cuenta de que su perfil virtual se va tejiendo con lo que dicen.

Viven en un barrio de las afueras, camuflados en la sobriedad que confiere la pobreza, esa sobriedad malsana, la que es impuesta, la que no tiene remedio. Tanto él como ella son gente lista e inteligente, cualidades imprescindibles para el disimulo.

En la vida real, a Alexis le apodan “El Lanas”, por esa melena despeinada que parece que nunca se arregla. Sin embargo, es un despeinado calculado al dedillo. Algún día ha aparecido con el moñete o la coleta que ahora lucen los jóvenes o no tan jóvenes, para provocar. Lo cierto es que a menudo lo increpan sus vecinos: «¡Ande vas, vejestorio, que ya no tienes edad!». Alexis anda siempre desaliñado, con aspecto desenfadado y barriobajero, pero limpio. En eso es incapaz de camuflarse.

Sin embargo, cuando se muestra en las redes va vestido como un caballero inglés y es de una seriedad y amabilidad supina. ¿Quién sabe eso? Nadie. ¡Cuánto le gusta disfrutar de ese anonimato!

A Alexia, un chaval del barrio que la conoce bien le ha puesto el sobrenombre de “Mariposa”, porque según él revolotea de flor en flor. Nunca se le ocurrirá desenmascararla; perdería su encanto y él la perdería a ella. Le gusta demasiado.

De todos modos, ella sabe muy bien que en el mundo virtual nadie está del todo a salvo. En cualquier momento podría ser descubierta. Pero se oculta bien. Si algún día os la encontráis (en las redes, claro) no se os ocurra pedirle que os mande algo por privado. Alexia lo hará, pero no será su auténtico “privado”.

Alexis, como hombre que es, se comporta de manera parecida, pero elige otras imágenes para entrar: ni flores, ni puñetas; lo suyo es el arte, figuras, esculturas, cuadros, fotografías insólitas… y a provocar se ha dicho.

No creo que se pueda afirmar que se conocen entre sí, aunque cierta inquietud malsana me hace pensar que no es imposible. ¿Cuál es su verdadero yo? ¿Uno de sus yoes de creación acaso? En el barrio ni se ven cuando se cruzan.

Nadie los conoce, excepto los que se relacionan con ellos en persona. Y estos, lógicamente, ignoran sus avatares en las redes. Lo que realmente importa es que Alexia y Alexis se divierten con todo este ajetreo. ¿Ambos saben quiénes son en realidad?

Pregúntese usted mismo si sabe quién es realmente.

 


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