Otilio

Retales


Esta mañana Otilio se ha levantado a punta de día. Cuando el sol se adivina en el horizonte y suelta las primeras luces del alba, sus pies están en el suelo. Es lo que tienen los hombres de campo; lo han hecho así desde niño y ahora se le hace harto complejo ronronear en la cama.

Antes de las nueve está en la puerta del consultorio. Los viernes hay consulta con su médico, los lunes y miércoles hay otros. Las costumbres son las costumbres y hay que mantenerlas.

Él no va desaliñado, se ciñe el pantalón con el cinto y la camisa por dentro, no como otros que por cinto llevan una cuerda y la camisa les asoma por aquí y por allá. Repeinado y con colonia, antes de salir se ha afeitado, que al médico hay que ir presentable.

Se ha dirigido a la sala de espera. Sentado en esas sillas nuevas que están amarradas unas a otras, dispuesto a esperar su turno. El Dr. Benítez no acostumbra a llegar tarde.

Otilio se guía por la luz solar. Ya pasan de las nueve. La puerta no se abre.

De pronto, sale del despacho del doctor una mujer enfundada de blanco.

—¿Otilo Santiesteban? Pase, buenos días.

Otilio entra en el consultorio del doctor y con sorpresa ve que la mujer de blanco se sienta en la butaca del doctor.

—¿No está el doctor Benítez? —pregunta.

—El doctor no está hoy. Soy la doctora Diego. Le atiendo yo en lo que necesite.

Sorprendido, Otilo ha dicho: ¿Y eso por qué?

—Está enfermo —ha respondido la doctora.

Visiblemente molesto, se ha levantado diciendo: Al menos diga usted la verdad, los médicos nunca están enfermos. Que tenga muy buenos días.

Ha salido y mirándose a los que aguardaban sentados suelta: Podéis iros; el doctor no está.

Se iba como alma que lleva el diablo cuando se ha abierto la puerta y alguien le ha hecho entrar en el despacho.

Al rato Otilio sale con un papel en la mano. Le ha visitado la doctora; por supuesto anda enfadado.

A él no le gusta que le cambien el médico así porque sí, sin previo aviso, además la chica del mostrador le ha dicho que ahora de momento los miércoles visitará la doctora Diego; que no se preocupe que es muy buen médico, que el doctor se ha tomado unas vacaciones y además luego visitará en el pueblo de al lado y que…

Otilio ya no ha escuchado más.

Se ha ido por el camino del río y cuando ha llegado al final de la arboleda se ha dicho: ¡Ea, Otilio! vamos a tomar un chato, ¿no te parece? Qué les zurzan.


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