Negreta

Retales


Negreta vive con sus dos hermanas y su madre en una cabaña en una vaguada no muy profunda, próxima al torrente, cerca del bosque entre valle y montes.

Sus días transcurren con bastante monotonía. 

Cuando amanece, su madre les requiere que sean buenas hijas y se laven mutuamente y se distraigan mientras ella sale a buscar comida. Y así un día y otro hasta que la madre regresa.

Sus hermanas, obedientes, dormitan y juguetean mientras la madre no vuelve. 

En cambio, ella se entretiene pensando y preguntándose una y mil cosas.

Cómo le gustaría encaramarse monte arriba, monte abajo, oteando a lo lejos, arrancando la hierba con su propia dentadura, cortando la hierba con esos incisivos que parecen cuchillos, pacer tranquilamente en los claros que imagina llenos de hierba… gozar de la caricia del sol de tarde. 

Ya se sabe, eso ocurre en todas las familias. Siempre hay algún miembro díscolo.

La madre les tiene dicho que mientras esté fuera no abran a nadie. Es más, que cuando llame a la puerta le pidan que les enseñe la pata para comprobar que es ella, conscientes de que corre por el bosque mucho desalmado. 

Saben bien las cabritillas que se refiere al lobo. Y, claro está, le temen, y se horrorizan tan solo con decir el nombre.

Negreta es una cabritilla esbelta, con el pelo de un negro azabache precioso, un contraste impío con la blancura inmaculada del pelo de sus hermanas. Ojos inquietos que siempre escudriñan y una curiosidad envidiable. ¡Se cuestiona tantas cosas! 

Una de esas mañanas Negreta se pregunta cómo es que su madre nunca les enseña cómo ir a por hierba fresca y siempre es ella quien la va a buscar para que ellas coman. No consigue entenderlo.

Esta mañana, tras asegurarse de que sus hermanas dormitan, toma una decisión. A escondidas, sin contárselo a nadie, decide que saldrá a buscar hierba.

No conoce mucho el territorio, pero como lo ha imaginado tantas veces no teme perderse porque sabe fijarse en detalles que la llevarán de vuelta a la cabaña.

Por el camino se encuentra al lobo. 

¡Caramba! Vaya mala suerte. Pero el lobo no se le echa encima.

Amablemente le pregunta: 

—No te había visto por aquí.

—No, no. No había venido nunca.

El lobo va y le pregunta: 

—¿Quieres dar un paseo? Podemos comer hierba. ¿Te gusta?

Ella temerosa le responde: 

—Uy, sí, mi madre siempre nos trae. ¿Pero a ti no te gusta comer cabritillos? 

El lobo torciendo el hocico y manteniendo las fauces bien cerradas responde:

—¡Dios mío, ay, no, qué asco! A mí me gusta la hierba, la más fresca. Y conozco un lugar donde hay a montones. ¿Quieres venir?

Negreta, que no estaba muy segura, accede. Tiene hambre. Las ovejas negras de cada familia siempre hacen lo que no deben. Así que va siguiendo al lobo monte arriba.

En la fuente del Caño Largo se detienen a beber, ya se sabe, lengua va, lengua viene, el uno y la otra acercándose el agua al gaznate. Y de nuevo monte arriba.

De pronto se encuentran ante un claro en el bosque lleno de hierba verde, fresca, ufana.

La cabritilla se sacia; no puede contenerse y dice en voz alta: 

—¡Anda!, es como la que nos trae mamá.

El lobo come con placer sin decir ni pío.

Negrita a media tarde se despide y le agradece la compañía. 

Cuando llega a la cabaña la madre y las hermanas la esperan y en verdad que no es un recibimiento agradable.

—¿De dónde vienes? —le pregunta la madre visiblemente enfadada.

Y ella inocente responde:

—Del claro del bosque.

—¿Del claro del bosque?

—Sí, mamá.

—Imprudente. ¡Qué atrevimiento el tuyo! ¿Y no te has encontrado al lobo?

—Sí, claro que lo he visto.

—¿Cómo? —vocifera la madre— Y mirándosela de arriba abajo añade: ¿Y no te ha hecho nada?

—No mamá. Ha sido amable, me ha acompañado al claro del bosque, hemos comido hierba fresca como la que tú traes cada día. Mamá, no corremos peligro si salimos.

Negreta no le dijo que el lobo era vegano y que, por tanto, ellas no corrían ningún peligro.

Ahora bien, Negreta dejó bien claro que su madre iba a ver al lobo cada día y ella sí que corría peligro y al tiempo le espetó:

—¡Vete a saber qué saldrá de este vientre tan hinchado que tienes, mamá!


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