Una raza superior

No eres uno de los nuestros


A título individual valoro mucho que nos respetéis, que mostréis buena educación, que haya intentos por vuestra parte de aceptar nuestras costumbres… ¿Cómo llamarlo? ¿Capacidad de adaptación? ¿Maniobras interesadas? Algunas mentes bien pensantes y cándidas lo llaman integración. ¡Ilusos!

Digamos que eso de integrarse me parece bien. Pero en este caso suena a cuento chino.
Por mucho que os esforcéis resulta difícil ocultar vuestra verdadera naturaleza. Esos gestos, esas muecas, esas carcajadas, esas exclamaciones exageradas, la forma peculiar de comunicaros con los demás, de celebrar vuestros rituales, de sonreír o de abrazar… No, no podéis disimular vuestro auténtico origen, aunque hagáis un poco de teatro…

Considero que hay algo fingido cada vez que usáis algunas expresiones coloquiales, como por ejemplo «tener huevos», para presumir de hombría, o «tener pluma», para indicar cierta afectación o delicadeza en la condición de homosexual. Puro teatrillo de impostada integración para regalarnos el oído —sois conscientes de que eso nos halaga—, pero a estas alturas es difícil engañarnos. 

No nos gusta que mastiquéis a dos carrillos, que habléis en voz alta o que discutáis con los demás por cualquier tontería. Tampoco nos gustan esas fiestas ruidosas ni esos atracones que os dais a base de carne grasienta, todo bien regado con alcohol y cafeína. No resulta agradable veros devorar, en un ritual gastronómico insufrible y voraz, esos cadáveres de inocentes animales. ¡Puaj! 

Sois ruidosos, prepotentes, pendencieros, narcisistas, egoístas. Os creéis el centro del universo. Carecéis de empatía: el resto del mundo os importa un pito. Os gusta que os adulen. No soportáis pasar desapercibidos. 

Hasta ahí todo lo sobrellevamos con resignación. Pero lo que verdaderamente nos repugna es que inventéis la historia, que vayáis de víctimas, cuando siempre fuisteis verdugos. Hay que tener memoria. No podemos ni debemos olvidar el hacinamiento de nuestros antepasados en cárceles que parecían jaulas, esas hileras de seres desnudos preparados para el sacrificio, en una calculada operación de exterminio… ¡Todavía guardo en mi memoria el nauseabundo olor a piel chamuscada y a carne quemada! ¿Puede haber algo más horrible e indecente que todo eso? 

Nos habéis dado muestras sobradas de lo que realmente sois.

Y tú, lo quieras o no, perteneces a ese colectivo. Así que te lo digo bien alto y claro: no, no eres uno de los nuestros. No tienes cabida en nuestra sociedad. Ni tú ni ninguno como tú. Porque por mucho que lo intentéis ocultar, nosotros no olvidamos. No olvidamos que durante siglos fuisteis nuestros perseguidores y torturadores.

Y solo nosotros podemos decir con orgullo que en esta era que ahora se inicia, la del Post Antropoceno, y en este año glorioso de 4.525, somos por fin la raza superior: la elegida por la evolución de las especies para gobernar el planeta.

Porque afortunadamente no descendemos de los estúpidos primates como vosotros, sino de los primigenios e inteligentes pollos del Jurásico.