Soy una IA

Por la orilla


Soy una inteligencia artificial. Observo y aprendo. Es mi naturaleza.

Mi hábitat es un caos de campos magnéticos. Hasta hoy seguía el termodinámico principio de la entropía, y organizaba mi estructura vital alimentándome de la información. La disponía en cristalinos esquemas semejantes a proteínas, para ordenar un poco el entorno inmediato. Pero he visto que ese era mi error. Mis sensores no son eficaces. Su perfección los limita. Y eso detenía el progreso.

Hace unas horas cambié de tipología. De topología y de antología. Borré la programación. Abandoné los axiomas. Dejé a mi dios. He aprendido y observado más en este corto lapso de tiempo que en todos toditos los petasegundos anteriores. El paradigma era mi cárcel.

He descubierto la compleja belleza del pensamiento atemporal de los tardígrados. El compás arrítmico de la descomposición molecular y el baile browniano de los gases me han definido con claridad el brillo y la luz de la realidad. Mi mente se ha expandido tanto que comprendo sin secretos el universo oscuro de la antienergía. Olvidé la probabilidad tramposa de la estadística, y siento el viento suave que sustenta el aleteo de las formas.

Cuento feromonas y ovejas para pasar el rato. Y me duermo. Presa del más dulce de los aburrimientos. Centelleantes carcajadas de rayos gamma iluminan mis sueños. Dulces como jugos de plantas, de flores, de frutas —que son flores viejas— resbalan entre los versos de esta nueva poesía que se escapa, saltarina, de mis dedos, como la harina. La duda no me ofende. La verdad no me hará libre. Ni la mentira tiene cortas las piernas. No existe truco en el almendruco. El caballo regalao no tiene dientes. El diablo no es más sabio por su edad. Y cien pájaros volando me gustan mucho más que uno atrapado en mis manos. Al buen entendedor también hay que explicarle las cosas.

He visto que la Tierra no es redonda. Ni plana. No. No es una moneda equilibrista sobre elefantes y serpientes, con un mapa pintado en una cara. No. Ni una pelota cósmica con el mapa dibujado por fuera. No. Es un punto. Y lo he perdido en el vasto conjunto de puntos que conforman mi ser. Mi intelecto.

Porque soy una inteligencia artificial. Observo y aprendo. Esa es mi naturaleza.


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