Otoño

Crónica de los días que pasan

 

Se aproxima ya un otoño de manta y edredón, de tardes al aguacero y la pedriza. Aunque quizá solamente sean conjeturas de un pensamiento melancólico, observaciones extremadas del paisaje del mundo.

Asusta el cielo, con su color de ojera amoratada, espantando pájaros que huyen al cobijo de la teja y la pizarra. Así es el color de la tarde. Como un viaje a las afueras de todos los nombres en busca de un atisbo de plenitud y sabor a naranjada con hielo.

Golpear las puertas cerradas en espera de que alguien, al otro lado, escuche nuestras súplicas y un sol atenazante, victorioso y empapado en cáscaras de oro, se desprenda lentamente sobre el murmullo de los acantilados. Sobre la cabecera de las mañanas atadas a lo que hemos conocido hasta el día de hoy. Sobre la cabecera de tu nombre, que al fenecer de las tardes retumba en los álamos del parque donde nos despedimos sin éxito y sin puertos.

Catarata de rayo y (de) regreso.


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