Ópera china

Oscuro, casi negro



El barrio está cambiando. María Chen ha vuelto a Fuzhou, una ciudad china en la costa, enfrente de Formosa (no le hables de la China nacionalista). Ha cerrado el bar y se ha ido con su familia a enterrar a su madre, y ya allí a celebrar el año nuevo chino, el año del dragón, símbolo de buena fortuna y éxito. Chen era la chispa que encendía el alcohol en nuestros corazones de ebriedad solitaria. El sueño de un país lejano con mujeres de piel fina, amables ojos rasgados y pelo como ala de golondrina. Pechos pequeños, labios delicados y perfume de cereza. Nacida en un distrito agrícola, Changle, se casó por acuerdo entre familias a los dieciocho años con un hombre rudo y serio, tuvo tres hijos con la nueva ley del partido y es fiel y noble como toda esposa china rural. Bailaba entre las mesas como en una ópera china y su voz cantaba en un mandarín delicioso. Ya veis que me la llevaría a casa. Cuando vuelvan tendría que matar al perro de su marido. No es mala opción. Su hijo Son me apoyaría, tiene veintiocho años y le obligaron a dejar los estudios para venir a este país a ayudar en el bar. Su padre le pegó una bofetada por quedarse dormido ante un bar vacío. Así es la educación, como la de los del Opus aquí. Tradicional, paternalista, racista y homófoba. La peña está de acuerdo. Tino trabaja en una cementera de Buñol y meteríamos el cuerpo bajo los cimientos de una torre de catorce pisos. Son volvería a la universidad de Shanghai y entre todos autogestionaríamos el bar de Chen.Y yo me iría a recorrer Italia con ella en una autocaravana sin destino definido ni final, hasta llegar a Sicilia y tomar el ferry en Porto Empedocle. Un viaje con olor a cereza, vides y olivos. He aprendido a comer con palillos la sopa wonton y oigo ópera china cada noche.



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