Ludovico Moreno, maestro rural

Vidas ejemplares

 

Con 23 años recién cumplidos, Ludovico Moreno obtuvo su plaza de maestro en la población de San Ferriol d’Entremont, en el prelitoral. Lleno de grandes propósitos, idealista y tan ingenuo como inocente, Moreno llevó hasta el pueblecito recóndito las ideas de Montessori, Freinet y Rousseau. El párroco de aquel entonces, Bonaventura Bosch i Mata, intuyó en los métodos pedagógicos del joven maestro el aliento de un diablo libertino y francés y se opuso firmemente a su docencia, objetivo que cumplió en pocas semanas: las autoridades locales, comarcales y provinciales oyeron las súplicas del cura. Ludovico se encontró de repente sin puesto de trabajo, en la miseria, lejos de su familia (que lo desheredó al enterarse de los desmanes ideológicos del hijo) y completamente desamparado. Por fortuna, fue acogido por una familia espiritista del pueblo, que vivía en las afueras, en donde lo tuvieron empleado en las labores del pastoreo durante algunos años. Mientras guardaba los rebaños por aquellos cerros entonces todavía vírgenes, leyó las obras de Kropotkin, de Rabelais y de Thoreau. Por las tardes (las noches, según sus detractores), daba clases particulares a algunos niños y niñas del pueblo en secreto, hijos de familias liberales, y les enseñaba los valores de la Ilustración y las aportaciones de Diderot. Dicen que también las de Madame Blavatsky, aunque eso último jamás pudo ser demostrado.

Cambiaron los tiempos y llegó la reforma. Tras una década de oprobios, Ludovico recuperó su plaza de maestro. Con el advenimiento de la nueva época republicana, Moreno pudo dar rienda suelta a sus ideales en la docencia, y se dice que formó a una generación de ferriolenses anclados con firmeza en el pensamiento racionalista. Sin embargo, la historiografía no es unánime en este punto.

Parece ser que, mientras algunas familias celebraban el talante socialista del maestro, otras denunciaron unas prácticas que merecieron el calificativo de obscenas. En los anales de San Ferriol se cuenta que el maestro fundó una Sociedad Naturalista Ferriolense, que los más susceptibles no dudaron en calificar de “nudista”. Dicha sociedad estaba formada por él mismo, algunos alumnos del colegio, algunos padres y madres de los alumnos (más padres que madres) y un joven oficial de la Guardia Civil, soltero, nacido en Águilas (Murcia).

La desaparición de la niña Ermessenda Planells, ocurrida en una noche de otoño de un año impreciso, señala el momento crucial de esta historia y el giro trágico de la misma. Las autoridades investigaron el caso y determinaron que: 1) Ermessenda era alumna del maestro Moreno y que no solo eso, sino que quedaba demostrado que había una relación demasiado próxima entre ambos (tutor y pupila), 2) Ermessenda se había apuntado, quizás coaccionada, a la sociedad naturalista del maestro, y 3) La niña desapareció en el transcurso de una excursión de dicha sociedad hasta una fuente recóndita, perdida en lo más oculto de los montes colindantes a San Ferriol.

Ludovico fue acusado de secuestro, de pederastia y, finalmente, de canibalismo, ya que no se encontraron restos de la niña por ninguna parte, de lo cual se infería el bestialismo. Moreno fue encarcelado en el presidio provincial a la espera del hallazgo de las pruebas, que las autoridades consideraban inminentes. Su familia, que le había reheredado, le desheredó de nuevo. Su madre murió del disgusto. Su padre se casó en segundas nupcias con una joven de Santo Domingo que había contratado, inicialmente, para atender las labores del hogar de un hombre viudo.

Tras varios años de pesquisas infructuosas, un día llegó la noticia desde la ciudad de Fairbanks (Alaska): Ermessenda Planells vivía allí, era madre de dos bellos niños mestizos y era muy feliz. Nadie supo explicarse las razones ni el motivo del viaje de la joven ferriolense a tierras salvajes. Tampoco nadie pudo explicar entre qué razas se había producido el mestizaje de los vástagos de Ermessenda: ¿esquimales? ¿indios de Alaska? ¿brasileños emigrados? Algunos atribuyeron el asunto a las enseñanzas libertinas del maestro, que habrían inducido a la niña a llevar una vida errante y disoluta. Ludovico fue indultado pero, ya muy mayor, no volvió al oficio de docente.

Durante sus últimos años Ludovico vivió recluido en el monasterio montenegrino de Ostrog, donde redactó el único texto que se le conoce: Rousseau era un cretino, publicado con éxito por la Editorial Ortodoxa de Tirana.