Lucía

Sin astrolabio, brújula ni sextante


Si alguna vez amé

Si, algún día, después de amar, amé

Fue por tu amor, Lucía

Lucía, la azafata, guarda en lo más hondo del alma el amor que tuvo con el poeta de la música. Era otoño. Aquel noviembre el mundo ajustó su paso al de Lucía y el poeta. Locos, se amaron con pasión, día y noche, sin saber hora ni fecha. Años después, Lucía, paloma herida, detuvo el vuelo y descendió firme y suavemente sobre roca sólida. De la mano del hijo de un rico fabricante de pastas, Lucía fue a dar el sí ante el clérigo, que testimonió el vínculo. Así lo había prometido y así lo cumplió. Tuvo seis hijos, a quienes bautizó con los nombres de Santiago, Enrique, Ricardo, Rafael, Ángel y Tomás. Su marido y sus suegros sabían fabricar pastas y ganar dinero, pero ignoraban lo que era un acróstico.

El cielo se abrió y dejó caer suaves copos de nieve sobre el cabello de Lucía. Lucía envejeció fiel a su familia. Nadie podrá quitarle el secreto que ella guarda bajo siete llaves en un corazón sangrante. A muy pocos les es dado saborear la dulce locura del amor, tanto más tierna y más dulce si surge cuando el mañana es imposible.


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