Encarna Castillo (Barcelona, 1965) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona (1991). Escritora y editora, es experta en redes sociales y marketing cultural y también profesora de Español para extranjeros: en Barcelona entre los años 1991 y 2001 y desde 2018 en Málaga; en ese paréntesis, trabajó como editora en Planeta DeAgostini, en el departamento de cómics. Ha colaborado como redactora en diversas publicaciones literarias como El Estado Mental y Lateral y asimismo fue fundadora de la agenda de arte de Barcelona Curator. Especialista en cómic, escribe en diferentes medios especializados como 13 millones de naves. Ha participado también, como editora y articulista, en numerosas monografías sobre arquitectura. Su imaginario más personal discurre por la novela y la poesía, principalmente. Ha participado en la publicación colectiva de poesía Si las ranas leyeran (1997) y es autora de las obras Tríptico de la impaciencia (2005), Cold Turkey (2013) y Venta del Rayo (2017). Acaba de publicar, en marzo de 2020, La luz en su ausencia (Ed. Carpe Noctem).
Baltasar Garzón, autor del prólogo en Venta del Rayo, escribió: “El único lugar donde el olvido no se produce es en la mente y en los corazones de las víctimas, y por esa razón nunca aceptarán la impunidad. Puede imponerse el silencio, la amnistía, el olvido o dictarse leyes descafeinadas pensadas más para aplacar ciertas instancias que para reivindicar a los desaparecidos y asesinados por sus ideas, pero la vieja y ajada foto del abuelo, del padre, seguirá por fortuna despertando la inquietud de muchos jóvenes españoles, tal y como avivó la curiosidad de la autora de este libro, que reivindica la figura de su abuelo al mismo tiempo que relata el acontecer de la guerra civil en Loja y un viaje de vida que arranca en el exilio interior y se va abriendo al mismo tiempo al mundo exterior.”
P.: ¿Qué es para ti la memoria?
R.: La memoria, para mí, es la base de toda creación literaria. No solo en las obras que tienen a la memoria como tema central sino en cualquier tipo de escritura. Me es difícil imaginar a un/a escritor/a que, a la hora de ponerse a trabajar, no utilice, aunque solo sea una pequeñísima parte, fragmentos de su memoria personal como material literario. Da igual si escribe sobre un asesinato, un ataque de zombies o cualquier otra cosa…
Creo que el escritor siempre aporta algo de sí mismo, de sus vivencias y de su manera de ver el mundo a lo que escribe. Por lo tanto, la literatura para mí es esa increíble herramienta con la que extraer información de nuestro subconsciente y de nosotros mismos. Pero lo que también me gusta pensar es que todo puede ser literaturizable.
P.: Venta del Rayo fue un volver la mirada hacia los secretos de los mayores, un compromiso con la Historia: el eterno conflicto de 1a España de 1936. ¿Venta del Rayo fue un primer libro de lo que tienes proyectado sea una trilogía? En todo caso, ¿tu reciente publicación La luz en su ausencia es la segunda parte?
R.: No. Antes de ponerme con este libro, estaba trabajando sobre las personas que se marcharon de su lugar de origen, iba a ser una continuación de Venta del Rayo, pero en medio de este proceso apareció la posibilidad de ir a Praga con una beca y lo dejé a un lado, pero lo tengo aún en mente y, de hecho, tengo mucha documentación recogida. En todo caso, los dos libros comparten el interés por la memoria, por la importancia de las pequeñas historias que conforman la gran Historia: cómo la política influye en tu vida, aunque tú no quieras y renuncies a ella, cómo al final te condiciona y te acaba comiendo…
P.: Pues explícanos esto de la beca… ¿Cuánto tiempo estuviste en Praga?
R.: Dos meses, con una beca de literatura de la Unesco. Me facilitaron el traslado, el apartamento y un par de mensualidades; lo suficiente para vivir allí bien.
P.: Pero era un proyecto de investigación sobre les españoles exiliados en Praga, ¿verdad?
R.: Sí. Surgió, como ocurre siempre, al hilo de otra investigación: curioseando sobre otros destinos de los exiliados españoles —no solo Latinoamérica o países europeos cercanos—, recordé Testament a Praga [Premi Josep Pla de Narrativa de 1971] de Teresa Pàmies…Y, tirando del hilo de Teresa Pàmies, descubrí esa colonia de comunistas españoles de Checoslovaquia, que es poco conocida. Y resultó que fue una colonia muy potente. En ella se encontraban dirigentes importantes del PCE, como Vicente Uribe, Ministro de Agricultura durante la II República, militares como Antonio Cordón, Manuel Tagüeña o Enrique Líster, entre otros. Comprendí todo ese potencial y pensé que era muy interesante. Sabía que podría haber descendientes de esas personas en el exilio. Pensé en ir, entrevistarlos y de ahí sacar un libro.
P.: Estamos hablando de los años cuarenta y cincuenta…
R.: Aunque hubo una avanzadilla para ir preparando la infraestructura en 1946, la mayoría de exiliados llegaron de 1948 en adelante.
P.: ¿A quién entrevistaste?
R.: Por ejemplo, a Antonio Casado Machado, sobrino-nieto de Antonio Machado, cuya madre era hija de Luis Machado, que se exilió a Chile. Ella formaba parte del grupo de los niños de la guerra que se quedaron en Moscú. También a Teresa Cordón, hija de Antonio Cordón y de Rosa Vilas, miembro también de los mandos del PCE, muy amiga de Teresa Pàmies. También a Dely Serrano, que representaría al sector de los afiliados de base del partido, la gente corriente que, muchos a regañadientes, obedecía a los mandos políticos. Fueron ellos los que me explicaron su día a día. Allí conocí también a Gustavo Bueno, de la agencia Efe de España, a quien también le interesa mucho el tema de dicha colonia y, a lo largo de los años, ha ido recopilando mucho material sobre las personas y los lugares del momento.
P.: ¿Estas personas entrevistadas seguían viviendo en el mismo sitio hoy en día?
R.: Los que yo entrevisté, obviamente, había cambiado de barrios, alguno de ciudad, pero sí se quedaron en Praga. Solía preguntarles: “¿Por qué os quedasteis?” La respuesta era tan sencilla como la vida misma: se casaron, tuvieron hijos, trazaron y recorrieron su camino profesional y personal en la antigua Checoslovaquia… Cualquier intento de vivir en España les resultaba aún mucho más complicado, tanto por su pasado de comunistas antes de la muerte de Franco como por pura desubicación existencial tras la muerte del dictador. Los padres de los exiliados españoles siempre intentaban que los hijos se casaran dentro del mismo grupo de españoles porque les inculcaban que algún día volverían a España y, claro, si se casaban con checos sería más difícil volver. Por ejemplo, la hija de José “Ricardo” Sevil, comunista y activo miembro del PCE, se casó con Pedro García, otro exiliado español; pero otros se rebelaban ante esta imposición de las familias, por ejemplo, Dely se casó con un checo; y Violeta Uribe, la hija del Ministro de Agricultura de la II República, Vicente Uribe, también se casó con un checo… Por lo poco que sé, no todos los matrimonios acabaron funcionando, algunos se separaron, pero los hijos se quedaron allí. Y la tercera generación ya no quiso saber nada de la política ni de este pasado en el exilio…
P.: Si en los años cincuenta Praga funcionó como un centro del exilio, ¿has podido consultar sus archivos? ¿Existe un archivo oficial, con revistas, actas, fotografías..? ¿Se ha conservado como un fondo o cada persona ha conservado lo que ha podido o querido? Te pregunto por la memoria escrita, no solo la oral…
R.: Los únicos documentos oficiales en español que se conservan pertenecen al archivo del PCE, que se encuentra en Madrid y donde pude consultar, por ejemplo las actas del partido o los textos que los locutores leían en Radio Praga en las emisiones en español. También hay documentación en checo, en el archivo de Asuntos Exteriores y en el archivo Central de Estado, en Praga. Por lo demás, existen algunas memorias escritas por militantes, como la de Manuel Tagüeña o su esposa Carmen Parga, así como los textos de Teresa Pàmies sobre el exilio, que se centran, sobre todo, en aspectos cotidianos, no políticos. También hay publicada una tesis doctoral de una profesora húngara, Szilvia Pethö [El exilio de comunistas españoles en los países socialistas de Europa Centro-Oriental (1946-1955)], que habla tanto de esta colonia como de otras dos más pequeñas en Hungría y Polonia.
Respecto a las fotografías, también he tenido acceso a algunas, pero eran sobre todo familiares: en bodas, celebraciones familiares, en parques de la ciudad… No eran fotografías solemnes, del partido, sino testimonio del día a día. Se reunían mucho, por ejemplo, en las fiestas de cumpleaños de La Pasionaria, en la Navidad, etcétera. Son fotos de esos momentos de crear vida.
P.: ¿Cuántos exiliados llegaron a haber en cada país del bloque del Este?
R.: En los momentos de mayor auge, en Praga llegaron a residir casi doscientos exiliados, otros ciento cincuenta en Polonia, aproximadamente, y en Hungría algo más del centenar; en la República Democrática Alemana, otro centenar, y solo ocho personas en Austria. A medida que pasaban los años, la gente intentaba volver a España, aunque no era nada fácil salir de los países que se encontraban tras el Telón de Acero. Además del número de personas, me interesaba mucho indagar sobre lugares, y hábitos cotidianos. Por ejemplo, en Moscú había un hotel al que los españoles llamaban el “Hotel Spasibo” porque era gratis, y en Praga otro hotel que el Partido Comunista Checo cedió al PCE al que simplemente llamaban “el hotel del Partido” porque era donde se reunían…
P.: ¿Fue entonces cuando encontraste más huellas de Teresa Pàmies?
R.: En el libro hablo de una parte de la vida de Teresa Pàmies que es más desconocida. Ella dijo que todo lo que alguien quisiera saber sobre ella lo buscara en los libros que había escrito, que no había nada más. Pero creo que todos tenemos algo más de lo que conscientemente dejamos entrever. Y por este instinto descubrí algunas cosas sobre las que ella siempre pasó de puntillas pero que, sin embargo, creo que la marcaron profundamente como mujer y como persona durante aquellos años de Praga.
P.: Sitúanos, aunque sea brevemente, en ese momento.
R.: Teresa Pàmies llegó a Praga en 1948 con una situación personal muy diferente a la que se marchó, en 1956, a París, junto a Gregorio López Raimundo cuando este había sido designado máximo responsable de la organización del PSUC en la clandestinidad. En Praga, Teresa trabajó en la radio, en las tareas de propaganda del partido, y también colaboraba como activista en el día a día del partido. Pero, como he comentado antes, en el plano personal su vida dio un vuelco.
P.: ¿Qué puedes contarnos sin destripar lo que encierra tu libro?
R.: Hay una protagonista ficticia que narra algunos de los momentos que a ella le condicionaron la vida durante todos esos años. Para ella Teresa Pàmies era un personaje muy importante y un referente, pero no el único. En mi novela, Teresa destaca, sobresale, por su importancia personal en aquel contexto histórico en la colonia española, pero no es el objetivo del libro. Ella no fue un mando, nunca tuvo un cargo político; básicamente Teresa Pàmies era una activista, que es lo que también había sido durante la guerra civil.
Además —y ya respecto a su importancia en el plano personal respecto a mí— yo mantenía una conexión inconsciente previa con ella, una anécdota de cuando yo tenía 13 años y vivía en Sant Joan Despí, en Barcelona, donde el ayuntamiento había organizado un concurso literario: Pàmies ya había vuelto a Barcelona y era muy conocida como escritora sobre todo por Testament a Praga. Me presenté al concurso y ella estaba en el jurado como Presidenta. Gané un accésit y cuando Teresa me entregó el premio, me dijo: “Es sólo un accésit, pero realmente es mucho. Lo que más me ha gustado es lo que esconde tu relato. Sigue escribiendo.” Siempre recordaré y apreciaré que me animara a continuar escribiendo.
P.: Entonces has hecho ficción en este libro…
R.: Sí, es ficción, pero los sentimientos y las vidas de esas personas son reales. La protagonista ha trasladado al papel, sobre todo, el día a día de esa colonia, el momento histórico.
P.: ¿Continuará o será un alto en el camino?
R.: Esto ya queda cerrado. Pero en la literatura nunca se sabe.
P.: Encontrar eso del relator debe ser algo bastante difícil…
R.: Ensayas mil cosas, primero piensas en hacer un “yo”, pero, claro, eso no funciona porque no soy yo, yo no viví aquello, no me siento capacitada… Tengo que crear un personaje a imagen y semejanza de cómo eran ellos, de las personas que he conocido. A partir de ahí he dado pensamientos y voz interior, sobre todo, a ese personaje respecto a lo que he ido recopilando: testimonios personales, libros de historia…
P.:La luz en su ausencia acaba de aparecer en librerías, ¿verdad?
R.: Sí, sí, en marzo, aunque esta pandemia ha aplazado cualquier presentación y creo que, en estos momentos, todavía no ha podido llegar a distribuirse. Y otra cosa que me gustaría destacar es que yo creo que la literatura le ha dado un trato muy injusto a Teresa Pàmies, porque se la presenta como a una mujer política que se dedicó en parte a la literatura, y, en cambio fue una escritora total. No se le da el valor que tiene. Su estilo literario está muy trabajado. Arrastra el estigma de ser comunista, algo que en este país se utiliza como un insulto… y además se le suma lo de ser “la mujer del presidente del PSUC”, cuando ella tenía su propia personalidad, y la tenía muy fuerte…
P.: Esperemos que cuando salga esta entrevista publicada, tengamos oportunidad de leerlo. Siento no haber podido hacerlo previamente… De todas maneras, debes estar trabajando en otras cosas…
R.: En varias, sí. Pero, cuando escribes, los planes no sirven para nada. Estás de lleno en un libro y piensas que de allí te salen cuatro más sobre otros tantos temas que te apasionan. Llegas a un punto también de saturación. Lo único que sé es que el próximo libro no tendrá que ver con los temas de mis dos últimos libros, como son la política y la guerra de España y aunque quizás pueda variar el planteamiento inicial, lo que es seguro es que tendrá que ver con un pasado más próximo a mi generación.
P.: ¿Tienes más proyectos a la vista?
R.: Un texto para un cómic con un dibujante, pero no te digo qué… (risas), pero tiene que ver con la memoria, que es lo que me interesa…
P.: Bueno, pues, te pregunto solo para cuándo…
R.: Quisiera escribirlo este año, ojalá tenga tiempo. Pero luego está el tiempo que necesite el dibujante. De todas formas, el trabajo de investigación — cosa que siempre disfruto mucho— ya está más o menos terminado.
P.: Tienes intereses variados…
R.: Cómics, jazz, literatura, el pasado… Me doy cuenta de que lo literaturizo todo. Me interesa todo lo que tenga un punto de desconexión con el presente. Porque me siento estafada por el presente. Nos venden una historia que no es real y siento que nos maquillan la realidad. Lo que vivimos no es lo que nos cuentan; hay más. Rebusco en el pasado por rebeldía: las cosas no son cómo nos las están las contando. Nos han estado falsificando nuestra historia desde hace siglos.
P.: ¿Te sientes sola peleando?
R.: Es personal, no necesito a nadie para ello (risas). Sí que necesito escribirlo y darle forma de libro porque, al hacerlo, conecto con mucha gente con la que comparto esa inquietud de saber más sobre lo evidente. Y porque me permite quedarme ahí, en la literatura. Por diversión.
(Fotografía de Pepe Ruz)