Siempre quise ser tu amiga, tu alegría, ese amor incondicional. Ahora, sin embargo, ni me reconozco. Mi tiempo vive al acecho de tu llegada.
No hago otra cosa que esperar, rastrear tu olor con la avaricia de un mendigo y recordar tus caricias. Siento que laten en mi lengua tu sudor, el alcohol de tu perfume —rabiosamente acre—, el código secreto de tus feromonas.
Pero ahora solo hay un tú, que es ella. Y en la insensatez de vuestros mensajes veo mis despojos. El tatuaje de tu mirada es por ella, y ella es la que consume tu tiempo, modula tu voz y acrecienta tu ansiedad.
Desde este lugar, que me distancia irremediablemente de ti, me declaro en rebeldía. ¡Si su único mérito es acurrucarse en tu cama y dejarse montar como una perra en celo! ¿O creías que no lo sabía?
Nada más puedo decir. Para lo que necesites y gustes, aquí estoy, rendida a ti. Que en mí no habrá lugar jamás para el rencor o el olvido.
Te esperaré…
Obstinadamente tuya, ahora y siempre,
(Ladrado desde algún lugar de la residencia canina Tu Mejor Animal de Compañía.)