En esta sección de La Charca Literaria nos citamos únicamente con representantes del mundo cultural que hayan muerto y no sean excesivamente populares. Este es el caso de nuestro protagonista de hoy: Hal Willner, productor musical que murió de COVID en abril de 2020 y que, a pesar de haber protagonizado alguno de los proyectos musicales más fascinantes de los últimos cuarenta años, permanece en la trastienda de la popularidad. Quizá porque no era demasiado guapo.
Ya sabemos que ser popular y brillar con luz propia es algo circunstancial, y todavía más cuando uno ha pasado a mejor vida. Así que no sería de extrañar que alguno de los presentes —usted, yo mismo, querido lector— consiguiera, tras su desaparición, un puesto entre las estrellas fulgurantes de la fama o acabase deambulando entre «pequeñas y grandes estrellas, soplando a través de la noche», perdido en la oscuridad de la nada. Lou Reed y Leonard Cohen, por ejemplo, son muertos con brillo, mientras que Hal Willner, el productor de alguno de sus discos fundamentales, sigue ignorado por el gran público.
Sin embargo, el legado de Willner es espectacular: hizo discos para Marianne Faithful, Neville Brothers, Bill Frissell, Gavin Friday, Lou Reed, Leonard Cohen o Laurie Anderson, traspasados de originalidad e inteligencia. Un legado que incluye también la organización de conciertos multitudinarios, programas de televisión y bandas sonoras de películas, como Short Cuts (1993), de Robert Altman, o The Million Dollar Hotel (2002), de Wim Wenders. Sin embargo, lo más peculiar de su producción musical fueron los álbumes de versiones donde celebraba el trabajo de grandes músicos o figuras clave de la cultura popular. Su talento e iniciativa le llevaron a proponer a sus amigos —Hal Willner disponía de riquísima agenda— que se implicaran en la reinterpretación de la música de los artistas que previamente él había escogido. Cuando Hal Willner iniciaba uno de sus proyectos, sus contactos se desvivían por participar en lo que prometía ser una grabación memorable.
Su producción de discos de versiones comenzó con un homenaje a Fellini (Amarcord Nino Rota, 1981) y concluyó con otro dedicado a Marc Bolan, de T. Rex (2020). Entre uno y otro extremo, apadrinó una breve pero intensa colección de obras conceptuales, en los márgenes de la música comercial, con la presencia de los mejores artistas del pop, el rock y el jazz contemporáneos.
Descubrí el disco de Amarcord NinoRota (1981) en la desaparecida tienda Gong, de Barcelona, cuando todavía no existía el formato CD y llegaban pocos vinilos del extranjero. Posteriormente, repetí la compra, cuando el CD prometía ser el formato definitivo. No ha sido así. Ahora el álbum puede escucharse on line, pero no es lo mismo. En este disco, Willner metió a los por entonces casi desconocidos hermanos Marsalis, a Bill Frissell, Carla Bley y a la cantante de Blondie para que interpretaran en clave jazzística los temas del compositor italiano.
Vino después el homenaje a Thelonius Monk (1984), un disco que me descubrió al pianista menos habitual del jazz americano, y en el que participaron Joe Jackson, Donald Fagen, Steve Lacy, Dr. John o Gil Evans. Luego apareció Lost in the stars: The Music of Kurt Weil (1985), que actualizaba la música teatral del músico alemán. En ese disco aparecen Sting, Lou Reed, Marianne Faithfull, Carla Bley, Phil Woods y Tom Waits, entre otros. El siguiente fue Stay Awake (1988) con la variada reinterpretación de las músicas de las películas vintage de Walt Disney a cargo de Sun Ra, Tom Waits, Sinéad O’Connor, Ringo Starr, Bonnie Raitt o Harry Nilsson.
Reconocido por su enfoque ecléctico, Hal Willner no hizo ascos a ninguno de los intérpretes vanguardistas que participaron en el homenaje al músico de jazz Charlie Mingus: Weird Nightmare: Meditations on Mingus (1992), donde suenan instrumentos rarísimos, inventados para la ocasión por el compositor estadounidense Harry Partch y artistas como Bill Frissell, Keith Richards, Don Byron, Leonard Cohen, o Elvis Costello.
Posteriormente, aprovechando el tirón de la saga Piratas del Caribe (2003-2017), produjo dos discos inigualables con versiones de baladas marineras y canciones de piratas: Rogues Gallery (2006) y Son of Rogues Gallery: Pirate Ballads, Sea Songs & Chanteys (2013), álbumes que recopilan salomas marineras, con la participación de decenas de músicos, cantantes y amigos de Willner.
Poco antes de morir, el productor se extrañaba de que la gente del nuevo siglo no mostrara interés por la cultura, en cuyos márgenes él se había sentido tan a gusto: «No sé qué es lo que inspira a la gente de hoy. ¿Tienen héroes las últimas generaciones? —se preguntaba—. No estoy seguro de ello. Escucho sus conversaciones y no hablan de cultura. Cuando murió John Lennon no pude ir a trabajar durante dos días. Dudo que los jóvenes de ahora tengan alguien al que idealizar así, sea un autor, un músico, un poeta. Ellos fueron las personas que nos hicieron como somos».
Concluiremos con algunas preguntas, precisamente, de índole cultural. ¿Alguien sabe quién fue Marc Bolan? ¿Está vivo o muerto? ¿Rutila su estrella en el firmamento de la fama o ya ha dejado de brillar? Angel Headed Hipster: The songs of Marc Bolan and T. Rex (2020) fue el último proyecto de Hal Willner: un álbum que homenajea al rey del glam-rock y cuenta con la participación de Nick Cave, U2, Elthon John, Marc Almond y muchos más. La grabación apareció después de la muerte de su productor, y, como es habitual en su obra, no tiene desperdicio. Última oportunidad, pues, para contemplar cómo se ensanchan las fronteras del pop y el rock de los setenta de la mano de Hal Willner.
Ya no habrá más discos-homenaje de este productor, pero podemos seguir escuchando los anteriores y apreciando su brillo sin cansarnos, tanta es su riqueza y su potencial creativo. Allá donde estés, Hal Willner —lost in the stars—, mantén viva nuestra curiosidad y, desde detrás de la cortina de la popularidad, ¡ruega por nosotros!