«Ovales animales almados»
Sylvia Plath
Me encantan los sofás de mimbre
con su respiración de fuego calmo y cenefa,
árboles enjutos y bellos como serpientes astadas.
Hoy he comprado uno,
regateando lo he conseguido a buen precio.
Llovía de camino a casa y lo he utilizado de cesta:
huevos y brócoli en cuna de bambú.
Ahora reposa en la biblioteca, nervado en franjas romboides
huele a barniz y me mira cómplice, apenas
de reojo
¡extraño derrumbe organizado
en lugar de mobiliario muerto!
Espejos, luciérnagas en el patio
y este sauce despeinado,
ovillo de seda amarilla, dorado y frágil como un león pequeño
que ruge
en el esternón como guardián mistérico
mordiscos que amapolan,
pórticos de Eleusis con una granada de mano,
herrumbre en madeja forjada.
Mi perra
blanca y negra se hace esfinge
junto a estos nudillos druidas
como si oyera
el crujido de hazañas de un Egipto purpúreo,
olisquea,
el susurro de cañas,
laxa cánida,
desde su mundo de quimeras lúcidas
con una sed animal desentraña la pilosidad grisácea
de su nuevo compañero de juego
a mordiscos.